Los lugares tranquilos te destruyen si hay silencios en tu corazón. Hay tantas sensaciones mágicas en la vida que es poco posible entender que a veces lo bueno también te hace daño.
El verano pasado encontré en el tranquilo viento que mueve los árboles los ruidos de mi corazón, sentí mucho silencio en el mundo mientras sólo escuchaba lo que nunca dije y ahí entiendes que estas atrapado y adivina por quién, sí, por ti mismo, por tu silencio, por el dolor que ignoras, por los días en los que alguien que amas te lástima con un comentario que parece chistoso pero que tu sonríes fingiendo que lo es pero en realidad no.
Quisiera ser tan fuerte como aquellas personas que hacen cosas malas, y aún así viven sin preocuparse por eso, o al menos eso es lo que se ve, quizás lo saben dominar o quizás es algo que funciona como la gasolina en los autos.
Los ecos que van y vienen mientras rebotan justo con nuestra verdad suceden en los lugares amplios e ideales para ser feliz, ahí es donde encuentras verdades ruidosas y dolorosas que te distraen de la realidad y es donde descubres que el silencio nunca ha sido silencio.
Como aquel día en el que me senté en la mitad de un cuarto vacío, con la poca luz del día que entraba por la ventana. Era de esos momentos en los que sientes que ya no puedes y necesitas confrontarlo. En el exterior no hay nada, sólo el pequeño detalle de existir y saber que estas siempre en el centro de los dias en los que encuentras dos grandes caminos y se te hace difícil decidir por cuál ir y con quién. Cuando cerré mis ojos, cerré la puerta de mi vida, siempre es oscuro, pero es la única oscuridad que no me da miedo pues es allí donde se puede sufrir sin que nadie lo sepa, pero es donde te asombras porque aunque esté oscuro tu puedes ver. Tus ojos irán hacia adentro, donde más que ver, lo cual es su trabajo, te podrá transmitir más de lo que piensas.
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