Capítulo 1: Explicaciones Más Confusas

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POV Ahome

Habían pasado tres años de la muerte de Naraku, pedí el deseo y por consecuente me quedé atrapada en esta época. El primer año, todo fue rosa, estaba con Inuyasha, nos amábamos y Kikyo no se había aparecido por los alrededores. Nos besábamos todo el tiempo, besos inexpertos al principio, pero con el tiempo se volvieron mejores y más lujuriosos por parte del hanyou, siempre siendo castigado por mí cuando se propasaba.
Al segundo año, Kikyo volvió, y con ella las traiciones de Inuyasha. Solo una vez lo seguí, confirmando con mis ojos que con ella conseguía lo que yo le negaba. Sexo.
Luego de eso todo se volvió frío. Yo cambié, dejé de sentir esas mariposa cuando lo besaba, en poco tiempo supe que mi amor tan puro había sido en realidad una profunda amistad confundia.
Pensé por mucho tiempo que era mi culpa, por no entregarme a él, fue gracias a mi gran amiga y hermana del alma, Sango que me di cuenta de mi error.
Un año más pasó igual al anterior llegando al presente, tal vez seguía con él porque sabia que terminar una relacion con InuYasha significaría perderle por completo. No comprendería nunca que lo quisiera solo como un amigo, y sinceramente sin él o Sango estaría completamente sola en una época que poco conocía.
La noche en la que Sesshomaru me salvó, había salido a caminar para despejarme, encontrándome por desgracia en el camino a los amantes. Como ya dije, ya no dolía, sentí más repulsión que enojo.
Ahora sin embargo entendía el porqué de parte de mi predicamento, porque no podía pensar en InuYasa como amante, porque no cedía a sus besos y caricias.
Si saberlo y menos quererlo, había caído rendida a los pies del demonio más temido y respetado del viejo Japón. Había tenido más de un sueño poco honorable hacia el hermano de mi ex-amor, sueños a los que poca importancia dí, asumiendo que se debían a su cada vez menos esporádicas visitas a la aldea. Cuando lo veía, mi maldita mente lujuriosa rememoraba lo soñado. El favorito de mi cerebro era el peor, ese en el que lo tenía entre mis piernas murmurando su nombre, hasta que besaba mis labios de forma bestial.
Cuando me encontró en el bosque, creí que era una mala jugada de mi mente, pero no, él estuvo ahí, y me salvó declarando que sería su concubina.
Y estoy bastante segura de que no es un sueño.

Llegando a la aldea de la querida anciana Kaede, luego de un viaje un tanto silencioso, me lancé a correr intentando llegar antes que Sesshomaru.
Me había resistido a preguntarle todo lo que quería y el me había esquivado para tomar un baño -me encantaría acompañarlo mi Lord -. La imagen de el en todo su masculino esplendor, con los músculos tallados, su cabello largo mojados pegados al cuerpo, y su seguramente potente... -No vayas por ahí Ahome-
Entré en la cabaña que compartía con mi "prometido" InuYasha, aunque de eso no había hablado con el Daiyoukai, lo olvidé por completo. No era para menos en mi defensa, prácticamente me ordenó ser su ¿esposa? Ni siquiera estoy segura de que sería, había dicho concubina pero, ¿Qué hace exactamente una concubina? Definitivamente hay mucho de que hablar con Sesshomaru.
Perdida en mis pensamientos, no me percate de la presencia del hanyou. No me apetecía verlo, todavía me quemaban sus traiciones y debía reclamarle, lo sabía, pero ya no me importaba.

Ahora estaba más que segura que debía romper ese compromiso, tarea difícil más sin saber como comunicarle que me iba.
Con su hermano. A su palacio. Para ser algo parecido a una esposa. Si, iba a ser difícil.
- Inuyasha - susurré con voz baja pero decidida.
- Hola Ahome- la suya contrastaba con la mía, era una de pena, de vergüenza.
- Debemos hablar - esta vez no me iba a echar para atrás. No como tantas otras veces. - Sé en donde y con quien has estado, y no hablo solo de anoche. - él agacho las orejas en señal de arrepentimiento. - Esto se acaba aquí Inuyasha. - sentencié lanzando la bomba.
- ¿De qué hablas Ahome? No puedes dejarme. Kikyo es.. No pude dejarla antes, pero juro que lo haré, eres mi único amor - Se acercó y me tomo por los hombros. Sabía que esa era un promesa en vano y no la cumpliría como tampoco cumplió las otras iguales a esa.
- Sabes que no es cierto. La amas, y aunque a mi me ames también, no creo que sea en la misma manera.
El no respondió, lo que me dio pie para continuar.
- Me iré Inu.
- ¿Qué? ¿CON QUIÉN? Es ese lobo seguramente- Estaba sorprendido y en él las emociones siempre estaban a flor de piel, era fácil de leer como se sentía. Eso los diferenciaba a ambos. Ahora venía la detonación.
- Con Sesshomaru
Enojado no era algo que lo describiera, ya había pasado de eso hace instantes. Sus ojos comenzaron a tornarse rojos y sus marcas estaban por aparecer. No sentía miedo, sabía que si Inuyasha me atacaba, yo misma me defendería o  Sesshomaru vendría en un suspiro, muerta no le sería de utilidad para nuestros misterioso trato, por algo me había ordenado ir con el. Algo me hacía importante para el demonio.
- Te atreves a reclamarme el hecho de que me vaya con Kikyo en las noches, ¿y tú que haces cuando te ves con mi hermano? ¿Ya te hizo suya? ¿Lo disfrutaste perra? - Inuyasha estaba fuera de sí, me sostenía por los hombros causándome daño. Pero estaba más furiosa que el.
¿Cómo se atrevía a dudar de mí? Cuando estaba a punto de gritar una biblia de "abajo", una mano con garras venenosas se interpuso entre nosotros.
Sesshomaru sostenía a su medio hermano con una mano mientras le dedicaba la mirada más fría y despectiva que hubiera visto.
- ¿Como te atreves a reclamarle algo a mi mujer?
- ¿Tu... mujer?- Le había caído como un balde de agua fría - lo sabía, yo tenía razón pero no me la robarás, esa perra es mía y siempre lo fue
- No veo tu marca híbrido
Pasé a sere una simple espectadora. Había quedado sin palabras ni otros pensamientos que no fueran "mi mujer" saliendo de esos labios con la voz más seductora que haya escuchado. Algo que se escapaba de mi entendimiento era el porqué no me había disgustado u ofendido en absoluto que Sesshomaru me llamara de esa forma.
Sentía que me había humedecido otra vez, ojalá no se les ocurra oler el aire. Aunque a este paso y como siguiera diciendo cosas como esas me iba a quedar sin líquido en el cuerpo. Maldito Miroku y sus malas influencias ¿O tal vez eran buenas? No es momento para pensar en eso.
- Ahome, dile a éste que me amas. Dile que te quedarás y que solo estas con él por despecho.- Dijo el hanyou sonando seguro y despreocupado.
- No Inuyasha- dudaba de muchas cosas de mí misma, pero estaba muy segura de una, yo no me equivocaba en esto - tú y yo sabemos hace tiempo que no nos amamos. Hace mucho tú te encargaste de matar todo el amor que sentí hacia tí como pareja, ahora solo queda el cariño como un simple amigo. -
- Estás mintiendo.
- Que te quede bien claro híbrido - soltó Sesshomaru recalcando la última parte. - No te acerques a ella a menos que así lo desee y yo acepte estar presente. De lo contrario encontrarás tu ansiada muerte por mi mano. - Lo soltó sin ninguna delicadeza. - Vámonos.
- Déjame despedirme de mis amigos, luego hablaremos tu y yo. - Dije como una advertencia mientras mi aura rosa se manchaba con morado, indicando que estaba enojada. Di una última mirada a Inu y salimos de la que era mi cabaña marital para dirigirnos a la de Sango, Miroku y sus bebés. Nos dividimos ahí, yo entré mientras el iba a la copa de algún árbol.
- ¡Sango! ¡Miroku! ¿Están en casa?
- ¡Ahome! Hola ¿cómo has estado? - saludó eufórica mi mejor amiga dándome un gran abrazo.
- No lo sé para ser sincera... - si yo misma no me entendía, Sango lo haría.
- No te entiendo. Pasa Miroku salio con los niños así que podremos hablar.
Luego de desahogarme contándole todo con lujo de detalles, ella apoyo la decisión que tomé, mejor dicho que él tomó por mi.
- Ahome, tu bien sabes que mereces alguien que te ame solo a ti. Y si tu correspondes ese amor, todo irá a mejor.
- Ese es el problema, no se que siento; pero sé que él no me ama. - Sango era mi mayor confidente, sabía todo desde mi desamor hacia Inuyasha, hasta los indecentes pensamientos a su medio hermano.
- ¿Estas segura? ¿No sabes o no quieres saber?
- Maldita, ¿cómo puedes leerme tan fácil?
- Te conozco mejor que tu misma. - ambas reímos por las ocurrencias de la ya no tan inocente Sango, temo que el monje libidinoso nos había afectado a ambas.
- ¿Cómo van las cosas con Miroku?
- Marchando muuy bien- acompaño la frase con un candente suspiro y unas mejillas rosas, dándome a entender que seguían fornicando como conejos. Es más, una vez los vi y son fogosos, eso lo puedo asegurar.
Luego de mucha charla y té, me despedí prometiendo volver a verla muy seguido. Al salir casi con lágrimas en los ojos, me encontré a las afueras del pueblo al dueño de mis pensamientos.
- ¿Por qué lloras mujer?
- Se me metió algo en el ojo seguramente...- seguido de esa mentira piadosa miré sus ojos ahora extrañamente cálidos y su rostro relajado; no resistí y rompí en llanto.
Esperando una burla o algo ofensivo de su parte, me sorprendí cuando me atrajo a su fuerte pecho. Sentirme tan segura me hizo llorar todavía más. Estuvimos así un tiempo hasta que me separe de él solo un poco pasa mirarlo. ¿Cómo cambiaste tanto en un día Sesshōmaru?
La diferencia de altura era mucha, pero desde mi ángulo se veía tan hermoso; alto e imponente. Sus rostro bajo hasta mirarme y esos ojos que me quitaban el sueño que ya no eran tan fríos, estaban cálidos, seguramente con miles de palabras calladas por su boca aristócrata.
- Vaya que era una basura grande- dijo con clara burla y gracia. Me reí  volviendo a abrazarlo.
- Gracias Sesshomaru.
- Debes dejar de agradecerme, ¿de qué querías hablar mujer?
- En primer lugar, deja de llamarme mujer, tengo un nombre, uno muy lindo por cierto. Segundo quiero aclarar algunas cosas.
- Cerca de aquí hay un lago que me pertenece, hablaremos allí - siempre ordenando. Maldito él y maldita yo por que no me molesta.
Sin esperar mi respuesta, alzó vuelo sujetándome por la cintura. Dios, se sentía muy bien, si tan solo pusiera sus manos un poco más abajo... BASTA AHOME.
Cuando me bajó al suelo, sentí vacío y frío en donde antes estuvieron sus manos, el camino pareció demasiado corto en su abrazo.
Se recostó en los pies de un hermoso árbol, dándole un aspecto mágico.
Me senté a su lado no tan cerca para evitar incomodarlo pero sin perder una facción de su rostro.
- Comienza con tus interrogantes
- Bien, tengo varias preguntas. Primera, ¿qué es una concubina y que debería hacer como tal?
- Como mi concubina tendrías que vivir con éste, en mi palacio y actuar como mi compañera sin serlo realmente. - mi cara era un poema, tenía ilusión en el rostro, hasta que dijo "sin serlo realmente".
- Y ¿por qué?
- Es simple, mi madre. - Su tono era tranquilo - ha dedicado las últimas tres décadas a buscarme una pareja digna de mi clan y casa
- ¿En donde entró yo? - pregunté con un poco de temor de que me dijera que todo era una broma para su madre o algo similar, cosa imposible ya que no haría todo lo que hizo sin un fin más grande que una simple broma.
- La encontró.
Al momento de pronunciar esas palabras, mi restaurado corazón se partió un poco otra vez. Al ver que yo no respondía, prosiguió
- No me interesa esa mujer, ahí es donde entras tú. Si madre sabe que ya tengo pareja, desistirá de su absurda idea.
- Entonces quieres que actuemos un matrimonio. ¿Por cuánto tiempo?
- El necesario. El que tu quieras.
Eso me desestabilizó, ¿"el tiempo que yo quiera"?, sonaría como una promesa para cualquiera, pero más para un corazón como el mío. -Dime si aceptas, Ahome
-Solo una pregunta más, ¿Por qué yo?
Él abrió un poco más los ojos, probablemente no se esperaba esa pregunta, aunque rápido volvió a su porte normal.
- Eres la única a la que soporto-
Viniendo de él, es mucho.
DIOS. DIOS. DIOS. Eso yo no lo esperaba.
SÍ ACEPTO. SÍ. SÍ. SÍ, MIL VECES SÍ.
- Creo que acepto - Dije normal, como si no me importara y no acabara de tener un cortocircuito mental.
- Entonces debemos ir al palacio a arreglar nuestro compromiso, hay que ordenar los trajes, la ceremonia puede realizarse en dos días, nuestra noche nupcial no puede esperar tant...
- Alto vaquero. - vi en su cara que no había entendido aquella referencia o bien pudo ser el hecho de que lo haya interrumpido. - Si nos vamos a casar y actuar como un matrimonio normal, debes pedir mi mano a la que es como mi madre en esta época.
- Dime quien entonces.
- La anciana Kaede.
- Acepto, aunque confío saber su resolución.

Dime Si AceptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora