¡La Gran Fiesta! (Segunda Parte)

426 37 13
                                    

El gran día llegó por fin, todo esta perfectamente preparado; trajes, decoraciones, regalos, hijos bañados, en realidad todo. De los niños se había encargado Rin junto a la anciana Kaede, y con la política "la mugre genera salud" de Sango, nunca habían sido vistos tan lustrosos, en nuestra época, lector, le habríamos llamado "hippie". Aproximadamente la una de la tarde, la comida ligera estaba siendo preparado a lo grande en el centro de la aldea por la mejor cocinera, ya en las pocas mesas del claro donde se iba a realizar la ceremonia y luego la celebración, se empezaban a acomodar la vajilla (obviamente otra amabilidad de Sesshōmaru-sama) blanca, pulcra como de quien venía. A los alrededores de la aldea acercándose estaban los repartidores de sake, claro, la mayoría para humanos y un par de recipientes para el patrocinador del evento mas grande de la vida de muchos pobladores. 

Las cinco de la tarde en un verano como el que estaban a travesando no era lo que uno llamaría fresco, por lo que el grupo de "damas de honor" partió a darse el último baño refrescante. Quince jóvenes de variadas edades chillaron alegres por la felicidad empática reflejada de la novia; Sango lucía cada vez mas radiante con el paso de las horas de su tan ansiado día, ya se lo habían dicho Ahome, Rin y Ayame (invitada de última hora) varias veces, halagando el brillo en los ojos de tan bella mujer. El monje tenía suerte. Hora y media después todas salieron todavía mas bellas y aromáticas que antes. El grupo se dividió; las siete aldeanas mas cercanas a Sango tomaron rumbo hacia sus chozas para poder arreglarse, la novia y su séquito restante dirigieron sus pasos a la casa de la anciana Kaede, ahí ocurriría la magia real.

Kaede ya tenia todo mas que preparado, después de todo era la segunda "wedding-planner" oficial y oficiante de unión. Velas con aromas exóticos adornaban el humilde hogar, flores y plantas de todos tipos, tamaños y colores colgaba de aquí y allá, dando el toque de cuento de hadas deseado por Ahome, quien impartía el rol organizadora general. Sango no podía cerrar su boca, súbitamente abierta por la impresión y el orgullo que sentía, nunca imaginó que hicieran todo esto por ella; entre llanto y llanto abrazó a Ahome y a Kaede en una unión constrictora. 

Todo pasó en un santiamén mas tarde, las siete y media según el estado del sol dio por concluida la preparación. 

Justo en el lado norte de la aldea -el mas bello en vegetación, por supuesto- habían preparado varios aldeanos bondadosos un altar de madera, decorado por enredaderas verdes con pequeñas flores blancas. Detrás, estaba el bosque; más reluciente que nunca, hasta parecía estar feliz anunciando el futuro de la pareja. Y ahí, en ese mismo sagrario, se encontraba el hombre del momento, Miroku no podía esperar para ver a su bella novia; esta era la instancia definitiva y solo faltaban minutos para encontrarse de una vez y para siempre. A su izquierda, el siempre fiel amigo InuYasha, un paso mas allá Shippo; ambos extrañamente vestidos y bañados, dando apoyo a los nervios del pobre hombre.

Era el momento. Lo anunciaba la ligera música de varios ancestrales instrmentos; shakuhachi, koto, mu-yu, y shamisen tocados rudimentariamente por personas del pueblo vecino, presentes de buena voluntad -entiéndase bajo amenaza- gracias a InuYasha. Todo el mundo volteó a ver la calmada caminata de la novia, envuelta en un kimono ceremonial del mas puro color blanco sostenía por el brazo a su querido hermano Kohaku. A tres pasos del altar, el ahora adolescente besó muy suavemente la mejilla de Sango reteniendo con todas sus fuerzas las lagrimas que amenazaban con correr al ver que por fin, su única familia sería tan feliz como merecía. 

El corazón latía rápido, los colores rebosaban y las promesas eran dichas por ambos esposos. Las dudas y el miedo se fueron a alguna parte muy lejos de ese lugar, los dos sabían que se iban a amar por mil años[...]

[...]—Si quiero, hoy y para siempre.— pronuncio sin remordimientos el monje vestido con túnicas ceremoniales negras. 

—Sí quiero, hasta después de mi muerte.— nada le arrebataría a Sango su felicidad luego de este juramento. A su lado, tenía a la mejor hermana que la vida le pudo regalar, compartiendo con orgullo el mejor momento; pensando un poco egoístamente si así de hermosa podría ser su propio acoplamiento con Lord Sesshōmaru, quien un tanto apartado no quitaba su dorado mirar de ella. Azul chocó con ámbar y ambos amantes sintieron que tal vez podrían encontrar un amor como el que estaban presenciando, pero en ellos mismos.

Dime Si AceptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora