Capitulo 2 : Una Noche de Guardia

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Reynald se dirigía a su casa, estaba anocheciendo y ya era tiempo de ir a reposar para el nuevo día, pero antes de eso, Reynald fue a revisar su campo una vez más para asegurarse de no encontrar ninguna molestia.
Reynald regresa a casa y antes de cruzar el ultimo matorral de Trigo, Reynald escucha una súplica entre toses

- Ayuda *hmpf* *hmpf*... porfavor *HMPF* *HMPF*- dijo un extraño.

Reynald apresura el paso, y se topa con algo no visto en la puerta de su casa. Un guardia de la ciudad Viridi, ciertamente mal herido y con una herida oblicua en el pecho, todavía sangrante.

- Un guardia? Como es que un guardia pueda estar en estas condiciones y a la entrada de mi casa? Estas bien?- Dijo Reynald.

- *Hmpf* *Hmpf*, estoy bien?, como estaré bien con una herida en el pecho!?...Ugh...ughh....no no estoy nada bien......egh- El guardia empieza a decaer.

- Oh no, espera aquí!
Reynald entra rápidamente a su casa, y agarra unas vendas que tenía guardadas en un cofre. Cuando regresa, el guardia ya estaba en el suelo. Reynald lo levanta y le dice..

- Guardia, tranquilo, eh vuelto con unas vendas, estás así por la falta de sangre- dijo Reynald

- Si....ugh..... me parece bien...- dice el guardia. -aunque creo que no va para mejor...-
Reynald procede a envolver la zona afectada en vendas, solamente para que la sangre dejara de escapar de su pálido cuerpo.

- Tengo que llevarte al Cuartel de Armas ahora, no te puedes quedar aquí, donde están tus compañeros?-

- Que compañeros? *hmpf*.....Todos ellos me dijeron *HMPF*, que tenía que venir aquí......y luego....ugh...recibí una tajada....no sé de quién
*hmpf* ni de donde, pero llegue a tu *respira* puerta.- acaba el Guardia exhausto.

- Bueno, eso no es lo importante ahora, tengo que llevarte a tu cuartel antes de que te desangres- Reynald levanta al Guardia y apoya sus hombros sobre los suyos, cargándolo como una bolsa más de carne y hueso.

- Partimos rumbo a ciudad Viridi- dijo Reynald, a medida que caminaba con fuerza por el sendero de tierra a la ciudad, cargando al inesperado encuentro por los hombros, observando cómo el mar se tragaba al sol, quien dio a luz a unas pequeñas luces que se avisaban en la distante ciudad portuaria, Luces de edificios, de Urcas Mercantes, de puestos de guardia, incluso, de las mismísimas estrellas.

Reynald habría llegado a la entrada de la ciudad, con las puertas aún de cerrarse. El joven campesino interrumpe a los centinelas de cerrar la puerta desde sus torres..

- Deténganse! Traigo a un herido!

- Eh Campesino! Que quieres? Quien es ese herido de allí?

- Uno de los suyos! Déjenme pasar para que lo pueda llevar a sus cuarteles!

- Bueno que va, pero que sea rápido!
Los Centinelas dejan la puerta sin cerrar, mientras Reynald pasa con el guardia aún en sus hombros.

- Y no piensan ayudarme a llevarlo? Dijo Reynald.

- Crees que podemos bajar de estas torres así de fácil? Además, quien vigilará la entrada si no estamos aquí? Hay muchos ladrones en las afueras sabes?- Dijo el Centinela.

- Si ya se- Dijo Reynald. - Entonces sigan cuidando a la ciudad-

- Suerte!- Despidió el Centinela

La Cruzada EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora