XI- Problemas

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Hubo un cierto momento en el que Nick decidió que ya había dormido suficiente.

Gruñó placenteramente mientras levantaba la cabeza. Se frotó los párpados. La luz del techo provocó que apenas pudiese abrirlos.

Se sentó a tientas y bostezó largamente para posteriormente estirar sus brazos.

"¿Cuánto he estado durmiendo? ¿Tal vez tres o cuatro horas?" -se preguntó confuso

Caminó despacio hacia la ventana y como estaba empañada tuvo que frotarla con la mano.

Como ya se temía, era completamente de noche. Y encima no se podía ver absolutamente nada porque no daba a las farolas de la calle.

Un poco resignado regresó al lugar en el que estaba y tropezó con la loba sin querer.

Bufó en sueños pero no se despertó como Nick pensó que haría. Se fijó en ella detenidamente. Descansaba plácidamente sobre el suelo y exhalaba aire de forma continuada.

Fue unos segundos más tarde al darse la vuelta cuando se dio cuenta de que estaba sin ropa.

Parecía que incluso se había llegado a acostumbrar.

Un rubor se extendió por sus mejillas y con una sonrisa culpable se giró para ver donde estaba. Todo desperdigado.

La camisa encima de una balda de estantería, los pantalones justo debajo y su ropa interior al lado de la puerta.

No pudo evitar reírse

"¿Cómo demonios ha llegado hasta allí?" -quiso saber

"Es igual. Prefiero no saberlo"

Al vestirse notó que le dolía el cuerpo bastante

"Vaya, esto me ha dejado peor que las sesiones de gimnasio" -admitió

Tras un leve suspiro, dio un par de pasos y llegó nuevamente al lugar donde Brenda descansaba.

Volvió a mirarla con atención.

La loba yacía sobre su brazo, de espaladas a Nick. De cintura para abajo, la cola se entremetía por sus piernas tapando su intimidad, para salir posteriormente hacia la parte superior de su cuerpo.

Parecía un cojín más que una cola. Al ser mullida y peluda era ideal para aquel propósito.

Nick se sentía embelesado nuevamente. Podría pasarse horas y horas admirando su pelaje y su figura sin cansarse.

Incluso se sorprendió a sí mismo acariciándolo lentamente.

Comenzó a deslizar sus manos desde su cuello hasta su cadera. Lo hizo un montón de veces, disfrutando de aquella suavidad.

"Y sigue dormida como un tronco" -pensó asombrado

Sin haberlo querido, sus caricias habían desprendido aquel olor tan característico de ella que lo fascinaba. La habitación volvía a rezumar aquel aroma excitante y femenino que avocaba a la locura y a la pérdida de la razón.

Los ojos del zorro centellearon de la emoción a la vez que el deseo inundaba su cuerpo una vez más.

Con cierto cuidado puso a la loba boca abajo y liberó la cola de entre sus piernas.

Acercó la cabeza al cuerpo de ella y aspiró profundamente. El olor inundó sus fosas nasales y un cosquilleo recorrió su columna.

Sentía la imperiosa necesidad de jugar con ella. De restregarse contra su lomo intensamente. De compartir e intercambiar sus esencias.

Presa de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora