Tercer capítulo

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Linda se puso alerta con el chillido.

—¿Qué te ha pasado ahora?

Fue corriendo a acercarse a la ventana, pero como Thiago se sujetaba la mano izquierda sin revelar nada, ella tuvo que salir para para ver lo que tenía.

—¿Es que no puedes parar de hacerte daño con cualquier cosa que te encuentras por delante? —le regañó en su camino para llegar hasta donde estaba él.

—Eso no es cualquier cosa —se quejó el moreno—. Es un hacha.

—Creía que habías entendido como usarla.

—Y lo hacía pero... —Thiago negó rápidamente—. Me distraje.

Linda alzó una ceja cuando se paró en su delante.

—Ya veo. ¿Me dejas ver la herida? —Thiago alzó la mano temeroso, pero al sujetarla, Linda sonrió—. Solo te has hecho un pequeño corte en los dedos.

—¡Me sangran a borbotones!

Ella rodó los ojos y suspiró.

—Porque las yemas de los dedos siempre sangran mucho. Vamos a ponerlos en agua fría, ven.

Linda lo llevó hasta dentro del baño de la pequeña casa. Abrió el grifo y tuvo que esperar a que el agua dejase de salir marrón, algo común de la zona, y saliese transparente y cristalina. Una vez así, hizo que Thiago pusiera su mano a remojar bajo el chorro de la pica mientras ella desaparecía durante un momento a pesar de las protestas incesantes del hombre. Volvió al poco tiempo con un cuenco.

Bajo la acusadora mirada de Thiago, ella agarró los dedos heridos y en cada uno por separado aplicó el ungüento verde raro que provocó una escozor muy grande en ellos.

—¿Pero qué demonios es esa cosa? ¿veneno?

—Esto está formado de unas hierbas ayudarán a cicatrizar antes para que el corte deje de sangrar —le explicó para que dejara de refunfuñar.

La aclaración lo hizo calmarse un poco, pero no del todo.

—He dejado el trabajo a medias —dijo en un susurro.

—Descuida, por lo que he llegado a ver, es suficiente.

Linda lo dejó ir en cuanto lo vio mejor, y le puso una pequeña tira de tela en los dedos para que no le molestara. Thiago se alegró al recordarse a sí mismo que la mujer de sus sueños le habría atendido de manera similar.

Y dentro de un rato, ambos estaban sentados uno frente al otro en la pequeña mesa redonda devorando el plato.

Realmente Linda cocinaba de maravilla. Si fuese la mujer de sus sueños, probablemente la sopa le hubiese salido... ¿igual?

—¿Y ese trabajo lo realizas tú siempre? —preguntó Thiago echando un vistazo a los troncos del patio.

—Es necesario —señaló ella—. A veces me ayudan los propietarios vecinos que viven cerca, pero hoy se han ido a vender a la ciudad y... he pensado en que me venía bien que me echases una mano a cambio de hospedarte un rato.

Thiago alzó las cejas por su increíble estrategia.

—¿Y... te gusta esta vida?

Linda inhaló y exhaló hondo.

—No la cambiaría. Vine aquí por una razón. El campo, su fragancia; el aire puro y limpio, el contacto constante con la naturaleza y la familiaridad que existe entre los pocos habitantes de aquí es... lo que quiero.

Thiago asintió. Al igual que el nombre, desconocía las preferencias de la vivienda de la mujer con la que soñaba. Tampoco tenía nada para comparar si se trataba de ella o no en ese aspecto con la mujer que tuviese algunas dudas.

—¿Me vas a contar qué hacías por la montaña ahora?

Thiago asintió y se dio prisa en tragar para contestar a la pregunta.

—Estaba en búsqueda de la mujer... con la que espero casarme algún día. La mujer de mis sueños.

—¿La mujer de tus sueños? —preguntó Linda entre extrañada y curiosa.

La mirada de Thiago se iluminó.

—Exacto —confirmó—. La he buscado en miles de sitios durante mucho tiempo, pero no aparece por ninguna parte. Creía que podía estar en zonas remotas que no he visitado antes.

Linda fue asimilando la información.

—En otras palabras, intentas encontrar el amor por aquí.

Thiago asintió.

—Por eso vi como buena oportunidad ir contigo y que me pudieses hablar un poco de la gente que vive en este lugar.

—Buena idea —afirmó Linda mientras esbozaba una sonrisa—. ¿Tienes pensado mudarte? Digo, alrededor viven varias campesinas también a parte de mí, y campesinos. Es poco común que venga gente nueva pero si quieres tomarte el tiempo para tu propósito, tendrás que hacerlo.

—No lo había pensado antes —confesó Thiago—. Si encuentro a quien buscaba, supongo que tendré que mudarme, sí.

—Pero eso te llevará tiempo de averiguar, ¿no? —inquirió confusa—. ¿O es que solo piensas adivinarlo por la apariencia?

Thiago ladeó la cabeza como diciendo "más o menos".

—Yo sé que clase de características me atraen de una mujer.

Linda paró de comer.

—¿Y no crees que es posible que te enamores de alguien que no cumpla esos requisitos?

—Pueden variar algunas cosas, pero es imprescindible que sea hermosa —indicó rápidamente—. Hace tiempo soñé que me casaba y que todo el mundo en la boda comentaba sobre la gran belleza de la novia.

—Ahora entiendo porque la llamas de la mujer de tus sueños —añadió Linda con un aire pensativo. 

—Exacto. Desde entonces tengo claro que no me pienso casar con una mujer que no sea así.

—Y... ¿Qué tipo de mujer consideras tú que sería la idónea? 

Sonaba intrigada.

—Pues, debe de ser...

Y Thiago se preparó para narrar la larga lista. Lista que no empezó a hacer hasta la mañana siguiente de haber tenido el famoso sueño y que inició con una sola pregunta. ¿Cómo debe de ser una mujer para ser hermosa? Y a través de referencias de varias referencias de cuentos y amigos, de analizar y comparar, tuvo los detalles idóneos para hallarla.

—Una mujer con una larga melena que se vea incluso bien despeinada, con ojos grandes y unos rasgos que sean preciosos sin necesidad de maquillaje, de una estatura que no sea ni muy baja ni más alta que la mía a poder ser, y un cuerpo...

—¡Suficiente! —exclamó Linda con una sonrisa forzada—. Ya lo he captado, gracias.

—Y bueno, como decía algunas características puede que no coincidan cuando la encuentre, pero...

—Pero sobretodo debe de ser hermosa, sí, ha quedado muy claro.

Y a pesar de que el paladar de Thiago agradeció el resto de la comida, el silencio que rondó mientras acababan les dificultó mucho el poder sentirse cómodos el uno frente al otro.

—Linda...

—¿Qué?

Thiago hizo el gesto de querer hablar, pero finalmente calló.

—Nada. ¿Quieres que te ayude a recoger?

—No, no hace falta.

Linda se ocupó de recoger la mesa de manera brusca y al minuto se puso a lavar las cosas.

Algo le dijo a Thiago que lo mejor sería no molestarla, así que se recostó en el sillón al lado de la mesa para pensar. Al poco tiempo, y sin imaginarlo, fue cerrando los ojos y perdiendo la consciencia sin darse cuenta.

Y si fuera... ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora