Extra #8

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Sonia sonrió al principio. Pero a los segundos de pensarlo, perdió el interés.

—Muy tarde, Thiago. Mi oferta expiró anoche.

Él la miró ceñudo.

—T-Tú me ocasionaste problemas con Linda. Tú te metiste, mentiste y dijiste que estábamos haciendo algo. ¡Merezco una segunda oportunidad! —reclamó como un niño pequeño.

Sonia suspiró echándole una ojeada.

—Está bien. Soy una mujer justa, y solo por eso, te concederé lo que deseas. —Se inclinó y acarició su rostro—. Debo reconocer que a pesar de estar borracho, sigues siendo muy apetecible. Así que dime dónde lo prefieres. ¿En mi casa o en la tuya?

Thiago la miró y se levantó de un salto.

—Ni tú tienes casa ni yo tampoco, de ambas seríamos invitados y de todos modos... no me acostaría con una manipuladora como tú en ninguna parte.

—¿Qué...?

Pero Thiago sonreía, por ese alguien que se hacía visible detrás de ella.

—Que ahora tengo suficientes motivos para que no vuelvas a regresar a esta casa —Sonia se giró encontrando a Linda recargada en la pared que daba acceso a la casa.

—¿Cómo estabas tú...? —Sonia volvió a encarar a Thiago—. ¿Estabais tramando todo esto?

—Eso es lo de menos, Sonia —respondió Thiago—. Tu hermana tiene algo que decirte.

Linda le dirigió un gesto de agradecimiento antes de ponerse seria.

—Llamé a nuestros padres y me dijeron que se habían cansado de mantenerte porque hacía meses te despidieron de tu último trabajo y no quisiste buscar más. Que si viniste aquí fue por tu propia voluntad para seguir viviendo del cuento.

Sonia se tensó.

—¿Qué más da? Aquí me estás haciendo hacer lo mismo.

—No haces ni una décima parte de lo que yo hago todos los días, Sonia —le reclamó ella—. Eso no es trabajar. Pero si además no me tienes respeto como tu hermana, yo no tengo porque tenerlo contigo. No pienso aguantarte más, así que mi amigo viene a llevarte en un rato; mejor ve a alistar tus cosas.

—¿Me estás echando?

—Sí —confirmó Thiago con completa alegría.

Y la rubia gruñó con menosprecio antes de salir directa al interior de la casa. Tanto Thiago como Linda avanzaron unos sus pasos hasta encontrarse frente a frente.

—Un problema menos.

—Uno menos —concordó Linda haciendo una mueca.

Thiago la observó serio durante unos instantes.

—Espero que ahora me creas —susurró.

—Te dije que estaba dispuesta a hacerlo sin necesidad de hacer esto.

Él negó.

—Hubieses vivido con esa duda durante toda nuestra relación —replicó—. Te conozco, y sé que el pensamiento sobre no saber si fue verdad o no cada vez que vieses a tu hermana, nos hubiese acabado separando tarde o temprano.

Linda exhaló con pesadez.

—Tienes razón.

—Sin confianza una relación no se mantiene, Linda —le advirtió él—. Y me duele saber que desconfiaste lo suficiente para no dejarme ni dar explicaciones a la primera duda que tuviste. Menos mal que me dejaste hacerlo esta mañana.

—La escena era muy explícita... —murmuró como justificación.

—Aun así, sé que tú no eres de esas que se fía por las apariencias. Quisiste analizarme a fondo antes de darme una oportunidad, y lo hubieses hecho en este caso... si no fuese por un defecto que te sigue persiguiendo desde que te conocí.

Ella levantó la mirada hacia sus ojos.

—Sé que tu inseguridad habló por ti mucho más que la confianza que tienes por mí. Te crees inferior a Sonia por su físico, y esa desconfianza que sientes hacia ti misma, fue suficientemente poderosa para no dejarte ver nada más que lo peor que puedes imaginar. Aunque te he dicho mil veces que eres mucho más hermosa que ella, en todos los sentidos, sigues sin creerlo.

—Yo...

—Aun no he logrado convencerte, lo sé, pero lo haré —aseguró con firmeza.

Linda negó con la cabeza gentilmente.

—Gracias por ayudarme en todo este tiempo, Thiago. Sin embargo, al final he descubierto que soy yo la que tiene que aprender a quererse, y nadie más que yo puede conseguir mentalizarme sobre eso. Es hora de que empiece a aceptar tus palabras y a asimilarlas, y dejar atrás mis tontos miedos por no querer escucharlas en todo momento.

—Me hace feliz escuchar eso, porque no sabes lo que me costaba retenerme.

A ambos les hizo reír el comentario.

—No hace falta que lo hagas más —le comunicó Linda—. No solo estoy agradecida contigo por ayudarme a crecer, si no que, a pesar del conflicto que hemos atravesado, he descubierto de lo mucho que me gustan especialmente tres virtudes de ti.

—Me pregunto cuales serán.

Linda no necesitó más que observarlo para que las palabras le nacieran desde dentro.

—La primera, es la ternura con la que intentas enamorarme cada día; tu insistencia por hacerme sentir mejor, y que jamás dejas de lado, pase lo que pase. La segunda, es tu constancia por ayudarme y no flaquear aunque otras personas te impulsen a hacerlo. En otras palabras, tienes suficiente madurez para no desistir en tus responsabilidades.

—¿Y eso último lo dices por la perezosa de Sonia?

Ella rodó los ojos.

—¡No me interrumpas!

—Está bien, está bien.

—Y la tercera —prosiguió—, es tu lealtad hacia mí. Son las tres virtudes que hasta ahora no he podido encontrar en nadie. Nadie que no sea el hombre del que estoy locamente enamorada.

A Thiago le brotó un rayo de esperanza.

—¿Me quieres?

—Por este conflicto me he dado cuenta de lo mucho que me asusta perderte —confesó Linda—. De la necesidad que tengo de tu labia para decirme cosas tan preciosas todos los días, y de tus ganas de permanecer a mi lado para aprender nuevas cosas el uno del otro. Y es por eso, que acepto casarme contigo, Thiago. Acepto ser la mujer de tus sueños, como también acepto convertirme en tu esposa.

Y después de un magnífico beso, no fue Linda la que acabó arrastrando a Thiago al altar, más bien, fue cosa de dos. Dos personas que aprendieron a ayudar, pulir y mejorar el defecto del otro, y apoyarlo en sus dificultades y a halagarlo en sus mejores virtudes. Linda no dejó de enseñar a Thiago a tomar responsabilidad de las nuevas dificultades, de tomar decisiones frente a hechos inesperados, y a esforzarse para mantenerse fuertes a pesar de lo que les viniese por delante. Por su parte, Linda agradecía a Thiago todas las palabras que le dedicaba, fuera del lecho...y dentro de él. Y así, fue como Thiago fue haciéndose poco a poco un poeta en toda regla por todos los versos que le dedicó a Linda cada día por el resto de su vida.

FINAL DEFINITIVO

Y si fuera... ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora