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Los ojos de Allen estaban cerrados, bajo sus párpados la humedad acumulándose como cristal; mientras las plumas continuaban descendiendo, cubriendo el cuerpo del ex exorcista como una manta divina. Nea seguía contemplándole, tendido frente a él casi como si fuese su reflejo. Sujetaba su mano, mientras los irises dorados del Noé apreciaban con oculta amargura las facciones, ahora plácidas, de quien había significado uno de los mayores milagros en su vida; su salvación...

«Su voz era fina y afable, capaz de hacer que todos los pensamientos del joven Noé se desvaneciesen en un blanco puro, siendo incapaz de prestarle atención a nada más que a las bellas palabras que se filtraban hermosamente de los labios de aquel muchacho.

Nea conocía muy bien esa sensación, pero a pesar de todo jamás se terminaría de acostumbrar a ella. Era sublime, incomparable; y es por eso que le asustaba. Porque no podía imaginar que algo que evocaba tal perfección se encontrase tan cerca de él, al alcance de sus manos. El joven frente a él siempre le había parecido una majestuosa ilusión, desde el primer momento en que le miró. Un espejismo, un lenitivo que calmaba su atormentada mente. La paz personificada.

Cuando las palabras canturreadas dejaron de sonar, Nea se percató de que sujetaba las manos ajenas. Con delicadeza, como si tuviese miedo de romperlas; y al mismo tiempo, de manera devota y suplicante. El más bajo, aquel perfecto intérprete, le observaba con un nerviosismo que a toda costa intentaba camuflar, con su labio inferior temblando perceptiblemente.

Tan puro y transparente. Una entidad incapaz de ocultar nada, ni sus propios sentimientos.

Besó aquellas frágiles manos, no una ni dos veces, sino que muchas más; queriendo memorizar por completo la textura y la fragancia de éstas. Grabarlas en sus labios para no olvidarlas jamás. Sellarlas con tantos besos como le fuese posible.

Nea siempre supo que tenerlo a él era algo que jamás se habría merecido y que, sin embargo, poseía. Tenía miedo de tenerlo a su lado. Miedo de quebrarlo, y finalmente destruirlo.»

—¿Puedes recordar, Allen? —Habló por encima de sus remembranzas, contemplando al aludido y sabiendo que no obtendría respuesta por parte de éste.

La preciosa alma de aquella existencia mártir se había extinguido por completo. Allen no estaba y ya no volvería.

Al final... había hecho lo que tanto había temido. Había quebrado a Allen.

Volvió a acariciar el cabello del albino, para luego delinear las facciones de su rostro durmiente. Nunca cansándose de contemplarlo, de admirar tal sublime belleza y aquella cegadora pureza.

—¿Por qué Allen me olvidó? —susurró, fijando su vista en los dedos ajenos que sus labios rozaban al hablar.

Lentamente el tarareo de una nana comenzó, esta vez originado por la propia voz del Decimocuarto; mientras sus irises doradas se cristalizaban por la humedad. Sus facciones deformándose en agonía mientras su voz quebrada se esforzaba en pronunciar cada verso de la canción de cuna que Allen alguna vez le había enseñado y dedicado. Dejó que el mundo a su alrededor se resquebrajase como hielo, junto con el alma de Allen. Todo rompiéndose como trozos de cristal hasta esfumarse, mientras el alma del Noé resurgía desde aquel abismo para tomar posesión del cuerpo del exorcista.

Cuando abrió los ojos y volvió al presente, ya noquedaba ningún resquicio de lo que había sido la existencia de Allen Walker;quien a sus dieciséis años, había sido vencido por las memorias del Noé de laDestrucción.    

Neah x Allen || Broken by || RayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora