Capítulo 17.

3 0 0
                                    

Remy caminaba con una sonrisa y el paso firme, la gente se apartaba por el pasillo permitiendo que pasara sin ningún tipo de contratiempo. Sus trabajadores estaban frente a una de las puertas de las oficinas discutiendo entre ellos el caso y como iba desenvolviéndose.

-Buenos días señores- les saludó.

Llevar dos trabajos le había parecido algo muy duro al principio, no quería que la gente conociera su ocupación y por ello quería quedarse con el taller... Poco a poco tener que reparar coches se había convertido en un hobbie y, además, una manera de investigar. El hecho de que su padre hubiera tenido todos aquellos contactos gracias a su taller le facilitaba todo siempre.

-¿Está dentro?

-Sí, lleva media hora gritando así que si notas que se pone nervioso llámanos.

Todos sabía que Remy no llamaría a nadie a no ser que levantara un arma, no le gustaba pedir ayuda. No necesitaba nada de nadie.

-¿Dónde está la chica?

-Shh- le guiñó el ojo-, está a salvo.

Remy abrió la puerta y entró como si estuviese interrumpiendo una celebración, se sentó frente al chico y sonrió en forma de saludo. Samuel observaba al agente con odio, tenía la cara totalmente magullada y si sonreía las heridas le tiraban de la piel pero, aunque no estuviera lastimado, jamás le habría sonreído a un joven como aquel.

-Sabía que no podía confiar en ti- susurró-, eres un hijo de puta.

-Has dado en el clavo- le felicitó el joven sonriente-, pero creo que me ganas... Un hombre, un triunfador, capaz de vender a su hermana a gente peligrosa por un poco de pasta cuando el negocio le va tan bien no es mejor que un hijo de puta como yo.

La sonrisa de Remy se borró de su rostro y apareció una seriedad que era capaz de atemorizar a su adversario, lo prefería de buen humor. Todos sabían como era Remy aunque fuese un joven de lo más complicado, el adolescente que un día entró en el oficio y nunca pudo escapar. El chico que estaba atrapado por su trabajo y le gustaba, el que podía ganar a los más expertos. Al principio nadie lo respetaba, nadie confiaba en su eficacia pero con el tiempo comenzaron a temerlo. No podían burlarse de él, no querían hacerlo por temor a lo que pudiera hacerles si se sentía mínimamente amenazando. 

-¿Algo que explicarme?

-No vendí a mi hermana a nadie- respondió apretando los dientes-, la iba a entregar a su deber... Yo no cobro por ello.

-Ah, ¡mucho mejor! No la vendes si no que la regalas... Me pareces un gran tío, siempre pensando en las minorías.

-Mi padre dijo que así sería- explicó- y así será... Ninguno de tus agentes será capaz de parar lo que se ha puesto en marcha.

-Sí que podemos, aún os falta la chica.

-Ella no tiene nada que pueda ayudarnos a reducir a la mafia- lo miró a los ojos-, queríamos su mente para sonsacar a los presos que pertenecían a la organización... Íbamos a darle un empleo.

-Noto que ya hablas en primera persona- destacó el joven-. Eres un monstruo, sabes perfectamente que si hubieran cogido a tu hermana ella se habría negado a todo eso y sabes lo que le habrían hecho en ese caso.

-Sí.

-No hay más que hablar, volveré mañana por si estás menos agresivo... ¡Señores tengo una confesión!- sacó la grabadora y la paró- Toda la inteligencia se la llevó la Señorita Roth por lo que veo...

Remy se dirigía hacia la puerta cuando encontró la mano de Samuel apretándole el hombro.

-No me toques- le advirtió sin darse la vuelta.

-Dile a Alma que no es lo que parece y que la quiero.

-Le diré eso mismo y estoy seguro de que sabrá interpretarlo sin verte la cara de subnormal que tienes ahora mismo. Alma no va a poder ayudarte, ¿entiendes? Está a punto de desaparecer de tu vida para siempre.

-¿Te la vas a llevar tú?- preguntó con burla.

-Lo más lejos que pueda.

Abrió la puerta y salió dejando que entrasen sus trabajadores para llevárselo a otro lugar, a uno frío y oscuro donde pudiera pensar con claridad unas cuantas horas más. Caminó por los pasillos con la misma firmeza de siempre para encontrarse con su jefe.

-Remy- le saludó-, ¿cómo va el caso?

-Viento en popa a toda vela- respondió sentándose-, tenemos atrapado al hermano y la chica está a salvo.

-No hemos visto a la chica aún- comentó el jefe-, es un poco extraño.

-Por supuesto que no es extraño, la señorita está bajo mi tutela.

-Alguien me ha comentado que tiene alguna que otra tendencia a llamar la atención, ¿no estaría mejor en una de nuestras cámaras?

-No podemos retenerla- le recordó- y jamás se quedaría aquí encerrada por gusto... Ya no se lo he propuesto porque sabía que era una pérdida de tiempo.

-Estoy seguro de que es por eso...- suspiró-. Ten cuidado Remy, eres de nuestros mejores agentes y no quiero que falles, ¿entendido?

-Siempre entiendo.

-Más te vale porque no me gustaría tener que despedirte y devolverte al nido de víboras del que te sacamos.

-No sucederá señor.

-Eso espero... Ya puedes volver a cuidar de la chica, procura que todo salga como tiene que salir y no os metáis en líos.

Remy salió de aquel lugar preparado para volver a casa y, tal vez, planear una manera discreta de sacar a la señorita Roth del país, era lo mejor para ella y para todos. El jefe no paraba de pedir que se llevara a la chica a algún sitio, ¿qué país sería el conveniente para una persona como Alma? Se subió al coche y condujo con la música alta mientras en su mente todo bailaba durante unos minutos, ¿qué tenía de malo desconectar durante unos segundos? Frenó frente a la vieja casa de su padre y apagó la radio, se acercó a la puerta de la inmensa mansión y entro observando que cada jarrón estaba en su lugar, al igual que el polvo acumulado por los años. Subió a la planta superior y sacó otra llave de gran tamaño, una de esas llaves viejas que ya nadie usaba. Al abrir la enorme biblioteca, donde su padre había acumulado más de 50.000 tomos sobre todo tipo de cosas. 

-Alma, he vuelto.

-Me da igual.

La chica parecía enfadada, y le parecía normal después de haberla encerrado en aquella biblioteca pero no podía dejarla sola en su casa. Entró en la enorme sala y pudo verla tumbada sobre uno de los escritorios rodeada de torres de libros y observando la cima de las mismas totalmente concentrada. 

-¿Qué estás haciendo?

-Pues como me has dejado aquí primero decidí leer pero me aburrí así que me pasé a la arquitectura- explicó sin moverse de su postura.

-Nos vamos.

-Si me muevo las torres cederán y se vendrá todo abajo... Me haría mucho daño si uno de esos pesados libros cayera sobre mi preciada cabecita. 

-Señoras  y señores he aquí la mujer más madura que conozco.

-No deberías decirme eso podría atacarte.

-¿Cómo? Te recuerdo que no puedes moverte.

-Pues si quieres volver a casa vas a tener que deshacer mis torres... 

Silencio entre rejas.Where stories live. Discover now