Capítulo 4.

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Alma se fue de la cárcel tras hablar con Javier durante unos minutos, el hombre le recordaba lo del mando y que no debía dejarlo fuera de su alcance nunca.

-Lo sé, ha sido todo culpa mía- admitió la chica queriendo que la charla terminase de una vez-. El coche está esperándome fuera, me gustaría que mi hermano no supiera de este incidente.

-Claro, no le diré nada. Retendremos a Gabriel, está claro que no está listo para salir de aquí.

-Por supuesto, no está preparado. Aún así quiero trabajar con el mismo grupo de presos, sobre todo con Alessandro, me parece que he avanzado con él hoy.

-Me alegra escuchar eso. Recuerda que si alguno de los presos y tú tenéis un problema debes conmentármelo sin dudar... Sea el tema que sea.

Al escuchar aquella frase sospechó que Javier sabía algo de sus adicciones por parte de su hermano, tal vez Samuel le había comentado sobre el tema y a su jefe no le había importado. Las caras conocidas son mucho mejores que las eficientes, el esfuerzo no hace nada lo hace la fama.

Alma salió del edificio con los ojos del preso clavados en ella. No le gustaba tener que chantajear a nadie pero debía hacerlo si quería salir de allí cuanto antes, ansiaba volver a la vida real. La joven subió a un vehículo negro y se alejó de allí. Había tenido suerte.

-Lo has hecho bien.

Se giró y vio a José, el hombre había posado su mano en el hombro y observaba como la chica se alejaba de la cárcel en el coche. Los hombres de quedaron en silencio unos segundos hasta que la perdieron completamente de vista.

-Es muy joven para estar aquí, es normal que reciba este tipo de sustos por parte de hombres como Gabriel... Ahora sabe que no todos somos así gracias a ti.

Alessandro sintió cierto remordimiento, seguramente pensaba que todos eran así pero tenían una máscara de amabilidad cubriéndoles la cara y todo por su chantaje.

-Es la más amable que hemos tenido nunca- continuó el hombre-, ¿recuerdas a la última que vino a vernos? Siempre faltando, esta me trata de usted... Como a todo señor. 

-Sí, la verdad es que es bastante amable con vosotros.

José asintió con la cabeza, los hombres de su edad ya no estaban para fijarse en niñas tan jóvenes pero sí que debían apreciar la amabilidad de estas. La generación de Alma tenía fama de dispersa y maleducada sin embargo la joven parecía ser una excepción a la norma, aunque tal vez todo era una exageración de los medios... La generación joven siempre tiene mala fama, en todo momento. Su generación había sido la joven años atrás y también habían soportado críticas de los más mayores, de la gente que no deseaba que hubiera cambios en el mundo. ¿Cambiar? No hace falta, estamos todos tan bien viviendo en las mentiras que nos hemos inventado con el paso del tiempo que cambiar supondría la rotura de todo lo que hemos creado. Pero a veces hace falta un cambio, algo que rompa todos los esquemas y nos haga ver mucho más allá de lo que nuestros ojos pueden apreciar. José no apreciaba la mentira en la que había vivido, no le gustaba saber que nada era real y que no podía hacer nada para cambiarlo. La gente como Alma estaba para cambiar las cosas y ayudar a los ciegos a guiarse por los senderos llenos de tropiezos, eran luz.

-Espero que mañana venga a la sesión- comentó el hombre mirando al joven a los ojos-, estoy seguro de que nos hace buena publicidad al jefe... Saldremos pronto de aquí.

-¿Qué piensas hacer al salir de aquí?

-Yo ya estoy mayor, creo que me dedicaré a pensar el tiempo que me queda. El único que tiene posibilidad de cambiar algo eres tú Aless.

-No sé que voy a hacer al salir de aquí, nadie me va a querer.

-Eres un joven muy estúpido.

El hombre rio y se alejó de él. A veces hablaban, era la única persona de toda la cárcel con la que mantenía conversaciones. Cuando llegó del centro de menores el hombre se le presentó y comenzó a contarle una historia sobre la mitología griega sin dejarle decir nada. Se pasó horas hablando solo sin necesidad de que Alessandro le contestase para evitar el silencio, un monólogo entrañable. No tardó en darse cuenta de que todos los presos respetaban a aquel hombre, que no hacía daño a nadie, y lo trataban bien a pesar de su edad y debilidad. Él no había podido conseguir el respeto de nadie de esa forma, había tenido que recurrir a la amenaza y la violencia.

-Cada uno hace lo que puede- le dijo una vez José-. Aférrate a lo que tienes aunque eso requiera la violencia, no dejes que te pisen.

La vida en aquella cárcel era aburrida, movían a los presos de sala en sala para luego dejarlos dormir en sus celdas durante unas diez horas. A la gente como él, cuya condena estaba a punto de desaparecer, les daban mayor libertad para ver como gestionaban sus actos y tiempo. Por ahora todo su grupo estaba recibiendo buenas críticas, exceptuando a Gabriel. Mientras pensaba en todo aquello se dio cuenta de que deseaba saber más de la psicóloga aquella, sabía su nombre apellido y alguna que otra cosa sobre sus libros pero quería más.

-Me han dicho que te has peleado con Gabriel para salvar a la infanta.

Los guardias le habían puesto ese mote durante la comida, les parecía fascinante que una niña pudiera juntarse con los presos con tanta seguridad y preguntarles cosas sin sentir escalofríos al recibir la respuesta. Sergio estaba fascinado con aquella chica y no tenía ningún tipo de reparo en mostrarlo durante las conversaciones con su amigo.

-Sí, es verdad... No sé dio cuenta de que aún estaba en la sala.

-Bien, así podrás salir de aquí y podremos ir a tomar unas cervezas a un bar de verdad.

Sergio era uno de los guardias de la cárcel, él y Aless eran amigos del colegio y su reencuentro en la prisión había resultado de lo más irónico. 

-Sí, estoy intentando sumar puntos positivos.

-Me alegra oír eso tío, por fin... Cuando salgas podrás quedarte en mi casa unos días, o meses... Lo que quieras.

-Gracias... Pero cuando salga tendré que solucionar un par de problemas antes de asentarme en ninguna parte.

-Pero cuando termines quiero que sepas que tienes un sofá libre en mi casa... Desde que no vivo con mi madre me siento bastante solo.

Los chicos rieron. Las alarmas comenzaron a sonar indicando que las celdas que estaban abiertas iban a cerrarse para asegurar una noche tranquila dentro de la prisión. Los hombres se pusieron al otro lado de las rejas esperando a que saltara el seguro y quedarse dentro una noche más de tantas que ya habían pasado allí dentro.

Alma estaba en el hotel en medio de una crisis de ansiedad, no quería ese trabajo pero le importaba como el mundo la pudiera ver... Le daba igual que la considerasen egocéntrica e insoportable, no quería que supieran que era una adicta de tantas. Ahora estaba totalmente bajo el poder de aquel chico por no haber tenido más cuidado, no iba a permitirse nin un solo error más. Sería una competición de ingenios y ella estaba totalmente segura de que vencería, iba a ganar.

Silencio entre rejas.Where stories live. Discover now