Explorando Corea del Sur

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Era la primera vez que viajabas sola y recorrías tantos kilómetros, pero tu sueño era viajar al continente asiático e impregnarte de su cultura, sus hábitos, su idioma, su gente y quién sabe, quizás conocer a alguien, ya que llevabas bastante tiempo falta de cariño.

Tenías reservado tu hotel en la ciudad de Seúl y además habías investigado por Internet los mejores restaurantes de allí. Tras bajar del avión, llamaste un taxi, cargaste tu equipaje y te dirigiste a tu alojamiento para instalarte. El taxista era muy simpático, además aprendiste algunas expresiones coreanas para intentar hablar con la gente. A través de la ventana observabas la ciudad; era preciosa, tenía un encanto especial ya que sus calles te transmitían una sensación de bienestar y armonía. Habías oído muchas historias, como que la gente era muy educada, que estaba prohibido dejar propinas o que se fiaban de ti en todas partes. ¡Además comían pulpo vivo! Tenías que experimentar y probar todo lo que pudieras, eso te encantaba.

- Kamsahamnida! Annyeong! - dijiste al taxista, agradecida por su simpatía.

Mientras arrastrabas tu maleta, entrabas al hotel, saludando al personal con tu coreano básico. Pediste tus llaves en recepción y subiste a tu habitación a dejar tus pertenencias. Habías invertido mucho dinero en este viaje por lo que tenías las mejores vistas de la ciudad. Estaba anocheciendo y el hambre ya llamaba a tu puerta. Era una sensación algo extraña, ya que el cambio de horario era muy drástico desde tu país a este. Ya te acostumbrarías, solo pasarías allí un par de semanas. El frío era intenso, por lo que te abrigaste mucho y saliste en busca de un restaurante para cenar.

- Ahh, esta carne a la brasa estaba deliciosa aunque un poco pesada a estas horas - murmuraste tocando tu panza mientras terminabas de cenar.

Tras la cena, decidiste probar algún Karaoke y así, animarte a conocer gente coreana y practicar el idioma. Encontraste uno a unos pocos metros, así que pasaste. El ambiente era muy agradable. Dejaste tu abrigo en el ropero y tomaste un taburete pegado a la barra para pedir algo de beber mientras observabas aquel lugar.

- ¡Hola! ¿Qué desea tomar la señorita?

- Oh ¡hola! Ponme un whisky, por favor - dijiste algo impactada por la belleza de aquel muchacho.

Era un joven bien trabajado, moreno, alto y con una mirada peculiar. No pudiste evitar sonrojarte mientras lo mirabas.

- Veo que no eres de aquí, ¿te gusta la ciudad? - dijo el joven mientras colocaba un par de hielos en tu copa y te servía la bebida.

- ¡Vengo de España! Y sí, de momento me está gustando mucho. Me encanta viajar y conocer gente de todas partes del mundo y aprender idiomas, todos los posibles.

- Vaya, qué chica tan inteligente. Me gusta esa actitud. Por cierto, mi nombre es Jungkook, ¿el tuyo?

- Ah, qué descortés por mi parte. Mi nombre es T/N, un placer - decías mientras vuestras manos se estrechaban en señal de saludo.

- Oh, quizás suene atrevido por mi parte pero... si te apetece esperar a que salga del trabajo puedo invitarte a mi apartamento y enseñarte lo que pueda a propósito del idioma, costumbres culinarias y demás... Ahh... no tenía que haber sido tan bocazas, lo siento, olvídalo - dijo avergonzado por su atrevimiento.

- ¡No para nada! Sería un placer acompañarte, además no tenía ningún plan para más tarde - dijiste con la voz temblorosa por los nervios.

Aquel chico te estaba provocando algo por dentro. Mientras servía a los demás, te lanzaba miradas lascivas y sonrisas llenas de picardía, lo notabas. Le quedaba tan bien aquella camisa blanca ceñida a su torso y ese pantalón de vestir negro... Esa noche tú lucías una falda beige, jersey negro de lana y unas botas altas por encima de las rodillas, además de un enorme abrigo y una enorme bufanda que vestían tu cuerpo frente al frío polar de aquella ciudad.

- Oye, T/N, voy a recoger y cerrar el local, ¿qué tal si me esperas en la parte trasera y ya vamos a por mi coche? - dijo aquel joven mientras pasaba el trapo por la barra.

- Sin problema, ¡nos vemos ahora! - sonreíste levantándote de aquel taburete y dirigiéndote a por tus prendas de abrigo.

Una vez allí, prendiste un cigarro para ahogar esos nervios que invadían tu cuerpo. Cada calada era un pensamiento que venía a tu mente sobre aquel chico. Se abrió la puerta y salió él, con un enorme abrigo negro y las llaves del coche en la mano.

- ¿Lista? Tengo el coche a unos escasos metros de aquí - dijo iniciando la marcha - Por cierto, hay algo que no te he dicho, espero que no sea inconveniente y no te sientas incómoda, si es así lo entenderé y te llevaré a tu hotel.

- ¿Cuál inconveniente? - pensaste preocupada, quizás tenía pareja o vivía con una gran familia...

- En mi apartamento vivimos 7 chicos. Somos un grupo de buenos amigos que decidimos comprar juntos un apartamento y hasta día de hoy nos va genial así. Eso sí, te advierto que somos un poco desordenados, espero que no te asustes - dijo entre risas, algo avergonzado.

- ¡Ah, qué buena idea la de compartir tu hogar con amigos cercanos! Jaja, no te preocupes, también soy joven y he pasado por muchos pisos de estudiantes que te sorprenderían, te lo aseguro.

- Entonces, ¿te vienes? - dijo entusiasmado.

- ¡Claro! Me transmites confianza, me fío de ti.

Llegasteis al auto y él pasó a abrirte la puerta, mostrando ser todo un caballero.

- Adelante, señorita.

Entraste al coche gratamente sorprendida. Tras entrar él, encendió la calefacción para que no cogieras frío. Te encantaba observarlo, cada mínimo detalle de su expresión. Sus manos mientras agarraba el volante dibujaban una especie de arte que nunca habías presenciado. Estaba concentrado en la carretera y tú concentrada en las líneas de su rostro. En ocasiones, te miraba de reojo, observándote también, y eso te ponía más nerviosa. ¿Qué impresión tendrá de mí? ¿qué le habré parecido? te preguntabas mientras estabais de camino.

 ¿Qué impresión tendrá de mí? ¿qué le habré parecido? te preguntabas mientras estabais de camino

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Los 7 pecados carnalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora