Aquella persona

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Theo queda totalmente sorprendido cuando Becky besa sus labios con pureza, con inocencia... Su inexperiencia y determinación termina por cautivarlo, y sonríe sobre esa tierna muestra de afecto. Lentamente cierra sus ojos dejándose llevar por esa boquita candorosa y dulce.

Con movimientos torpes y temblorosos entrelazan sus labios manejando un ritmo lento pero tentador. Los latidos de sus corazones se aceleran al igual que sus respiraciones. Las miradas curiosas son ajenas y distantes. Solo existen ellos dos, experimentando, aprendiendo... Actuando por instinto, y hasta por impulso.

Ella suelta la chaqueta, para llevar sus manos alrededor de su cuello, al mismo tiempo que él baja las manos ansiosas para encerrar su cintura. Su perfume embriagador lo vuelve loco. El sabor de sus labios que hace tiempo deseaba probar se ha convertido en su mayor adicción. Sensaciones reprimidas que por fin es capaz de apreciar.

Becky es la primera en separarse para clavar su mirada suplicante sobre la de él.

—No te vayas —susurra.

Theo se limita a sonreír y a abrazarla junto a su pecho permitiéndole oír su palpitante y agitado corazón.

—Finalmente te confesaste —dice mientras le toma la mano para hacerla caminar junto a él.

—¿Qué? —Se detiene de golpe sin poder ocultar el rubor en sus mejillas—. ¿Yo? Fuiste tú quién te confesaste a través de la carta. —Levanta el papel muy cerca de su cara.

—¿Cuando me confesé? Yo no escribí nada de eso.

—Dijiste que era importante para ti.

—Pero no dije que me gustaras abeja.

—Te mueres por mí, se ve en tus ojos. Siempre lo supe, no había necesidad de decirlo. —Vuelve a caminar jalando su mano.

Theo simplemente sonríe negando con la cabeza. Sinceramente no sabe en qué momento empezó a albergar sentimientos por ella. Nunca antes había sentido algo tan intenso por nadie, en realidad, no se había fijado en nadie, ella era su primer amor. Y era consciente que él también era el de ella. También era consciente que su relación con la abeja no iba a ser color rosa. Quizás por eso nunca se atrevió a confesarse, y eso que estuvo a un pelo de hacerlo. Cuando ella lo fastidiaba y lo sacaba de sus casillas, se veía en la obligación de cerrarle la boca con un beso. Pero nunca se atrevió, quizás porque temía su rechazo, porque ella nunca mostraba sus sentimientos. Esa carta fue la mejor idea que se le vino a la mente. No podía marcharse sin decirle indirectamente que había caído en sus garras, o más bien en su panal. Se había enamorado sin darse cuenta, se había enamorado de ella entera, incluso de la inmensa lista de defectos que poseía.

Aún tomados de la mano bajan del ascensor, en silencio, meditando y asimilando lo que acababa de ocurrir, y lo que probablemente vendría. En la salida se topan con los muchachos.

—Theo, ¿ya no te vas? —Se aproxima Mario sin ocultar la emoción que refleja sus ojos—. ¡¿Y eso?! —se exalta señalando las manos de la pareja—. ¿Son novios?

Las amigas de Becky se muestran igual de asombradas.

—Jane —musita Charlotte—, creo que estoy alucinado...

—Me pasa lo mismo a mí...

Joory vislumbra sus manos enlazadas con el corazón petrificado. Lo perdió... perdió al chico que le gusta con la persona que más detesta en el mundo. Se arrepiente de no haber impedido que su hermana subiera a verlo. Qué tonta fue al creer que solo iba a despedirse. Ahora la odia más, sabe perfectamente bien que Becky no siente nada por él, que solo lo hace para dañarla. Y él... ¿cómo pudo caer en sus venenosas redes?

ABEJA REINA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora