Encontrando lo que se había perdido

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Becky no puede creer que aquel muchacho que atropelló hace unos días esté en su escuela. Eso no tiene sentido.

—Buenos días con todos. Mi nombre es Theo Britter, vengo de la escuela Juan Pablo, cuiden de mí por favor.

Todos murmuran por la llegada de aquel muchacho, Mario lo saluda con la mano, y éste corresponde el saludo con una sonrisa.

—Toma asiento junto aquél —señala el maestro—. Mario, levanta la mano para que te vea.

Mario lo hace sin dudarlo.

Becky observa todo sin poder creérselo. Theo pasa junto a ella y se quedan mirando recordando lo ocurrido en aquel día.

<<Ni creas que permitiré que te quedes>>. Se dice la chica para sí misma.

Theo y Mario se saludan con un extraño movimiento de manos.

—Así que te decidiste por San Idelfonso —murmura Mario.

—Así es. —Le da un golpe amistoso.

—Debiste habérmelo dicho, así  hubiésemos venido juntos.

—Quería darte una sorpresa.

—Vaya que me la diste. ¿Sabes que es lo que me alegra más?

—¿Qué? —curiosea mientras saca una libreta.

—Ahora subirán mis calificaciones.

—¿Estudiarás más?

—No, ahora  podré copiarme de ti en los exámenes. —Theo sonríe por el comentario de su amigo.

🐝🐝🐝

El señor Coleman camina lo más despacio que puede para no despertar a la muchacha. Ha estado desde temprano en el hospital para poder verla.

—¿Cuál dices que es su nombre? — pregunta a su asistente.

—Es Joory.

—¿Joory? —Se sorprende. <<se llama Joory como mi hija perdida>>—. Dime Peter, ¿no crees que esta muchacha se parece a Becky?

—Lo creo Señor, incluso tienen la misma edad.

Un rayo de esperanza nace nuevamente en el corazón del señor Coleman, ¿podría ser aquella muchachita su hija perdida? Los recuerdos vuelven a su mente, golpeándolo con dureza.

Años atrás.

Los fuertes gritos de su mujer lo despiertan de su sueño, ¿qué habrá ocurrido?

— ¡Joory! ¡Joory! —grita con fuerza entre llantos, con la garganta a punto de desgarrarse.

— ¿Qué ha pasado? —pregunta nervioso al ver a su mujer e hija llorando desconsoladamente.

—Joory ha caído al agua papá —llora la pequeña—. Mi hermanita se ha caído. Estos señores la buscan.

Sin esperar nada más, se lanza al mar con el fin de encontrar a su hija.

La noche perturba la búsqueda, el cuerpo congelado del señor Coleman amenaza con derrumbarse en cualquier momento.

—Fue mi culpa —llora su esposa abrazando con fuerza a la pequeña Becky quién duerme entre suspiros—. Mi culpa, fue sólo mi culpa.

—Tranquila. Los marinos la encontrarán. No fue tu culpa, fue un accidente.

Siente una fuerte opresión en el pecho al recordar tan fatal día, desde entonces su vida se tornó triste, cada día era un martirio. Luego el suicidio de su esposa.

ABEJA REINA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora