La luz.
Cada vez que la veo me acuesto en la cama, esperando a que venga.
Que se acurruque conmigo, rodeando mis tripas, dejando su remedio en cada rincón de mi cuerpo.
Que me diga lo que tengo que escuchar, esa voz tan celestial y juguetona pronunciando esas palabras y que de nuevo se hunden en mi piel, dejando suaves destellos en ella.
Siento como se apaga, pero la sujeto fuerte y ella brilla más que nunca.
Siento como tengo que mantenerla conmigo, cuidarla, darle cariño.
Pero llega el momento que me canso, que me encandila.
Y la suelto, dejo que se desvanezca en mi habitación dejando estrellas que lloran, que lamentan.