§II. Futuras amistades

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—México, Agosto 2008—

Se escuchó una guitarra eléctrica, era el celular tocando a todo volumen la canción de American Idiot de Green Day, había estado sonando por casi 30 minutos, salió una mano por entre las cobijas y tomó el celular, aún con la cara en sollozo por el sol que entraba en la habitación intensificado por las cortinas amarillas, estuvo a punto de aplazar de nuevo la alarma pero vio la hora.

—¡Fuck! —. Exclamó el joven —. Llegaré tarde a tomar el camión y en el primer día de escuela.

Dió una zancada fuera de la cama y se metió a la regadera, se alistó en menos de 20 minutos, bajó las escaleras rumbo al comedor; su abuela Magdalena, una enfermera jubilada del IMSS que se hacía cargo de su nieto, ya le tenía el desayuno preparado. Engulló el desayuno y se dirigió a la parada del camión que estaba a tan solo una cuadra de su casa.

Subió al camión, pagó el boleto que tenía el nombre del bachillerato donde estudiaba y un sello al reverso; Enrique era un alumno callado, de pelo lacio, negro y siempre desalineado, se peinaba solo en ocasiones, casi no tenía amigos y no le gustaba mucho el contacto con la gente, le gustaba sobresalir por encima de los demás, así que siempre elegía lo asientos de hasta enfrente; tenía la manía de colocar su mochila a un lado de él para que nadie se sentara a su lado y le disgustaba escuchar las ideas de los demás cuando éstas eran opuestas a las suyas.

Detrás de él en la misma parada subió otro joven, más alto y de complexión delgada su nombre era Brandon. Enrique y Brandon se conocían desde la secundaria, sólo habían tenido trato formal ya que no iban en el mismo grupo, ni tampoco se desenvolvían en el mismo grupo de amigos; a diferencia de Enrique le gustaba de sentarse hasta atrás del autobús, no le gustaba llamar la atención hasta que tuviera medido y analizado el terreno, su pelo era corto y sus facciones afiladas, era capaz de devolver una sonrisa por compromiso, si la situación lo ameritaba.

El día transcurrió como de costumbre, un día aburrido en donde profesores entraban y salían del aula, el reloj de uno de los alumnos contaba los segundos con cada tic toc, resonando en la cabeza de todos en el aula, una cara desconocida tras otra, siempre con el mismo diálogo y sin nada bueno que decir en el primer día de clases, el silencio se detuvo cuando sonó la campana que indicaba la hora del receso. Enrique fue el primero en salir y bajó las escaleras hasta la cafetería, ordenó lo primero de la pizarra, tomó su charola y se sentó en la mesa de hasta el fondo junto a la ventana que daba hacia la cancha de basquet; un joven se acercó a él mientras tenia la mirada perdida en el juego.

—¿Está ocupado? —.

Enrique volteó a ver los demás asientos en la cafetería y se percató que todas las mesas estaban ocupadas, hizo una mueca y le contestó.

— No, claro que no, adelante —. Señalando la silla frente a él.

— Soy Marco, a propósito Marco Antonio —. El joven colocó su bandeja en la mesa mientras se sentaba.

Marco era un chico alegre, a veces sonreía sin razón aparente, de complexión media; cabello castaño claro siempre lo peinaba hacia atrás. No le gustaba su pelo ondulado por que era muy rebelde, así que utilizaba mucho gel para aplacarlo como él decía.

Enrique no hizo intento de iniciar conversación, un silencio incómodo se suscitó, sin embargo, Enrique no podía evitar sentirse tranquilo ante la presencia de Marco. La campana rompió el silencio nuevamente, el receso había terminado. Marco intentó despedirse pero Enrique se dió la vuelta antes de que él pronunciara palabra alguna. Para sorpresa de Enrique; Marco y Brandon habían quedado en el mismo grupo que él.

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Mientras tanto en el grupo de al lado, iniciaba la clase de Álgebra; todos los alumnos estaban sentados en sus pupitres cuando la profesora Diana entró al salón.

—Buenos días, yo seré su profesora de Álgebra, mi nombre es Diana—. Exclamó la mujer que acababa de entrar por la puerta. —¿Alguien ya tiene el temario del curso?—.

—¡Yo! —. Una joven al frente del salón levantó la mano —Mi nombre es Dinorah, tengo ya los temas subrayados y divididos por semana—. Se levantó y extendió las hojas que tenía sobre el pupitre.

Dinorah estaba acostumbrada a ser el centro de atención y destacar en todo, todas las habilidades que ella consideraba que le faltaban a su personalidad para adquirir alguna nueva destreza, las entrenaba hasta dominarlas, era una joven carismática y sociable por naturaleza, acostumbrada a ser la más inteligente de su grupo, optimista, atenta y amable; características que la llevaban a confiar en las personas de manera aguda. Sus ojos eran grandes y expresivos, su pelo negro, rebelde y ondulado de complexión robusta y estatura media.

—Está bien iniciaremos con el tema de hoy clase —. Dijo la profesora mientras le devolvía las hojas a Dinorah—

Diana comenzó con la clase, mientras una alumna soñadora que sentada cerca de la puerta, solo podía ver hacia afuera esperando a que el día llegara a su fin. Alejandra, una chica tímida de pelo negro, ondulado tan largo que le llegaba apenas más allá de los hombros, al lado de ella estaba su mochila morada, encima descansaba un sombrero tejido con una cinta azul como adorno, ella adoraba las cosas pequeñas de la vida como tomar el sol y la caminata por senderos.

Magdalena, una chica seria pero calculadora, sentada en la fila de en medio hasta el fondo, no prestaba atención, su cabeza era un mundo repleto de posibilidades para alcanzar, pero sabía fingir interés de una buena manera, sus enormes ojos color café, su tez pálida hacían que su parecido al retrato de la Mona Lisa fuera impresionante, su pelo rojo encendido cuyos bucles caían hasta su cintura, y el porte de su cuerpo daba la impresión de que todo lo tenía bajo control.

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Transcurrido el tiempo, así como las estaciones en el calendario, lo que era verano se convirtió en otoño rápidamente, el mes de Noviembre casi llegaba a su fin, Enrique había aprendido a convivir con Brandon y con Marco, aunque aún no estaba listo para considerarlos sus amigos, por el contrario Alejandra, Dinorah y Magdalena pasaban todos los recesos juntas, y en tan solo pocos meses habían desarrollado una amistad inquebrantable o eso era lo que ellas creían.

 Brujas y guerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora