§IV. Las cartas del tarot

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—México, Abril 2011—

Dinorah estaba muy emocionada, llevaba consigo uno de sus regalos de cumpleaños; él más especial a su parecer. Una caja pequeña forrada con un papel rojo brillante y un moño azul eléctrico en la esquina, aparentaba la forma de un libro pero pesaba mucho menos que uno. Lo llevaba pegado a su pecho muy orgullosa, mientras veía el paisaje a través de la ventana del automóvil de su padre.

—Ya llegamos, hija—. Dijó el padre de Dinorah

—Gracias por traerme, papá—. Le dio un beso en la mejilla y bajo del auto.

Ante ella estaba la primera puerta de entrada al bachillerato, donde la esperaba la profesora que todos los días revisaba las credenciales de los estudiantes. Sonrió como de costumbre y subió al tercer piso, su salón ya había cambiado al ser estudiante de último semestre del grupo A.

—¡Muchas felicidades!—. La interrumpió Alejandra por la espalda, dándole un amoroso abrazo.

Enrique, Marco y Brandon salieron del salón de junto, para felicitar a Dinorah.

—¿Cómo te la pasaste ayer?—. Preguntó Enrique, quien después de tres años era más amigable y carismático, aunque tan solo llevaba un mes de conocer a Dinorah.

—Muy bien, me alegra que mi cumpleaños haya caído en domingo, y miren lo que traje—. Contestó Dinorah

—¿Qué es?—. Interrumpió magdalena quien acababa de incorporarse a la conversación y extendió los brazos para felicitar a Dinorah.

Dinorah se emocionó al ver el cabello rojo de magdalena, y le correspondió el abrazo.

—Es el regalo de mi tía, ella lleva dos años enseñándome a leer las cartas del tarot y al fin tengo la edad de tener el mío—. Le contestó a Magdalena mientras empezaba a abrir el paquete.

Dinorah tiró la envoltura color rojo al suelo y el moño se lo entregó a Enrique. Parecía la cobertura de un libro, pero al abrirlo se encontraban boca abajo varías cartas, en perfecto orden.

—Será mejor que las guardes, ahí viene la profesora—. Susurro Alejandra.

Inmediatamente Dinorah las oculto y les dijo a los demás. —Nos vemos a la hora del receso—.

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Ring, ring sonaba incesantemente la campana. Dinorah salió del salón con las cartas envueltas en una bufanda. Detrás de ella, Magdalena y Alejadra, caminaban por el pasillo buscando un aula vacía. Se metieron al salón de usos múltiples, un salón amplio y vacío.

—Le mandaré mensaje a los chicos—. Dijo Alejandra mientras sacaba su celular.

—¡Si! Diles que se vengan—. Confirmó Magdalena mientras Se arrodillaba en el suelo al lado de Dinorah

—¡Listo!, dice Enrique que ya vienen para acá—. Alejadra bloqueó el teléfono y se colocó al lado de Magdalena, formando medio círculo.

Las tres chicas se miraban las unas a las otras mientras Dinorah tomaba la caja cubierta con una bufanda y la colocó en el centro del círculo, se abrió nuevamente la puerta. Enrique, Marco y Brandon entraron al salón.

—Siéntense, vamos a empezar—. Dijo Dinorah

Tomaron asiento alrededor de las cartas completando el círculo.

—Primero leeré tu fortuna Brandon,— Dinorah volteó a ver a Brandon mientras tomaba su mano y la colocaba sobre el lomo de las cartas. —Toma la baraja y pártela en tres, revuelve el primer tomo, este nos revelará el pasado; el segundo tú presente y el tercero tú futuro—.

Todo está en silencio, Brandon hizo lo que Dinorah le pidió,

—Luego extiende las cartas sobre el suelo, toma tres cartas y colócalas enfrente de mi—. Brandon continuó con lo que parecía un juego, muy animado por saber que le dirían acerca de su fortuna.

Antes de que Dinorah tomara la primera carta comenzó a emitir un brillo tan fuerte que sobresalía por los bordes de la carta, todos en el lugar se quedaron en silencio, sin saber si huir o quedarse. El suspenso aumentaba mientras el terror invadía la caras de aquellos individuos.

—Yo mejor me voy—.

Alejandra se levantó pero antes de que pudiera dar un paso, un círculo se formó alrededor de ellos, se desplegó una barrera por el borde del circulo que los mantendría presos por un tiempo. Alejandra dio una patada a la pared cristalina y regresó a su asiento; Dinorah levantó la carta que seguía emitiendo luz propia pero antes de poder leer el titulo de la carta las demás emitieron una luz tan intensa que obligó a que todos se taparan los ojos. El suelo desapareció y por un momento quedaron suspendidos en el aire, la siguiente sensación que recuerdan es haber caído al vacío por un largo tiempo aunque realmente solo fueron unos segundos.

 Brujas y guerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora