Capítulo 2

2.8K 281 69
                                    

Por la mañana el humo de la fogata al ser avivada lo despertó, frente a él se encontraba una figura cubierta por una pesada capa, que en cuclillas frente a la fogata atendía lo que quedaba del fuego. El hombre supuso de inmediato que se trataba de la joven que había conocido.

-Mi Señora Camila. - expresó.

-Ella no está. - le respondió una voz femenina.

Pregunto por el paradero de la dama, pero no recibió respuesta alguna. Entonces la mujer se incorporó de su posición y empezó a levantar las cosas, empacándolas en las alforjas de la montura, después montando con la intención de partir.

- ¡Espere, no sé vaya! - gritó el solitario al verse nuevamente abandonado.

Al escucharlo la mujer detuvo su marcha para mirarlo con aquellos ojos de aspecto fiero, aquellos que le recordaban los chispeantes ojos del animal que lo había atacado la noche anterior.

- ¿Por qué no habría de irme? -. Expresó sin apartar su inquisitiva mirada del hombre.

-Es que, mi señora Camila...

-Ella vendrá- dijo interrumpiéndolo para continuar con su camino, entonces el muchacho se agarró de la punta del estribo y en total angustia dijo:

-Por favor, no puede dejarnos aquí.

-No estoy dejando a nadie, y en cuanto a ti, nadie te pide que vengas.

-No me deje, permítame viajar con usted. - rogaba el hombre mirando suplicante a la jinete. -No quiero estar solo.

La mujer dirigió la mirada hacia el horizonte, por un momento parecía estar consultándole al cielo la situación, entonces con un golpe de talones a los costados del caballo, reinicio su marcha diciendo:

-Si puedes seguir el paso, ven. - sin voltear a verlo, mientras ésta emitía un silbido penetrante, que viajaba cruzando el aire como una llamada, fue respondida por un Halcón que surcaba el cielo, dejándose el ave caer en picada, sobrevolando casi al ras sus cabezas en silencioso vuelo.

Viajaron sin rumbo y en silencio durante muchas horas. La curiosidad del solitario por la enigmática jinete crecía a cada paso que daban. En el silencio del recorrido pudo observar que aquella no era mayor que la dama del cabello castaño; también notó que detrás de la aspereza de su trato, se escondía un dejo de tristeza.

Ésta mujer era muy diferente a la dama que había conocido en la víspera, ésta era un poco más alta, delgada, de cabello oscuro y esos ojos que hacían sentir al solitario como si dos aceros lo atravesaran. Su presencia lo intimidaba, pero a la vez se sentía intrigado. De tanto en tanto él miraba hacia atrás, en busca de Camila, pero era en vano, luego preguntaba como haría ésta para alcanzarlos, recibiendo por respuesta un lacónico "ella lo hará", que lo dejaba callado.

Mientras avanzaban, la tarde iba cayendo sobre ellos. La jinete se detuvo en un claro del bosque que cruzaban; se apeó del caballo mirando en todas direcciones, como buscando algo; mientras se perdía en la espesura ordeno al muchacho.

-Busca leña... has una fogata y no te separes de ella

- ¿A dónde va?... La noche esta por caer-gritó el joven, pero aquella no le contesto nada.

Obedeció la orden, encendió una hoguera, descargó al caballo y espero a que la jinete regresara; pero el tiempo transcurría sin que ésta diera señales de volver; el calor del fuego le brindaba un suave sopor; mientras miraba las llamas crepitantes escucho el rumor de algo acercándose, sus sentidos se alertaron, no quería sufrir otro ataque por algún animal salvaje.

-Aún estas aquí. - escucho la voz de la dama Camila, relajándose al instante el solitario.

- Mi señora...

Errantes (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora