Capítulo 3

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El impacto directo derribó pesadamente al animal frente a los aturdidos ojos de Lauren, que al momento fustigó a su caballo, obligándolo a salir al galope. El solitario corrió detrás de ella, sólo para llegar a ver cuando la mujer levantaba en brazos al animal herido, mientras miraba con desesperación en el horizonte, al sol en agonía.

- ¡Toma!- le entregó al joven, cuidadosamente envuelto en un lienzo el motivo de su preocupación -Sigue el sendero hasta encontrar un claro, ahí hay una cabaña, hay gente que puede salvarla, llévate el caballo, ¡¡Corre!!

- Pero no puedo, usted monta mejor, llegaría antes- respondió el muchacho

- ¡¡No ves que no tengo suficiente tiempo para llegar!!, ¡¡Corre, di que te envío yo!!- le decía al solitario mientras éste montaba. Antes de dejarlo ir, lo detuvo por el pie para decirle - Si le pasa algo, juro que te perseguiré por siempre- dándole un golpe al anca del caballo, que arrancó en loca carrera por el camino, con el solitario a cuestas aferrando a la preciosa carga que transportaba.

La cabaña estaba justo donde Lauren dijo que se encontraría. El joven desmonto de un salto, para casi derribar la puerta a golpes, mientras que desde el interior una voz de mujer gritaba que dejaran de golpear así, al momento en que abría una mirilla en la puerta. Afuera vio la imagen de un joven sin aliento que cargaba algo entre sus manos. Reconoció el objeto e inmediatamente abrió la puerta, dejando pasar al solitario, que irrumpió con el semblante desencajado.

- Me envía la jinete... Lauren - atinó a decir para el asombro de la mujer - ...el ave está herida, mi señora dice que usted puede salvarla.

-¡Dame acá! - contestó la mujer casi arrebatándole al animal- ¡¿Qué pasó?!

- Una flecha perdida.... Salió de la nada, junto al bosque no muy lejos de aquí - respondió el muchacho

- Quédate aquí - ordeno la mujer mientras llevaba al ave a otra habitación. Poco podía hacer ahora, sólo esperar que terminara de anochecer.

El solitario se sentó en un rincón de la cabaña, desde ahí podía ver el frenético movimiento de la mujer entrando y saliendo del recinto al que se había llevado el animal. Con cada entrada, la mujer llevaba consigo instrumentos, peroles con agua, hiervas y otros tantos implementos, por su actuar el joven supuso, que aquella era curandera. Dejó de suponer cuando con más detenimiento, observo el sitio en el que estaba, era un lugar pequeño mustiamente iluminado por una lámpara de cebo, del techo de ramas colgaban sin número de cosas que solo podían insinuar que se dedicaba al estudio de la naturaleza y su magia. Ella era Altee, la sanadora, pero eso lo sabría después el solitario, con otras cosas igual de inquietantes. Súbitamente la inspección ocular del joven se vio interrumpida por gritos que se escuchaban el en interior del otro recinto.

Reconocía esa voz, pero incrédulo no daba crédito a sus oídos; no podía ser lo que estaba escuchando, quizás la rara atmósfera de la cabaña le estaba jugando una broma cruel a su tensionado espíritu, haciéndolo alucinar que la voz que escuchaba era la de su dama Camila. Ahora el espacio en la cabaña se veía inundado por aquellos gritos, haciendo que el solitario se incorporase de un salto, dirigiéndose instintivamente al recinto de donde provenían.

Fue enorme el sobresalto al ver confirmado su presentimiento, era Camila quien gritaba de dolor por la herida en su pecho. Aquello era imposible, la mujer y el ave eran el mismo ser, fundidos en un extraño encantamiento, certeza que paralizaba de temor al joven. Por su parte Altee se afanaba presurosamente en el remedio, mientras que el solitario permanecía inmóvil, con los ojos muy abiertos, observando como la sangre de la joven corría a través de la herida, en un hilo sobre su pecho desnudo. Ahora lo importante era detener la hemorragia para poder salvarla.

- Coloca tus manos sobre la herida y sostén la flecha para que yo pueda trozarla- le ordeno Altee, a quien inmediatamente obedeció, pero al hacerlo Camila emitió un tremendo gemido que atemorizo al joven en su acción

- ¿No podemos... sólo sacarla...? - pregunto aterrado el muchacho

- No.... si lo hago ella se muere, tengo que romper el cabo para terminar de atravesar el cuerpo y controlar el sangrado - explico la mujer - pero debemos hacerlo juntos, necesito que me ayudes.

Se armó de valor a pesar de que la escena le recordaba a su amada yaciendo en el suelo con el pecho tinto en sangre de su garganta, y él atado de manos, sin poder hacer nada al respecto, pero esta vez tenía la oportunidad de hacer algo y no perdió más el tiempo. Sujetó a Camila por un hombro, mientras que con la otra mano tomaba firmemente la flecha. Altee por su parte en un rápido movimiento de muñeca logro romper el extremo sobresaliente de esta, arrancándole a la joven mujer un alarido desgarrador. "Altee, termina ya, por favor" murmuraba Camila con la cara descompuesta por el dolor.

El solitario sabía que la peor parte vendría, pues tendrían que empujar la flecha hasta que ésta atravesara por completo su cuerpo para poder retirarla. Camila pudo distinguir que en ese momento Altee dudaba, entonces trato de incorporarse sin lograrlo, solo pudo tomar por las ropas a la dudosa mujer, "...hazlo ya" dijo con la voz enronquecida. Por un momento parecía que el aire en la habitación se había detenido por completo, para ser abruptamente reiniciado por el sonido seco del objeto traspasando la espalda de la joven, mientras que simultáneamente ésta emitía el más doloroso grito que jamás el solitario hubiese escuchado, sólo cuando retiraron el objeto fue entonces que Camila perdió el sentido, y con su desvanecimiento se desato un silencio ensordecedor que invadía el recinto.

El muchacho estaba completamente impactado, no podíadejar de ver sus manos tintas en sangre, a la joven yaciendo en el suelo, paravolver a ver sus manos, mientras que en su cabeza martillaba una y otra vez lafrase "es el ave..." Altee lo sacó de su estática posición, ordenándole queencendiese un fuego afuera, pues "ella" los estaba acechando y noperdería la oportunidad de entrar. El solitario no entendió el significado dela última frase, pero por el tono de voz de la mujer se podía percibir que letemía a algo que se escondía entre las sombras de la noche.    

Errantes (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora