Errantes (Camren)

Capítulo 7 Fin

La fatalidad no habría de soltar tan fácilmente a sus presas, pues el destino quiso que el solitario fuese descubierto al día siguiente, por un grupo de labriegos mientras cargaba agua del riachuelo, Lauren y Altee nada pudieron hacer, quedando impotentes al ser superadas en número por los hombres que arrastraban al joven hacia la aldea. Estando allí fue conducido ante el Consejo.

-Volviste. - decía el Anciano, regocijándose de sádico placer. - Sabes que te espera la muerte por haber vuelto, entonces mañana será tu ejecución, pero antes... trátenlo bien.

Terminando esta frase con una torcida sonrisa desdentada y la orden de tortura para el muchacho. Entonces Lauren se aventuró a recorrer el poblado, para escuchar sobre el destino del joven que tanto les había ayudado. Tenía que ayudarlo, debía hacerlo pues este joven solitario se había comportado con ellas de manera incondicional y no era justo que terminara de esa forma el joven que tanto las había ayudado. No podía abandonarlo, así fuera a costa de su propia felicidad.

- Altee quiero que escuches con atención- dijo Lauren seriamente - mañana van a ejecutar al muchacho y debemos salvarlo.

- Pero mañana es la conjunción, es la única oportunidad de terminar el encantamiento.

- Lo sé, pero no puedo dejar que maten a este hombre por nuestra culpa y la única oportunidad que tengo para liberarlo es cuando lo trasladen al lugar de la ejecución. Por eso necesito que cuides de Camila mientras lo intento.

- Pero estas loca, no podrás salvarlo a tiempo para presentarte frente al Anciano durante la conjunción

- La ejecución será por la mañana, y dijiste que la conjunción sería hasta que el sol este completamente en lo alto - señaló la joven mientras sacaba de entre sus ropas una daga engastada para dársela a la sanadora, que al recibirla la miró intrigada

- ¿Lauren, porque me estás dando tu daga? - preguntó Altee imaginando ya la respuesta

- Porque si no regreso antes de que el sol se encuentre en el punto más alto en el cielo, significa que he muerto. Entonces no quiero condenar a Camila a vivir en eterna soledad con esta maldición.

- ¡No me pidas eso!, me niego a escucharte, no lo hagas- imploraba la mujer

- Esta anocheciendo Altee... no tengo más tiempo, necesito que jures que, si he muerto, acabarás con la condena de Camila - expresó la joven con los ojos enrojecidos - Por favor Altee, te lo suplico, eres la única en que puedo confiar esta horrible tarea.

- ¡Pero Lauren...! - rompió en llanto la mujer

- No le digas nada - fue lo último que Altee escucho de Lauren, antes de que ésta se perdiera en la noche.

La sanadora limpió su rostro antes de que la transformación del ave se completara. La encomienda de Lauren era terrible, pero nada hubiera podido detenerla de intentar salvar a aquel joven, lo menos que Altee podía hacer era cumplir con el juramento hecho a la mujer a quien amara tan intensamente y que casi había destruido, ella se lo debía por todo el daño que les había hecho.

Encendió una fogata para calentar a su dolorido espíritu, mientras evadía las preguntas de Camila, que extrañada interrogaba por la ausencia del solitario. "Fue a seguir a Lauren, para que no se aleje tanto..." mintió la sanadora, "recuerda que mañana es el gran día" dijo observando la cara de la joven encenderse de alegría para después expresar "Altee, mañana será el último día de esta vida animal". La frase sonó a los oídos de la sanadora como una predicción funesta de un final muy próximo, quiso sonreír, pero sólo pudo arrancarle a su rostro una mueca que la joven en su emoción no observó.

Las primeras luces del alba encontraron al solitario inconsciente sobre el suelo de su cautiverio, inconciencia de la que fue arrebatado con un balde de agua, "levántate, ya es hora" escuchó a sus captores decir. Se acercaba el fin de su sufrimiento, pero no tenía miedo, por el contrario, sentía una especie de satisfacción, pues sabía que había dado todo por hacer que perdurara el amor de estas jóvenes y entonces sentía que su sacrificio no sería en vano. Se levantó para salir del encierro, al hacerlo sintió que la luz del exterior hería sus ojos, mientras recorría el camino respiraba el húmedo aire del mañana resignado a su destino, sin esperar lo que sucedería a continuación.