Frío. Azul.
La chica de azúcar,
conoce el delirio.Sola.
Ella quiere estar sola.
Rodeada de los sueños,
los sueños desde cría.
Árboles secos.
Místicas melodias,
qué ensordecen los oídos.
Y la vida.Detener el tiempo.
Posar los dedos desnudos sobre madera invernal.
Percibir cada paso fantasma,
sobre cada hoja del otoño.
Brisa fresca.
Cielo gris. No azul.Oh chica de azúcar.
Tan desmoronanda estás,
qué solo puedo preguntar,
¿Qué harás?
¿Huir?
¿Al bosque, en otro país?
Tal vez, al gran mar.No.
Voy a huir al universo.
No amaré,
no querré.
Muchos menos necesitaré.
No más pensar.
Iré a dónde la brisa entre en mi pecho.
Iré a dónde siempre tuve que ir.
Dónde siempre debí estar.Iré a dónde el hombre de metal no me pueda encontrar.
Dónde no conoce la mujer de cenizas.
Aquel lugar que los pichones molestos no entienden.
Allá, dónde el azúcar puede volar, y caer.
Sin temor,
sin dolor.Chica de azúcar,
esperas tanto,
de un mundo en ruinas.Frío.
Gris.
Brisa.
Agua.
Una cabaña solitaria.
Qué abriga mi alma.Mundo fantasioso,
qué deseo,
tanto como el cuerpo de todos esos chicos y chicas que alguna vez endulce.
Pero ninguno cómo al del hombre de metal.
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Trozos de azúcar.
عشوائيEscritos de una mujer de azúcar. Atolondrada y enamoradiza. Perdida y tal vez (muy probablemente) jodida.