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¿Dormir? ¿Qué era eso? No, no, dormir era para la gente sin problemas, para las personas que no tenían arrepentimientos, para todos aquellos que no eran Lee Jooheon ese lunes 7 de diciembre. Las noches aparentemente se habían hecho para que Jooheon las pasara en vela cuestionándose cada aspecto de su vida hasta el amanecer, o eso parecía pues llevaba mucho tiempo sin poder conciliar el sueño cuando el cielo se oscurecía, y por supuesto que ese día ni siquiera pensó en intentarlo porque sabía que no lo lograría (y porque su mente estaba totalmente ocupada por algo más y no cabían pensamientos de otro tipo, claro). La forma de pasar las horas nocturnas variaba cada vez, esa noche de lunes la había pasado sentado en el balcón envuelto en una manta con un termo de café en una mano y las cartas de Minhyuk en la otra mientras que veía la ligera nieve nocturna acumularse sobre los autos y las casas de su cuadra, pero el resultado seguía siendo otra noche más sin dormir. Lo que alguna vez fueron ojeras ya habían mutado a bolsas bajo sus ojos, y su piel de por sí blanca lucia pálida y enfermiza por la falta de sueño acumulada que tenía. Las cartas de Minhyuk seguían diciendo lo mismo, que Jooheon era un cobarde y un idiota, lo había sido a los 18 años y lo seguía siendo a punto de cumplir los 23.

Cuando la alarma sonó a las 6:30 como cada mañana, Jooheon pensó que probablemente no sería capaz de sobrevivir al día que le esperaba sin una mísera hora de sueño encima por más que bebiera seis litros de café. La clase de Lingüística de tres horas y media, las horas de trabajo que tendría que dedicarle al proyecto de investigación sobre la evolución del idioma coreano que había aceptado de su profesor de dicha materia porque necesitaba dinero (tarea que llevaba aplazando hacía más de una semana y se suponía que entregase antes de navidad), la visita obligada a Half Moon de cada día que no podía cancelar porque ya lo había hecho el día anterior y tanto Kihyun como Byulyi lo asesinarían si volvía a decirles que no... y lo más duro y tenebroso de todo, el peligro de encontrarse de nuevo a Minhyuk en la calle en cualquier momento del día. Jooheon pensó que no era una probabilidad sino que era un hecho que no sobreviviría para ver el final del día. Y aún así, después de ducharse y de tomar la milésima taza de café del día -a pesar de que sólo fueran las siete de la mañana-, se vistió abrigado, cubriéndose esta vez con un gorro, un barbijo y una bufanda, y salió de casa rumbo a la universidad. 

Llegó con un margen de diez minutos de sobra al salón, minutos que aprovechó para tomar el último asiento de la última fila, pegado a la pared y a la ventana que daba al exterior. Sabía que se quedaría dormido en medio de la clase, por eso mismo prefería hacerlo al final del aula y pasar desapercibido como siempre lograba hacerlo. De todos modos, trató de mantenerse despierto al menos hasta que llegara el profesor Kim y tomara asistencia, ya le había pasado que figuraba como ausente en clases que había presenciado por quedarse dormido y no responder cuando llamaban su nombre. Los primeros minutos en los que el salón iba llenándose poco a poco los pasó mirando hacia afuera por la ventana, contemplando el patio otrora verde cubierto de una capa de nieve mientras que se preguntaba cosas demasiado profundas para ser apenas las ocho de la mañana como, ¿que estará haciendo Minhyuk en Seúl?, ¿cómo fue que terminó exactamente en el mismo distrito que yo?, ¿por qué no me reconoció ayer?, ¿qué hago si vuelvo a encontrarlo?

(A esta última tenía la respuesta muy clara: correr lejos, muy lejos, huir).

Hubiera seguido planteándose cuestiones así de interesantes de no ser porque el ruido de un pupitre cayéndose estruendosamente a unos metros de donde estaba sentado lo hizo sobresaltarse, y por supuesto, se giró por inercia a ver qué había sucedido. Un chico había entrado apurado pensando que llegaba tarde y había chocado con el pupitre, haciéndolo caer, y ante la imagen se reía apenado susurrando disculpas a los alumnos sentados más cerca de él. Jooheon supo de inmediato que salir de su casa esa mañana había sido un error enorme.

Pyeonji-Joohyuk Donde viven las historias. Descúbrelo ahora