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Aquel día, me encontraba muy mal. Hacía ya dos meses que mi ex novio me había puesto los cuernos con mi única y mejor “amiga”, por lo que ahora estaba sola. El verano está acabando y volver a dar clases con mi profesor particular en casa podría ser lo mejor y lo peor que me podría haber pasado. Sería una distracción de todo este dolor, pero una parte de mí no quiere que acabe, esperanzada por encontrar aún el amor de mi vida.

Que estúpido, ¿no? En mis últimas ocho relaciones, en cosa de un año, nadie había sido capaz de llenarme y de curar la herida que el anterior había hecho, sino que la hacía más grande. Y aún así yo seguía con esperanzas.

Pero tenía suerte, aún no estaba del todo sola. Aún tenía a Max, el mejor amigo de mi primer amor. Él me había ayudado cuado el capullo de su mejor amigo decidió irse con otra – realmente, ¿qué chico no me había dejado por otra o porque no podía salir de casa? –. Él, año después de todo aquello, seguía tratándome como una hermana. Sabía que en algún punto de la historia, no sabría decir cual, ambos nos sentimos atraídos por el otro, pero los dos teníamos pareja y decidimos darlo de lado sin que el otro lo supiese.

Llamé a Max. Necesitaba compañía urgentemente. Estaba demasiado aburrida y mis dolores en el pecho comenzaban a ser más agudos, así que necesitaba una distracción. No tardó en llegar a mi casa. Siempre era bien recibido por mi familia ya que pasaba bastante tiempo allí haciendo de mi bufón personal cuando estaba mal, pero sabía que él también disfrutaba de mi compañía.

Estuvimos toda la tarde hablando y jugando a videojuegos. Yo tuve el genial desliz de apoyar mi cabeza en sus piernas mientras jugaba con mi consola portátil, y él se quedó en silencio unos segundos hasta que le miré.

Cuando quise darme cuenta, ya nos estábamos besando. Se separó de mí y me incorporé nerviosa. Sentía que el corazón me iba a explotar de un momento a otro, pero necesitaba más.

Algo dentro de mí había despertado, un sentimiento que llevaba encerrado mucho tiempo, aquella atracción que evité hacía año y medio.

Pero después de besarle, cuando él ya se fue, me empecé a sentir fatal. No quería perder a la única persona que quedaba en mi vida, pero lo que había sentido era muy fuerte. Sabía que él tenía a muchas chicas detrás de él y que jugaba con todas, pero yo no quería ser una más.

Me tumbé en la cama y comencé a llorar por el gran y precioso error que había cometido.

El diario de Holly.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora