Capítulo 3: Vecinos con ojos de zafiros

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- ¡¿ _____ podrías bajar a abrir?!

- ¡Si papá, ya voy!- dije cerrando la valija ya vacía. 

Bajé las escaleras rápidamente y abrí la puerta con la llave que me dió papá.

- Hola...- volteé la cara y me encontré con unos ojos azules hermosos, casi tan azules como los del hombre del avión sólo que éstos eran un tanto más claros. 

- Hola, mi nombre es Nash Grier. Soy tu nuevo vecino. ¿Tú eres?...

- ____, _____ Vega- acomodé un mechón de pelo rebelde detrás de mi oreja.

- Bueno, ____ Vega, bienvenida al nuevo barrio. Ten- me dijo entregándome una fuente con una comida extraña-. Supongo que irás al Davidson Day School ya que no quedan demasiados colegios por aquí cerca. Si es así nos veremos seguidos. Ha sido un placer conocerte ¡Ah! Casi se me olvidaba: en unos días haremos una fiesta todos los vecinos del barrio en la casa, ya sabes, para recibir el año y todo eso. Esperamos que asistan tú y tu familia. Sería un placer.

- Muchas gracias Nash. Claro, le avisaré a mi padre. Un placer.

- Gracias a tí. Hasta luego.

Cerré la puerta mientras él caminaba hacia la casa de al lado. Es muy amable, seguramente ni siquiera quería venir aquí a saludar a una total desconocida. Por lo menos conocí a alguien, y el primer día ¡¿Quién lo diría?! "____ Vega consigue a su primer amigo el primer día. Si, es el vecino 3 años mayor obligado por su madre a traerle una comida que Dios sabe lo que sea". No, no era una interesante noticia. Yo ni siquiera era interesante. Resignada subí a mi habitación y me desplumé sobre la cama. Me di vuelta. Me acosté panza arriba y panza abajo. Me puse una almohada en la cabeza. Me abracé a un peluche. Pero no, la tarde seguía en el valcón, bajando como una pluma callendo de regreso a la Tierra en el espacio. Me asomé al valcón. Parece que mi vecino también está aburrido pero... Un segundo, ese no es Nash. ¿Nash tiene un hermano? Parece ser de mi edad, tal vez un año mayor, aunque lo dudo un poco. El sol me da en la cara por lo cual hago un no muy agradable gesto con mi cara a lo cual el niño, que estaba mirando para mi lado en ese momento, me dirije una risa burlona. Qué verguenza. Regresé a mi cuarto y me ubiqué detrás de una de las cortinas. Ese chico tiene los ojos del hermano. No quiero imaginarme cómo deben ser los de la madre. Salgo finalmente de mi "escondite" y me recosté en mi cama con un severo suspiro. Estaba exhausta. Tantas cosas en las que pensar y ni una sóla gota de ánimos para hacerlo. 

La niña de sus ojos- Hayes GrierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora