El secreto

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|JAMES|

No podía dejar de pensar en lo que había visto en el mapa, a pesar de haberse regañado a sí mismo para no tenerlo en su cabeza otra vez. Pero era imposible, de manera involuntaria había albergado aquella esperanza de poder verla de nuevo, después de escuchar las historias de Peter Pettigrew y su escondite como una rata le hizo pensar que ella tal vez había hecho lo mismo, tal vez había logrado escapar y ahora se escondía para no ser encontrada de nuevo, tal vez estaba esperando el momento adecuado para volver y mirarlo desde el marco de la puerta con su mirada y sonrisa burlona.

"Ya estoy aquí, Jamie" se imaginaba que diría.

James y Jane escondían un secreto, tal vez era un secreto clave que pondría a los aurores a buscar de nuevo, pero para eso tendría que confesar ciertas cosas que no le convendrían en lo más mínimo. Ella le advirtió de las posibles consecuencias de su accionar y aún así hicieron el pacto para convertirse en lo que eran. Ella estaba dispuesta a los riesgos y como digno hermano gemelo mayor también lo estaba.

Uno de esos riesgos era una condena en Azkaban, él la vio dudoso sobre ello, pero ella aseguraba que eso no iba a pasarles, ya los dos conocían casos que no habían llegado a la cárcel mágica por lo que estaban convencidos.

Estaban en su tercer año, la verdad era que no tenían un motivo concreto para hacerlo, no como el de los merodeadores originales que lo habían hecho para estar con su amigo licántropo, ellos simplemente querían hacerlo porque si, porque estaban aburridos y porque creyeron que eso sería genial.

La idea la tuvo James el año anterior y tras una severa plática entre ambos hermanos llegaron a la misma conclusión. Lo harían. Pero no sabían cómo, era por eso que Jane había preguntado a su padre sutilmente acerca de ello, no parecía saber exactamente cómo hacerlo pero si le facilitó encontrar el lugar dónde podían averiguarlo. Los dos hermanos de trece años caminaban a media noche por los pasillos oscuros y vacíos del gran castillo, intentaban evitar a los prefectos y profesores que deambulaban en busca de estudiantes que se saltaban las normas de la escuela, era por eso que James y Jane se movían con sigilo con ayuda del mapa del merodeador y la capa de invisibilidad que habían pedido a Albus esa tarde.

Llegaron a la sección prohibida buscando en los estantes hasta que Jane encontró el libro correcto. Ambos se miraron con complicidad y sonrieron a su triunfo, ahora solo faltaba hacer cada paso de ese complicado procedimiento, no iba a ser fácil y sabían de antemano que iba a ser tardío pero ambos se lo habían propuesto y el orgullo Potter no los dejaría parar hasta conseguirlo.

"Lo siguiente que debe suceder es que el mago o bruja espere una tormenta eléctrica, siempre que sea posible. Durante este período de espera, el mago debe al amanecer y al atardecer, sin falta, recitar el conjuro Amato Animo Animato Animagus con la punta de su varita colocada apuntando al corazón. Cuando, por fin, haya una tormenta eléctrica, el mago debe moverse inmediatamente a un lugar grande y seguro, recitar el conjuro por última vez y luego beber la poción"

Llevaban meses con lo mismo sin una pizca de querer rendirse en la mirada, ahora habían pescado por fin la tormenta eléctrica y estaban listos para lograr su objetivo. La poción estaba lista, ellos se encontraban en el lugar correcto y ya era hora de hacer lo que el libro decía.

—¿En qué me convertiré? —dijo soñando James

—El libro dice que te has de convertir en la forma que sea tu personalidad y rasgos internos

Ambos se encogieron de hombros y al mismo tiempo apuntaron su corazón con las varitas, se vieron cómplices una última vez y con una sonrisa parecida en la cara recitaron el hechizo

Amato Animo Animato Animagus

Y al mismo tiempo bebieron la poción.

Esperaron varios segundos y nada pasaba. Jane se encogió de hombros pero James pudo notar decepción en su mirada, estaba más que seguro que él también se encontraba así.

Pero de pronto de la cabeza de James salieron dos peludas orejas, Jane estaba a punto de reír cuando una enorme cola salió en su parte trasera. Habían leído que aquello podría salir mal y se verían obligados a vivir con mutaciones permanentes, pero para fortuna de ellos aquello no pasó.

El tamaño de ambos fue disminuyendo, los dos eran bastante altos para su edad, pero Jane quedó aún más bajita que su hermano, cuando ella levantó la mirada vio a un enorme lobo de pelo cobrizo enfrente suyo, se habría asustado de no ser porque podía ver en sus ojos miedo, curiosidad y el tono familiar que le trasmitía. Entonces James la vio de cerca, ella se había convertido en un zorro, el más bello que había visto con el pelaje rojo como todo Weasley. Los dos animales se vieron y podría jurar cada uno que vio felicidad y diversión en la mirada del otro.

Y corrieron. Por los jardines de la escuela y se atrevieron a entrar al bosque, casi se podían distinguir las risas de felicidad de dos animales en los terrenos de Hogwarts.

—Soy una zorra

Había dicho Jane una vez que volvieron a ser humanos y ambos se partieron de risa por el doble sentido que esa frase tenía.

James sonrió recordando aquella sensación de libertad que tuvo la primera vez que se convirtieron, después de varios intentos prácticos los dos habían podido convertirse a voluntad sin siquiera utilizar sus varitas y se volvió común encontrarse en las afueras de Hogwarts para correr y disfrutar de su nueva naturaleza.

Eso si, habían prometido no decírselo a nadie, era un secreto entre hermanos y así debía permanecer. James no podía decir nada y menos revelar que eran animagos ilegales, por lo que la idea de que Jane Potter estaba ahí afuera en su forma animal, la descartó por completo. No quería seguir haciéndose ilusiones y menos quería hacerle eso a su familia, algunos ya estaban avanzando aunque aún veía un largo camino por recorrer para superar la pérdida que habían tenido.

Se acostó en su cama de Gryffindor, volviendo a recordar a su hermana, en cómo ella habría sido capaz de controlar al equipo nuevo de su casa, cómo calmaría a Albus con su nuevo mal de amores, o a Lily qué había estado actuando extraño los últimos días, como ella era la única que podía ayudarlo a él mismo a superarla y dejarla ir.

Abrió los ojos una vez más para notar el brillo azul espeso que indicaba un Patronus, le pareció ver una cola peluda, pero se difuminó al instante sin tener una forma y una vez más dejó su cabeza en blanco, intuyó qué tal vez era Albus practicando el encantamiento y se dispuso a dormir para no pensar aunque sea unas horas.

La gemela de James SiriusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora