Nurmengard

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|HARRY|

Harry Potter se encontraba en Austria, el lugar que una vez había aparecido en una visión suya en plena guerra mágica, Voldemort había ido a visitar a su único prisionero para hacerse con la varita de saúco.

Vestía sus túnicas de invierno, Austria era un país en el que no podías jugar con un bañador en pleno noviembre, el frío entraba por todas las partes de su cuerpo que no estaba cubierto y podía sentir que su nariz estaba roja por lo mismo. Pero aquella incomodidad lo valía, aguantaría el infernal frío si eso conllevaba a ver a su hija.

Cuando escuchó las palabras que Lily decía de manera inconsciente no supo reaccionar a tiempo. Nunca supieron quienes fueron en realidad los atacantes de sus hijos y los que habían secuestrado a Jane, pero Harry siempre tuvo una sospecha.

Tres años atrás se produjo una huida de un total de diez presos de Azkaban que estaban bajo cadena perpetua por el cargo de ser fieles seguidores de Voldemort, los estuvieron buscando por todas partes, pero perdieron su rastro y nunca dieron con ellos. Hasta hace unos meses, después del secuestro de Jane, habían empezado a atacar Muggles y magos a plena luz del día, no eran muy cuidadosos, pero aún así no pudieron atraparlos. Todos sugerían  que tenían un escondite secreto, algunos se aventuraban a pensar que querían crear otro régimen oscuro, pero eso se había descartado pues de todos los presos, solamente una familia tenía un poder considerable para hacerlo y aún así, este no era lo suficiente para ello. Ahora estaban en la posible guarida de los mortífagos retirados que solo atacaban para recordar sus buenos días y no verse sumergidos en su miseria, todo gracia a su hija pequeña y tal vez, con la esperanza en lo más profundo de su ser, gracias a Jane.

—Un escuadrón de aurores se puso en el ala este, ahora solo tenemos que esperar —le informó uno de sus compañeros y él simplemente asintió a modo de respuesta

Entonces recordó todo lo que James había confesado antes de que empezara la misión, Harry Potter no había dado crédito a sus palabras, no podía creer lo descuidado que había sido en cuanto a sus hijos mayores y cómo siendo un auror no había sospechado que Jane y James se habían convertido en animagos. Entonces, como un flechazo que mandaba la información a su cerebro, recordó aquella plática suya con su hija cuando tenía doce años. Le había preguntado sobre su abuelo y sus amigos convirtiéndose en animagos, él nunca sospechó que había sido por esa razón, solo creyó que le preguntaba para saber más sobre su padre.

Y en las vacaciones de navidad de su quinto año, ella estaba en su oficina como de costumbre leyendo uno de los libros que Hermione le regalaba de vez en cuando, Harry solía observarla porque le causaba gracia los gestos que hacía con cada párrafo.

Él seguía leyendo sus documentos del ministerio hasta que sintió la vista cansada y se quitó los lentes para frotarse los ojos que comenzaban a arder por el esfuerzo que hacía por leer todas las letras, levantó la vista un poco y vio que Jane estaba haciendo lo mismo, ella acostumbraba usar lentes de contacto todo el tiempo, excepto cuando estaba en casa, ahí era cuando usaba los otros que en opinión de Harry, la hacían verse más tierna. De todos sus hijos, ella y James fueron los únicos con la mala suerte de heredar su ceguera.

Ella rió al darse cuenta de que hacían eso al mismo tiempo.

—¿Ya ves, papá? Estamos conectados —dijo mientras hacía un gesto con sus manos apuntando su cabeza y la de ella misma. Harry negó riendo

—Tal vez tendrías la misma conexión con tu madre si tan solo le hablaras —ella se le quedó viendo y después de rodar los ojos se tiró al sillón de manera dramática

La gemela de James SiriusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora