BANDERA BLANCA.

261 30 6
                                    

Ahora era mi turno, debía dar el pasó que Erik se negaba a dar. Le costaba reconocer la realidad, era bueno para afrontar los problemas pero no para hablar de sus sentimientos. No fue difícil encontrarlo, éramos igual de predecibles los dos, caminando a casa de su mejor amigo Azazel sentía una mezcla de sentimientos, dolor, irá, rabia pero sobre todo amor, mucho amor. A veces pienso que ya no lo quiero, y lo digo en voz alta pero no funciona, aunque lo diga y traté de convencerme y a los demás, todavía lo siento. Era mi oportunidad para saber si lo nuestro seguía vivo, o nos estábamos aferrando a una ilusión. Toqué a su puerta, parecía haber estado esperándome. La conversación se torno extraña, me juraba que no intentaba hacer mi vida más difícil, ni volver a donde habíamos estado. Pero si no regresábamos a lo anterior, ¿A donde diablos podíamos empezar?, ya que no había nada.

Lo tomé de improvisó con mí revelador discurso, no era momento de guardar nada, jugar el todo por el todo, nunca tendría otra vez una segunda oportunidad. Como hacerle saber que su mera existencia hacía de este un mejor lugar, quise tomar en mis manos su esperanza y mis labios en los suyos, esos que cuando hablan llenan todo de verdad. Lo estreche entre mis brazos y supe que al tenerlo así la soledad estaba olvidada, eres mi hogar Charles. Absorbí su exquisito aroma, lo abracé temiendo que decidiera irse y no perdonarme, la distancia que puse entre los dos hacía cada segundo doloroso y no dejaba espacio en mí para el olvidó, siempre lo extrañaba. Nunca fue más cierta la idea del saber que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Lo llevé al sofá más próximo entre mis brazos, lo acune y lo besé, con cariño, amor y paciencia, reconociendo ese sabor como mío, siempre fue así y mi estupidez me llevó a buscar lo fugaz. Me correspondía con alma y piel, ¡no, esto no estaba perdido!. Tomé su hermosa cara entre mis manos, el cristalino lago de sus ojos me miraba con atención, -Charles perdóname, mi guerra quiere paz, dejaré de correr. Eres mi lugar, mi hogar. Quiero envejecer contigo, con nadie más. Y no sé que va a pasarme si te vas y no estás conmigo de nuevo, solo sé que quiero estar en donde estás-.

Lo abrace con fuerza para sentir que de verdad era real, y no era producto de mi imaginación, todas esos interminables días viviendo con temor de no verle de nuevo, estaba tan cansado de estar de ese modo, asustado con la simple idea de que sus manos no volviera a tocar mi piel, de no volver a sentir ese rayo de luz de sus ojos jade, su sudor sobre mi pecho caliente y el interminable orgasmo de mis sentidos con solo verle sonreír. Lo besé, su barba pelirroja picaba pero me hacía sentir electricidad, llevé mis labios a el lóbulo de su oreja y mí tibio aliento hasta su oído: -Erik estoy enamorado de ti y siempre será así. No entiendo mi vida sin ti, vuelve a casa. Te perdono y olvido-.

¿A DÓNDE VOY? (CHERIK) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora