Una vez que te rompen el corazón, es imposible reconstruirlo. Y mucho más si es el mío.
Varias personas pasaron por esa parte de mis entrañas, pero todavía más fueron las participes en desmigajarlo. En cogerlo entre sus manos y estrujarlo todo lo que pudieron, como si la presión lo convirtiera en diamante en vez de pedazos.
Y, si eres de esas y algún día llegas aquí, quiero que sepas una cosa:
Todo es tu culpa.