Esta noche cuando llegué a casa, te pensé en las detestables calzadas.
Esta noche llegué del extravío, sentí la colerica soledad que eriza el gentío de mi oscuridad.
Vayamos a bailar junto al viento, dejando brillar el blanco de lo que fue tu sonrisa.
Esta noche sobre la acera impetuosa donde soliamos sentarnos despues de un horrible dia, recité un verso para ti.
Sobre la vieja piel que llevo, recordé el tacto de la nada.
Cuando los demás bailan, yo me dedico a contar las luces de las farolas que alguien está noche decidió apagar.
Las macetas fuertes, el parpadeo de los semáforos, intermitentes, la serenidad de mi calle.
Los árboles han visto tantas cosas y el humo se disipa entre las ramas.
Cuando solo era una niña, no existían juzgados.
Yo, humana y contemplativa, infiero en mi levedad, constante, en un mundo innecesario, donde queremos por amor al arte y lloramos al rechazo a odiarte.