CAP IV- SINCLINE

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Tres días después, aunque aún molesto por las vendas en los brazos, Lotor pudo levantarse de la cama.

Desde aquella ventana en la que veía parte del castillo y las laderas aledañas que bordeaban la ciudad, le parecía estar en un sueño. A esa hora de la tarde el cielo poseía unos colores morados y anaranjados hermosos, era maravilloso poder estar en la verdadera Altea.

Quizá si su padre no la hubiese destruido, él habría pasado muchísimo tiempo allí. Quizá si su madre no se hubiese visto consumida en quintaesencia...

Presionó el entrecejo conteniendo las ganas de llorar. Pero se dejó llevar, no podía más con la presión en el pecho, se apoyó en la pared y al ver las vendas en sus brazos, un sollozo se escapó de su boca. Se mordió el labio, y a continuación procuro acallarse con una mano.

El Universo era basto y complicado.

Siempre lo había sido, peligroso quizá, pero maravilloso en toda su extensión. Todo esto lo sabía por el diario de su madre, tras morir Zarkon y proclamarse Emperador de los Galra tuvo acceso a la habitación secreta de Haggar, aprendió más en tres noches leyendo que en toda su vida, aprendió más que buscando argumentos y conocimiento, buscando la forma de hacerle ver a su padre, que su forma de colonizar no era la adecuada. Pero Zarkon lo odiaba, veía en él un error, y ese error no se había cometido en esa realidad.

Qué suerte había tenido aquel niño de no nacer.

Por otro lado, la herida que sangraba profusamente tenía un nombre, y en aquel lugar era la emperatriz. Le había prometido ayudarla a desentrañar los secretos del Sincline, pero ¿a qué precio? ¿Iba a volver a traicionarla? Ya le había dicho que no podía confiar en él.

- ¿Lotor...? -dijo una voz tras él, y la conocía. La dueña de esa voz estaba sorprendida ¿había dejado la puerta abierta? Se dio la vuelta lentamente, no sin antes limpiar cualquier evidencia de que pudiese haber tenido un momento de flaqueza, la de latigazos que le habrían caído de niño por llorar así. Ese pensamiento, hizo que se hinchara en su porte, y serio, pero con una medio sonrisa imperante en su rostro, se dio la vuelta.

-Alteza...

Ella llegó justo para verle llorar. Y algo dentro de Allura se revolvió como si le pinchasen el corazón con un tenedor y luego lo retorcieran. Era un sentimiento totalmente nuevo para ella. Se escondió tras la puerta y espero a que se tranquilizase, y cuando oyó el último sollozo, supo que era el momento.

-El consejo ha decidido que, aunque no hay pruebas de que seas un traidor rebelde perteneciente a lo que queda de los Galra en esta realidad, eres sospechoso de haber robado el satélite que encontramos, creen que con él elaboraste el robot en otra realidad, y que decidiste atacar esta con él.

-Es una forma de verlo desde luego-caminó hacia ella y se quedó a una distancia prudencial, posó los brazos vendados tras su espalda, y la observó durante un instante que pareció eterno.- ¿Y tú? ¿qué opinas tú?

La Emperatriz le miró en ese lapso de tiempo hasta que su voz rompió el silencio.

-Igualmente eres mi prisionero, pero como dijiste que me ayudarías, les he convencido de que permanecerás en el castillo sin salir de él hasta que desentrañemos el misterio de tu robot.

-Sincline-dijo altivo.

- ¿Qué?

-Se llama Sincline, ese es su nombre...fue elaborado con una tecnología similar a la que tu padre usó para crear a Voltron.

-¿Mi padre?- Se le iluminaron los ojos- ¿Conociste a mi padre en tu realidad?

-No.-deslizó la mirada por sus rasgos, esos labios. Maldita sea. - Alfor murió a manos de mi padre cuando yo aún no había nacido. Pero los logros y la sabiduría de tu padre eran mas que conocidos en mi realidad. Era un alquimista fantástico- la vio sonreír, pero su sonrisa se borró cuando finalizó su frase- Y un estúpido...

Aquel que ha traspasado el MantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora