CAP V -RATAS DE BIBLIOTECA

76 2 0
                                    



No había probado bocado de la comida que le llevaron a su habitación.

Estaba enfadado.

Enfadado realmente por lo que había descubierto en el hangar. Allura no sabía nada, no le habían enseñado nada, y eso tenía que ver con algo.

La Princesa Alteana que él había dejado, era el ser más maravilloso que había tenido el placer de conocer, su conocimiento había venido de su padre, y no había habido intermediarios. Por más que trataba de intentar recordar alguna figura como la que ella había mencionado, no podía hacerlo. ¿Quizá se trataba de los sabios de Oriande? A lo mejor en aquella realidad, si que los había. Tenía que averiguarlo.

Se levantó del sillón en el que estaba, si ella había entendido su mensaje oculto, no tardaría mucho en llegar...

La habitación era grande y lujosa, quizá para los mandatarios de otros planetas que se reunirían allí con Allura, pero eso le hizo pensar que no había visto ninguno, y que, si había tiempos de guerra, debería haber alguno por allí. Ese pensamiento no hizo más que alimentar sus ansias de saber qué demonios estaba pasando.

Se arrodilló en los cojines que hacían un cómodo lugar donde observar las estrellas, y encontró una cerradura, estaba cerrada a cal y canto. Quizá podía encontrar la manera de abrirla, la acarició entre sus dedos, la configuración de la cerradura era un código, sonrío, por suerte, gracias a su insana curiosidad por conocer la cultura de su madre, supo enseguida que el cierre se basaba en algoritmos y magia, se concentró y deslizó el dedo por las ranuras, el click fue todo lo que necesito para sentirse orgulloso de sí mismo aunque fuese un instante; Sacó la cabeza un poco y miró hacia abajo, no había ni un solo saliente al que agarrarse, y, además, aunque consiguiese salir de esa habitación, ¿Dónde iba a ir? No sabía dónde había una biblioteca o donde poder buscar la información que deseaba conocer.

Soltó una maldición y cerró la ventana, solo para descubrir, que Allura ya estaba allí mirándole inquisitiva con los brazos cruzados.

Abrió los ojos con sorpresa y carraspeó nervioso:

-Yo, esto...esto no es lo que parece Allura...

-Ya, supongo que necesitabas aire fresco, ¿Verdad?- se dio la vuelta caminando hacia la puerta- No sé qué demonios hago aquí...

Pero Lotor la interceptó y la cogió de la mano. Su corazón iba tan rápido, que deseó no haberlo hecho, sentir la calidez de su mano, había sido una trampa para sus sentimientos.

-La realidad es que no estaba intentando escapar. No conozco el castillo, ni Altea, sería una estupidez.

Allura miró su mano y luego la de ella, la apartó y le miró con la seriedad de alguien que espera una explicación de lo que acaba de ver, se cruzó de brazos y ladeó la cadera, moviendo la mano para indicarle que continuase hablando.

- ¿Por qué no quieres que le diga a Kaullas lo de los cristales? - atacó ella primero. - Quizá él sepa qué podemos hacer.

-Siento decirte, Alteza...- empezó diciendo, recordando su advertencia anterior de que debía tratarla con respeto- Que esa es una incógnita que solo yo puedo despejar, y no mentía cuando decía que mi paso por el manto ha dejado mi mente llena de lagunas.

- ¿Y por eso querías que viniese? ¿Para decirme que no te acuerdas de nada? - medio sonrió, y pudo notar en la mirada de Lotor que no le gustaba un ápice que jugase así con él. Pero ella había percibido esa sonrisa socarrona cuando en el hangar la hizo enfadar, y era una sensación agridulce, un pequeño mordisco en el estómago que la había hecho sonrojar después al pensar en ello, se dijo a si misma que un desconocido no podía tener tal poder sobre ella, no después de lo que dijo a continuación sobre su conocimiento.

Aquel que ha traspasado el MantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora