Phiditia en llamas

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Los días se sucedieron, y parecía que la paz reinaba en Isla Sierpe. La élite Kor'Kron, era ahora liderada por el recién ascendido capitán Azúreo, quien resultó no ser otro que un crío al cual salvé la vida años atrás durante mi estancia en Orsinium y quien desde entonces me había reconocido como su "Trk'tar", que en el lenguaje orco significa "deuda de sangre", al igual que yo lo fuí en sus días del difunto Rash'ik.

Nan'Dor vigilaba constantemente a la comitiva de la princesa Hisie durante su estancia en el Palacio de Justicia para asegurarse de que mi invitada se encontraba bien. Hikari cada vez más se sentía una miembro más del pueblo troll, bajo la protección de Zul'jin, Atheris gobernaba con justicia Nueva Orsinium junto a su esposa, Shadenne...y yo, aunque en secreto, tenía en mi poder una de las famosas Lágrimas de la Tormenta, que siempre llevaba conmigo encima. Además, Gulka y mi hermano Grom no habían perdido el tiempo, pues antes de marchar a Gadesia, supe que Hikari había ayudado a Gulka en el nacimiento de su segundo cachorro, esta vez, una hembra, a la que bautizaron como Groma.

Sin embargo, y de forma totalmente inesperada, todo se vino abajo un día, en el cual yo me encontraba inmerso en mis labores como Cónsul, cuando un pequeño grupo de guardias irrumpieron en la sala de audiencias, aterrados y preocupados. "Mi señor! Se han sucedido varias explosiones en diferentes puntos de la ciudad! Los civiles y los guardias están siendo atacados indiscriminádamente y no podemos localizar al enemigo...creemos que es un ataque desde dentro!" dijo uno de los guardias.

Sorprendido y confuso ante la noticia, dispuse a los soldados allí presentes que me siguieran, me armé, me coloqué la armadura y rápidamente me dirigí hacia la plaza central, donde pude observar como varios incendios se sucedían a mi alrededor y cundía el pánico entre los habitantes de Phiditia y la confusión entre mis hombres. Al llegar al centro de la plaza, descubrí allí a Milmoro, quien atendía a un pequeño niño que había sido herido por una flecha.

Segundos más tarde, Hikari apareció en la escena, asustada, y me preguntó por lo que estaba ocurriendo. Me encogí de hombros y le dije que eso estaba tratando de averiguar, pero justo entonces, la mujer se avalanzó sobre mí al grito de "Cuidado, orco!" evitando que fuera alcanzado por una flecha que pasó muy cerca de donde me encontraba.

Consciente de que la cosa era seria, ordené a Hikari dirigirse al Templo del Fuego y que una vez allí ayudara a los sacerdotes a tratar a los heridos para evitar el mayor número posible de bajas, y posteriormente, me dirigí a Drog, a quien ordené que buscara a Azureo y reuniera a todos los Kor'Kron disponibles para hacer frente a este inesperado enemigo, indicándole que nos reuniríamos en el barrio orco, y posteriormente, me dirigí hacia allí, seguido de Aron y una pequeña escolta.

Al llegar al barrio orco, contemplé que gran parte de las viviendas estaban incendiadas un grupo de sacerdotes enviados por Chamnak intentaban sofocar las llamas con agua, aunque daba la impresión de que el fuego no acababa nunca. Rápidamente, dispersé a mis hombres, tratando de buscar y rescatar heridos para trasladarlos al templo, así como proteger a los civiles mientras se ponían a salvo, cuando de repente, un grupo bastante numeroso de guerreros nos rodeó.

No entendía lo que pasaba, aquellos hombres vestían los ropajes del clan Escama Negra, pero se mostraban hostiles hacia sus compañeros...¿Qué estaba pasando?. "Ha llegado tu hora, bestia...El Sol Negro dará cuenta de tus pecados!" gritó uno de los soldados.

Entonces comprendí...llevábamos meses siendo asediados, sabíamos que el Sol Negro estaba en la isla, pero nunca imaginé que atacaría desde dentro de la propia Phiditia. Enfurecí, y rápidamente arremetí contra aquel soldado, derribándolo, y ordené a mis hombres acabar con todo aquel que pareciera sospechoso de no ser uno de los nuestros.

Por un instante, el caos se apoderó de la situación, podía notar como mis hombres y yo estábamos luchando prácticamente contra un enemigo que no podíamos ver, pues solo podíamos esperar a recibir un ataque para ejecutar otro. Por suerte, la ayuda no se hizo esperar, pues minutos después, Grom apareció con un grupo de guerreros orcos que se encontraban en el lugar cuando el ataque comenzó, de modo que entre ambos, logramos poner en retirada a nuestros atacantes.

"Los sacerdotes no dan a basto con el fuego, hermano...parece creado con algún tipo de magia oscura", me dijo Grom. Por suerte, como si la Madre nos hubiera escuchado, segundos más tarde el cielo se cubrió de nubes grises, comenzando una espontánea lluvia que, al caer sobre las llamas, las extinguieron por completo. Una parte de mí se sintió aliviado, pues supuse que aquello había sido cosa del chamán troll, Zul'jin, por lo que rápidamente pude reorganizar a nuestra tropas.

"Los incendios han sido apagados, es hora de que peinemos cada barrio de la ciudad y acabemos de una vez con todos los enemigos que encontremos dentro...LOK'TAR!!" ordené, y rápidamente me puse en marcha junto a Grom, Aron y el resto de mis hombres, a la caza de cuanto soldado del Sol Negro encontráramos en nuestro camino.

No tardamos mucho en recorrer el barrio orco, hasta llegar cerca de donde se encontraba la casa de Grom, la cuál estaba totalmente destruida, calcinada por las llamas. Por inercia, Grom se apresuró hacia lo que quedaba de su hogar, en busca de supervivientes...ni rastro de vida, solo varios cuerpos calcinados. Apreté mi puño con rabia y me dispuse a consolar a mi hermano, pero de nuevo fuimos sorprendidos por un grupo de enemigos, que al parecer se encontraban huyendo de lo que ellos llamaban "un monstruo".

Nos enfrentamos al grupo que huía a pesar de estar en desventaja numérica, hasta que, cuando parecía que no saldríamos vivos de aquella situación, Drog llegó al lugar seguido por un numeroso grupo de Kor'Kron, tal como le había indicado. Aron, al verlo venir, se percató de que su compañero estaba herido, por lo que le sugirió retirarse para que pudieran atender sus heridas, sin embargo, éste se negó alegando que si debía morir, lo haría en batalla. Ambos, Drog y Aron, me miraron entonces a la espera de ver que opinaba al respecto, asentí, pues sabía muy bien de la importancia del honor para los de mi raza, por lo que nuestro grupo finalmente consiguió derrotar a nuestros atacantes, y continuar limpiando Phiditia de manos del Sol Negro.

Aquella noche, una vez todo se tranquilizó, Chamnak organizó, junto a Milmoro, un funeral multitudinario, en honor y recuerdo de todos los caídos durante el ataque a la ciudad, tanto soldados como civiles. Durante el funeral, me mantuve junto a mi hermano, Grom. Ninguno dijimos nada en ese momento, bastó una mirada a los ojos para entendernos. Gulka y sus cachorros habían muerto a manos de esos desalmados, como otras muchas vidas inocentes. No dejaríamos que algo así volviera a pasar, no mientras yo fuera el Cónsul de Isla Sierpe.

Tiempos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora