Lágrimas vacías

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La noche llegó finalmente a Isla Tormenta, y me encontraba sobre un montículo de tierra, observando el horizonte, pensativo y en silencio, cuando mis pensamientos fueron interrumpidos por Drog, quien se acercó a mí para comunicarme que las heridas que había sufrido Grom no eran demasiado graves y que sobreviviría, pero no debía esforzarse demasiado. Suspiré con alivio al oír las palabras de Drog, pero su comentario siguiente, por el contrario, me hizo enfurecer. "Mi señor, esta situación nos viene demasiado grande...quizás sería recomendable que saliéramos de este lugar ahora que aún estamos a tiempo" me dijo Drog, aunque mi respuesta no fué la que esperaba, pues respondí sujetándolo con fuerza de sus ropajes y rugiendo con rabia. "Las lágrimas de la tormenta están a punto de brotar, no nos iremos sin ellas...ENTENDIDO?" le grité, a lo que Drog asintió.

De inmediato solté el tabardo de mi aprendiz al ver cómo lo estaba tratando, y sin ánimo de continuar la conversación, le dí la espalda y le ordené que volviera con los demás, que necesitaba estar solo, y una vez que se marchó, suspiré profundamente. Sentía que estaba perdiendo la cabeza, mi obsesión por las Lágrimas de la Tormenta habían llevado a mis mejores hombres a sacrificar sus vidas por la misión, una misión que empezaba a creer que sólo la llevaba a cabo por mi orgullo...o quizás por miedo.

Finalmente, decidí volver sobre mis pasos, buscando reunirme con mis hombres. Tal vez ellos tenían razón, tal vez estar allí era una locura. Sin embargo, una vez en el campamento, noté que algo no iba bien. Todos los soldados del ejército de las sombras se estaban movilizando. Cada comandante daba instrucciones a sus hombres, y finálmente, Danothor apareció en escena, y ordenó que todos nos reuniéramos a su alrededor.

"El maestro se ha reunido conmigo...con la noche sobre nuestras cabezas, es el momento para asestar el golpe de gracia a aquellos cegados por la mentira y las falsas palabras de libertad y paz...ésta noche, acabaremos con toda esperanza del bando aliado, y aniquilaremos a aquellos que se opongan a los deseos del Maestro!" gritó, y acto seguido comenzamos a movilizarnos, adentrándonos en las profundidades del bosque de Isla Tormenta, encabezados por Danothor.

Hikari se acercó a mí aprovechando la marcha y la distracción de Danothor. "Orco, no creo que éste hombre esté bien de la cabeza, y dudo mucho que creas que estamos haciendo lo correcto..." me susurró por lo bajo, sin embargo, le ordené guardar silencio. "Aquí yo doy las órdenes, y si digo que sigamos a Danothor, lo haremos, y no aceptaré queja alguna, niña", añadí.

Al llegar a un claro del bosque, descubrimos allí a Morten, el cual iba acompañado por una oscura silueta. Un ser cubierto completamente por una túnica negra que no dejaba ver su rostro. "Los enemigos del Maestro están arriba de esa colina, cansados y hambrientos...es hora de que les demostremos quienes somos..." dijo Morten mientras su acompañante comenzaba a gesticular con sus manos y susurrar palabras en una lengua que no conseguí identificar, para que, acto seguido, una densa niebla comenzara a envolvernos a todos.

Di orden a todos mis hombres de prepararse para un posible ataque, y entonces, sentí un fuerte mareo, como si me desvaneciera en el aire, durante lo que me parecieron varios largos minutos, y cuando volví en mí, me encontré en primera línea de batalla, frente a las tropas aliadas, quienes observaban aterrados como, frente a ellos, había aparecido el poderoso Hechicero, al frente de todo su ejército.

Estaba aturdido y confundido a la vez, más aún incluso que aquellos que tenía delante, pero entonces, noté la mano de Grom sobre mi hombro, pues se encontraba a mi espalda, el cual me miró, me sonrío y asintió. "Bin mog g'zagath cha" me dijo, que en el idioma orco significa "yo cuidaré de tí", por lo que cogí aire, y a la señal del Hechicero, me avalancé sobre las asustadas tropas de los aliados, acabando con cuanto soldado se ponía por delante, no sin estar pendiente también de mi hermano y el resto de mis hombres.

Tras varios minutos de batalla, escuché una voz emitir las palabras que llevaba esperando desde que puse un pié en Isla Tormenta. "Las lágrimas de la tormenta ya han brotado!", por lo que sin dudarlo me separé del guerrero al cual me estaba enfrentando y busqué a Grom con la mirada. "Reúne a los nuestros! Es hora de buscar las lágrimas...VAMOS!" grité, y una vez nos reagrupamos, dejamos el campo de batalla y comenzamos a barrer la zona, en busca de las Lágrimas de la Tormenta.

Dividí a mis tropas en dos grupos. Por un lado, el capitán Azureo se aseguraría junto a sus hombres de mantener a raya a cuanto enemigo se acercase, mientras que yo buscaba, junto a Chamnak, las lágrimas de la tormenta, ya que él era el único que conocía el conjuro necesario para extraerlas de la tierra de todos nosotros.

Nos unimos a un pequeño grupo de exploradores que formaban parte del ejército del hechicero, y gracias a los esfuerzos combinados de Chamnak y el druida de dicho grupo, cuyos miembros no parecían superar los 16 años de edad, conseguimos extraer nada menos que 19 Lágrimas de la Tormenta entre ambos grupos, nada mal. Una vez nos hicimos con ellas, el grupo de Azureo se acercó a nosotros. "Mi señor! El enemigo se acerca y no podemos retenerlos mucho más, he perdido a la mayoría de mis hombres y el resto están agotados, es hora de retirarnos al campamento!" me dijo, por lo que miré al druida que nos acompañaba y me fijé, a su vez, en las lágrimas que llevaba en sus manos.

"Necesitamos que las lágrimas lleguen a salvo al campamento...sabéis correr?" pregunté al joven druida, pero éste negó con la cabeza, pues eran estudiosos, no guerreros. Suspiré. "Nuestro Sumo Sacerdote es rápido, podéis entregarles vuestras lágrimas y os aseguro que llegarán a salvo al campamento" le dije, a lo que el joven aceptó agradecido y sin más entregó las lágrimas a Chamnak, quien partió rápidamente junto a Hikari, Grom y algunos hombres más al campamento, quedándome junto a Azureo, Drog y el resto de mis soldados con el druida y sus acompañantes.

En ese momento, el enemigo casi nos pisaba los talones, por lo que dí orden de retirada a mis hombres, pero el druida me detuvo, con una mirada de terror en sus ojos. "Pero...nos abandonais? No tendremos oportunidad contra los guerreros aliados, nos torturarán y masacrarán..." dijo preocupado. Lo miré a los ojos y guardé unos segundos de silencio para analizar la situación, y finalmente, comprendí la situación, colocándole una mano sobre su hombro. "Es cierto...éste no es lugar para gente como vosotros, solo sois una molestia" le dije con cierto aire de lástima, y acto seguido, miré a mis hombres y rugí. "MATADLES! A TODOS!" ordené.

Para cuando las fuerzas aliadas llegaron, lo único que encontraron en su camino fueron los cadáveres del joven druida y sus acompañantes, mientras mis hombres y yo nos reuníamos con el resto en el campamento, con las lágrimas en nuestro poder. Sin embargo, la mirada de Chamnak no auguraba nada bueno. "Las lágrimas...están vacías...su poder, su esencia, no están...me temo que todo esto ha sido para nada" dijo el Sumo Sacerdote, para mi sorpresa.  

Tiempos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora