Una nueva luz

7 0 0
                                    

Fui despertado por Grom cuando los primeros rayos de sol aparecieron en Isla Tormenta. Danothor había hecho un llamado a las armas, pues creía que con las luz del sol la isla había vuelto a dormirse y consideró que era el momento perfecto para asestar el golpe de gracia al ejército de los aliados, por lo que rápidamente di aviso a Drog para que me ayudara a pertrecharme y acto seguido reuní a mis hombres y nos encaminamos hacia el campamento, para reunirnos con el resto del ejército del Hechicero.

Una vez nos vimos todos reunidos, Danothor movilizó a las tropas, lo cual me sorprendió, pues desde que hizo su aparición la noche anterior, el Hechicero no había vuelto a aparecer por el lugar, o al menos, no ante nuestros ojos. Sin más nos encaminamos hacia el punto más alto de la isla, donde nos encontramos frente a frente con las tropas aliadas.

Allí, Sir Héctor, cabecilla de la Órden del Fénix, se adelantó y apeló a los recuerdos de Danothor, en un intento desesperado por recuperar al que una vez fué un amigo y aliado. Al principio, el comandante del ejército del Hechicero se negaba a escucharlo, pero ante la insistencia de Héctor, a quienes se sumaron Sir Mendo de Sangonera y Flint McAllister de los guerreros de Kruor entre otros, la mente de Danothor se quebró. Ira desapareció y el guerrero cayó al suelo, preguntándose dónde estaba y qué hacía allí.

Para la sorpresa de todos nosotros, Danothor, quien había liderado las tropas del Hechicero desde que llegamos, se alzaba y cambiaba de bando ante nuestros ojos, sumándose a las filas de los aliados. Miré perplejo a Grom, quien se encontraba a mi espalda, como si en el fondo, buscara algún tipo de consuelo por parte de mi hermano, pero éste se limitó a sujetar con fuerza su martillo, "Revientabuches", y a gruñir mostrando su más fiera expresión en su rostro.

Fué entonces cuando Morten, quien también se encontraba presente, tomó la iniciativa y se puso al frente del ejército, alegando que el Hechicero no necesitaba a Danothor para derrotar a los aliados ahí y ahora. Sin embargo, Héctor se encaró con el Rey Muerto, y le recordó que había perdido a la mayoría de sus soldados, y ahora, también a su cabecilla, aconsejándole que se rindiera y le entregara al Hechicero.

La respuesta de Morten no se hizo esperar, pues con una macabra carcajada, subí sobre un saliente de roca, alzó sus huesudas manos y miró a los aliados. "Creeis a caso que ésto no formaba parte del plan del Maestro? No subestiméis el poder del Rey Muerto! ALZAOS LOS CAÍDOS EN BATALLA! ESCUCHAD MI VOZ Y OBEDECEDME! CUMPLID LA VOLUNTAD DEL MAESTRO!" gritó Morten, por lo que, tanto yo como todos los presentes, pudimos contemplar, con horror, como de la nada aparecían los cadáveres de todos los que, de un bando u otro, habían muerto durante las batallas anteriormente libradas allí, andando por sus propios pies, gruñendo y portando sus armas y armaduras.

"Nigromancia...lo que nos faltaba" dijo Chamnak por lo bajo. Apreté los puños, aquella situación no me gustaba, pero no podíamos echarnos atrás, debía esperar una oportunidad, de modo que, a la señal de Morten, alcé mi maza y alenté a mis hombres a luchar. "POR LA MADRE!", grité, lanzándome contra las filas aliadas, enzarzándonos en la que sin duda iba a ser la batalla más sangrienta de cuantas habíamos librado antes.

El ruido de los metales, la carne desgarrada, los cuerpos sin vida que caían al suelo para acto seguido volver a alzarse bajo las órdenes de Morten, todo aquello me envolvía, y sin embargo, sólo tenía una cosa en mente, sobrevivir. Debía encontrar una oportunidad, un momento que nos permitiera reagruparnos y dejar la isla aprovechando la confusión, ya no pintábamos nada allí, y no estaba dispuesto a convertirme en una marioneta del Rey Muerto, como ya lo habían hecho muchos de mis soldados caídos.

Un guerrero se avalanzó contra mí, por lo que me ví obligado a patear su escudo, desequilibrándolo y derribándolo, para posteriormente golpear reiteradas veces su cuerpo contra el suelo, acabando con su vida. Mientras lo golpeaba, escuché un grito a mi espalda. "POR KRUOR!" gritó un guerrero que se avalanzaba contra mí portando su mandoble en alto. Aquel ataque me había pillado por sorpresa, y debido a mi posición me fué imposible defenderme y contraatacar. Habría muerto de no ser porque el soldado recibió un ataque lateral del martillo de Grom a la altura del torso, rompiéndole probablemente la cadera y la espalda, cayendo al suelo.

Grom se acercó al cuerpo del guerrero, alzó su martillo y lo estrelló contra su cráneo, sin más. "Para tocar mi hermano tendrás que pasar sobre mi cadáver", dijo antes de volverse hacia mí. "Vamos, esto aún no ha acabado, hermano" añadió mientras limpiaba la sangre de su martillo.

Continuamos luchando hasta que, sin previo aviso, la tierra comenzó a temblar bajo nuestros pies, y el Hermano Tierra apareció en el campo de batalla, con los ojos brillantes y muy furioso, arremetiendo a golpes contra todo guerrero que se encontraba a su paso, sin importarle el bando al que perteneciera. Al verlo, Morten dió orden de centrar nuestro ataque al coloso de piedra, mientras que Héctor, más prudente, dió orden a los suyos de reagruparse y retirarse de la batalla.

Aquella fué la ocasión perfecta para dejar el campo de batalla, de modo que ordené a mis hombres que se reagruparan y se retiraran hacia el campamento, desde el cual bajariamos a la zona costera de la isla, donde debería estar esperándonos los barcos que nos llevarían de vuelta a Isla Sierpe. Justo antes de marcharnos, Drog me dió aviso de que Grom había sido acorralado por un grupo de soldados aliados, a los cuales estaba manteniendo a raya a base de blandir su martillo en el aire.

Me dirigí hacia donde estaba Grom, y sin pensarlo arremetí contra los enemigos. "Cobardes! Cuatro contra uno? Venid ahora si os atrevéis!" grité, y sin más Grom y yo nos colocamos espalda contra espalda, combatiendo a nuestros enemigos juntos. "Grom, retirada! Nos marchamos de la isla, ya no pintamos nada aquí!" le dije al cabo de unos minutos, pero en lugar de obedecer, Grom respondió sujetándome de la armadura y mirándome a los ojos. "Tu eres quien debe volver a casa, hermano, no yo..." dijo Grom, empujándome hacia atrás. Al verme en el suelo, Drog y Azureo corrieron a socorrerme, pero les dije que estaba bien. Miré a Grom un instante, y gruñí, echando a andar ladera abajo, seguido por Drog.

Una vez llegamos a donde nos esperaban nuestros barcos, me aseguré de que todos mis hombres estaban a bordo, y me dispuse a partir, pero fuí detenido por Hikari. "Dónde está Grom?" me preguntó. No supe qué responderle, de modo que guardé silencio, el cual fué roto por una voz grave que salía del interior del bosque de la isla. Era Grom quien se dirigía hacia nosotros, tambaleándose, pero vivo y con un gesto de satisfacción en el rostro.

Me dirigí rápidamente hacia él, sujetándolo y ayudándolo a mantenerse en pie, junto a Hikari. "Rápido, ayúdame a subirlo a bordo, nos largamos ahora!" le dije a Hikari, quien una vez en el barco, se centró en atender las heridas de Grom. Una vez atendido, pedí a Hikari que me dejara solo junto a mi hermano, el cual estiró su brazo hacia mí, entregándome nada menos que una lágrima de la tormenta, la cual había conseguido en la batalla.

Apreté con fuerza aquella Lágrima contra mi pecho, y miré a mi hermano fíjamente. "Grom...maldito viejo estúpido y cabezota, mira que desobedecer una orden directa de tu Señor de la Guerra y jugarte la vida para conseguir una Lágrima más...estoy orgulloso de ti" le dije, golpeando su pecho levemente con el puño, en señal de satisfacción. Grom me miró, y mostró una amplia sonrisa en su rostro. "Ahora sí...ahora vuelves a ser el Sjorvar que conozco, el Sjorvar de siempre...bienvenido, hermano" respondió Grom mientras el barco tomaba rumbo de nuevo a nuestro hogar, dejando atrás, para siempre, Isla Tormenta.

FINAL PARTE 4

Tiempos oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora