Capítulo 44:

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Me desperté por el escozor de las muñecas y el ruido molesto de algún insecto en la habitación, me dolía todo el cuerpo y ciertas zonas al tratar de estirarme empezaron a hormiguearme, Los olores que me rodeaban eran nauseabundos, pero mi cuerpo no parecía dispuesto a producir arcadas. No sabía si era de día o de noche y tampoco es que quisiera averiguarlo, mantuve los parpados cerrados dispuesto únicamente a esperar el regreso del sueño.

Solté un suspiro de frustración al notar que había algo diferente en el departamento, de pronto algo dentro de mí supo que las cosas cambiarían de un momento a otro. La puerta principal pareció abrirse y mi ritmo cardiaco aumentó, no sabía si era excitación o miedo. Me logré incorporar en la cama y juntando todas mis fuerzas me puse en pie, solo un nombre recurrió a mi mente, la única persona que podía entrar a esta casa sin problemas, la única persona a la cual quería ver.

Llegué a la sala dando pequeños tumbos y esperé verlo ahí parado en el marco de la puerta, creí escuchar el sonido de su maleta caer al entrar, quería escuchar su voz decir mi nombre, quería creer que mi espera había valido la pena... Akira.

Todo pareció ir tan rápido que no alcancé a sentir nada, sabía que todo había sido en vano. Pronto mi desilusión se fundió en negro, escuché mi nombre antes de cerrar los ojos.

Parado en medio de nuestra sala, todo se encontraba ordenado y limpio, a lo lejos dos personas mantenían una conversación, parecían no reparar en mi presencia. Caminé despacio hacia ellos y a una distancia prudente pude reconocerlos, vi la tristeza en mis ojos al igual que la resignación en los suyos. Entendí que mi subconsciente estaba reviviendo ese día, me convertí en el espectador de tu inminente partida y mi posterior declive, a pesar de que quería salir de esa pesadilla mi cuerpo no parecía querer responder. Tendría que revivir todo lo doloroso.

Pues al parecer me he empeñado en ser un torpe masoquista hasta estando inconsciente.

Minutos después de tu salida Uruha entró al departamento, me arrojé a llorar sin consuelo a sus brazos, las explicaciones parecían sobrar y el parecía no necesitarlas. Esa noche agoté todas mis lágrimas y no recuerdo en qué momento caí rendido, el dolor del adiós si tan solo se pudiera explicar fácilmente... Sentí que perdía una parte de mí me era arrancada sin yo tener elección.

Recuerdo haberme despertado confundido creyendo que todo era una pesadilla, que él había vuelto y estaba ahí ofreciéndome su calor, pero eran otros brazos. De pronto esa sensación de calidez era remplazada por molestia, no soportaba que otra persona me estuviera tocando. Ver como alguien más tomaba tu lugar junto a mí, hizo que mi corazón se sacudiera con violencia y comprendiera la magnitud de todo lo sucedido. Sentía los ojos tan secos en esos momentos que llorar parecía una tarea imposible justo cuando me revolví Uruha se despertó.

Me sentía tan impotente, burlado, frustrado...

Ver todo desde tercera persona hizo que mi actitud estúpida de esa mañana me llenara de vergüenza, gritándole y reclamándole por algo en lo cual él no tenía nada que ver. Uruha fue muy paciente conmigo y me dejó a solas. Sentado en esa gran cama, rodeándome con mis brazos y con la mirada perdida era la viva imagen de la desolación, o eso creía en esos momentos, tan solo bastaba ver mi estado actual para confirmar que pude llegar a estar peor.

Me veo sentado y recuerdo que no podía creérmelo, por más que ya supiera que todo había acabado una parte de mí se negaba a aceptarlo. Simplemente era inaceptable ese final y sé que suena estúpido, pero esa relación no podía terminar de esa manera e iniciar todo de nuevo me parecía algo descabellado. Tal vez solo era cuestión de tiempo, tenia que poner los pies en la tierra y recordar que ya era un hombre de veintisiete años, con trabajo y un departamento, mi pareja me había dejado y no era nada mortal.

Solo una noche...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora