|9|Sorpresa.

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-Miku-

Ha pasado una semana desde aquel incidente, o más bien accidente.
Aún no me había recuperado del todo pero no quería perder clases, después de todo el brazo dañado fue el izquierdo y no era zurda.

Había llegado un poco temprano a la universidad, quería agradecerle a Ren por su amabilidad.

Fui buscando por cada uno de los salones y en ninguno estaba.
Tal vez el era de los que llegaba tarde.
Seguí avanzando hasta llegar al salón donde a veces impartían las prácticas de pintura.

—Oh hola— Saludé al notar que alguien estaba pintando en la esquina del aula. —Disculpa ¿no has visto a un chico más alto que yo? Es rubio, ojos azules y...— Me detuve al ver que era Kaiko, la chica de la otra vez. —¡Kaiko! Perdón no había notado que eras tú, ¿cómo has estado?

—Bien gracias— Habló con un tono apenas audible.

Me acerqué a ver qué dibujaba.
Al parecer era una persona rubia.

—Oh qué linda chica— Le sonreí. —Pero tu pincel ya casi no tiene aceite, deberías— Intenté tocar su pincel y sin querer mi mano rozó con la suya.

—¡N-no!— Gritó nerviosa y se alejó. Soltó el pincel.

—Lo siento no era mi intención yo...— Traté de ayudar a levantarla.

—¡D-dejame!— Me miró nerviosa y alejé mi mano. —Lo siento— Susurró.

—Creo que me hablan, nos vemos— Hablé nerviosa.

Eso había sido muy raro. Por lo menos yo no me lo esperaba.

Seguí avanzando un poco de regreso y en el pasillo se acercaba Ren.

—Oh ¡Ren!— Me acerqué corriendo infantilmente hacia él.

—Es Len en realidad— Sonrió. —¿Qué haces aquí Miku? Tenías que reposar más.

—No estoy tan mal, además no me tengo que atrasar. Pero dejando eso de lado, muchas gracias— Tomé sus manos. —Tal vez antes creía que eras un pervertido extraño pero, ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba. A partir de ahora cuenta en mi como una amiga, te debo la vida.

—No exageres tanto— Tartamudeó un poco. Estaba sonrojado.

Mis pupilas se perdieron cortos segundos en su rostro, a pesar de estar más alto pude notar con claridad sus ojos, tenían algo que hacía perderte en ellos.
Y sin darme cuenta aún seguía sosteniendo su mano.

—¡L-lo siento!— Solté sus manos. —Bueno yo me voy, te veo después— Corrí lejos de él.

Después de tanto avanzar por fin había llegado a mi aula.
Sentía que el corazón se me salía al recordar tal acción vergonzosa.
¿Qué tal el creía que estaba enamorada de él o algo por el estilo? En primera se burlaría y en segunda creería que soy una tonta.

—¡Agh!— Azoté una libreta contra mi cara.

—¿Estás loca?— Me miró con disgusto Rin.

—Poco si— Contesté de mala gana. Ella era de las chicas que ponían de mal humor a cualquiera.

—¿Miku?— Dijo en la entrada del aula Gumo.

—No, su espíritu.

Corrió hacia mi y me dió un abrazo.

—Me tenías tan preocupado, ¿por qué nunca contestaste mis llamadas y mensajes? No te desaparezcas de la nada— Me abrazó más fuerte.

—Gumo me ahogas— Se separó. —Perdón, tuve un accidente y por eso...

—¡¿Qué?! ¡¿Un accidente?!

—¡Shh! No lo grites— Coloqué mi dedo índice en sus labios hasta lograr tranquilizarlo. —Es una larga historia, más tarde te contaré— Justo había llegado nuestro profesor.

(---)

Ya era receso, como de costumbre estaba comiendo junto con Gumo.
Por alguna extraña razón esperaba a que Len apareciera, pero nunca lo hizo.

Las horas transcurrieron y pronto me encontraba camino a casa. Y como de costumbre giré a ver la florería.
"Qué raro" Pensé.
No había ninguna flor afuera de ella.
La curiosidad me ganó y me acerqué a ella. Decidí entrar.

—Buenas— Hablé suavemente.

Nadie contestaba, no había nadie al parecer.
Observe y habían muy pocas flores, solo había macetas vacías y la mayoría eran palmeras, pequeños árboles y helechos.

—¿Miku?— Giré a ver quién hablaba a mis espaldas.

—¿Gumo? ¿Qué haces aquí?— Pregunté sorprendida, pues llevaba el uniforme de la florería.

—¡Sorpresa! ¡Trabajo cerca de tu casa!— Sonrió.

—Que gran sorpresa eh, por eso saliste temprano hoy.

—¡Gumo! ¡Ayúdame pronto!— Le gritaba al parecer el chico de aquella vez.

—No quisiera dejarte pero me llaman y realmente necesito este trabajo— Rascó su nuca nervioso.

—Ah si, de todos modos ya me iba.

Ambos partimos de dónde estábamos, yo a mi casa y él a donde le hablaban.

Iba caminando por las calles y decidí divagar un poco por un parque que estaba cerca, después de todo no tendría nada que hacer.
Me encanta ir por las tardes a ese pequeño parque, hace tiempo -mucho en si- que no iba.
Los niños se la pasaban corriendo jugando a las "atrapadas", los abuelos sentados en las bancas, el único vendedor de helados que parecía disfrutar de la vista como si fuese un helado.
Sin mencionar la encantadora naturaleza; grandes árboles frondosos llenos de hojas, pasto ver y al centro unos arbustos. Era maravilloso.

Sin darme cuenta el tiempo se había pasado, ya estaba oscureciendo, tenía que regresar a mi casa.

Me apresuré pero el mundo estaba en mi contra, la calle por la que iba a regresar estaba bloqueada por una huelga enorme de personas. Decidí tomar otro camino.
De pronto oí unos pasos. Al principio creí que era solo casualidad, pero no.

El camino por el que andaba estaba sólido y casi nadie lo transitaba.
Esos pasos pesados se iban volviendo más rápidos y vibrantes.
Mi corazón latía rápidamente. Mi respiración se acortaba.

Quería gritar ayuda pero, ¿a quién?

Por suerte me acercaba a mi casa estaba a unos metros de estar a salvó pero toda esperanza se desvaneció.
Por mi confiabilidad bajé la velocidad del paso.
Pronto sentí un trapo húmedo.

Traté de forcejear pero era inútil. Aguanté la respiración un poco pero no resistí.
Todo se volvió a tornar oscuro.

Obsesión|Lenku|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora