Holocausto

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Un maldito año, en este mismo lugar. Viendo el perecedero crepúsculo que recae sobre el cielo, con un color rojizo azafrán. Esas amorfas aves con colas de rata, plumaje azabache desalineado, ojos rojos y acechantes, con pico hecho de metal, y en vez de canturrear, ejecutan un chillido espeluznante, parecido al de un bebé al que estrangulan. Árboles de caoba quebrantados, con un tronco que reflejan rostros en agonía y muchas más atrocidades que alberga este mundo. El eterno crepúsculo o más conocido... El mundo de los mitras.

Encerrada en mi habitación, contemplando día a día este tétrico lugar, hasta que a los mitras les de por divertirse conmigo de distintas maneras.

-Prepárate-, Entró un Mitras interrumpiendo mi mar de pensamientos.

El mitras se acercó y me tomó del brazo, haciendo que me parara del lugar donde observaba el holocausto.

-Arreglate, eres uno de los más grandes trofeos de los cinco mitras de la calamidad-, Exclamó el mitras con tono grave y casi imperceptible.

Este salió de la habitación, cerrando con fuerza la puerta de hierro.

Saqué un viejo cepillo de pajón de una mesa de noche de madera casi podrida, arrastre un viejo banco astillado, hasta el frente del espejo, así es... El mismo espejo, el que te muestra la realidad de lo falso, el lecho entre el universo y el anti-universo.

Me senté en el banco, y quedé fríamente en frente del espejo, comencé a cepillar mi enredado cabello largo, en él no habitaban más que alimañas, tales como arañas pegostiosas de color púrpura y uno que otro piojo... Mis ojos blanquecinos, que proyectaban una mirada sin vida, sin emoción, sin ánimos, no reflejaban más que miles de torturas, mi tez aún más pálida de lo que era antes, con muchos cortes y puntos en estos. Y ni hablar del resto de mi cuerpo.

Me apresuré a arreglarme o bueno si así se podía decir. Él mitras entró y me llevó jaloneandome del brazo hasta el templete de Barbora, salvo que este era mil veces más grande. Me hicieron entrar ahí, habían siete tronos en cada pileta del templete, pero solo cinco mitras los ocupaban, nunca he visto a esos ausentes, estos no eran como cualquiera, tenían una forma distinta al resto de mitras.

-Majestades aquí he traído a la humana, proveniente de una de las familias más hipócritas, los Jussieu-, Exclamó el mitras poniéndome en el centro.

-¡Victoire Jussieu!-, Exclamó uno de los mitras sentados.

-El turno de divertiste es de... Prae-, Dijo el mitras esfumandose como polvo al viento.

El mitras que estaba sentado en el trono izquierdo, se acercó a mi, era de un tono grisáceo oscuro, figura fornida, comillos platinados y recubiertos de sangre, y garras tan grandes como el cuerpo de un mitras.

Ya me había tocado mucho con este, ya sabía de que manera me iba a torturar, su nombre "Prae", significa agonía, el nombre le va como anillo al dedo.

Se puso frente mío, comenzó por darme un fuerte golpe en el abdomen haciendo que escupiera coágulos de sangre.

-Será más divertido si traemos a alguien-, Exclamó Tempus, el mitras del tiempo, chasqueó los dedos, y apareció Barbora, con una mirada perdida y culpable.

-Mira como la torturan por tu culpa-, Dijo Tempus haciendo que Barbora viese involuntariamente.

Prae desplegó sus afiladas garras, las acercó lentamente a mi rostro, y comenzó a cortar los puntos de mis heridas, volviéndolas a abrir. Acercó unas de sus garras a mi ojo y procedió a incrustarla en este. Mis gritos de agonía no paraban, el dolor era insoportable, sentía como la sangre escurría hasta derramarse al suelo.

Este saco su garra, con mi ojo en ella, puse mi mano en mi cuenca, evitando en balde el sangrado. Prae pateó una y otra vez mi abdomen, ocasionando que hiciera un gran charco de sangre que pintaba las baldosas.

-Por... fa... vor, detente-, Imploraba apenas.

-No Victoire, esta es tu deuda-, Exclamó Prae.

Prae me tomó del cabello, levantándome como basura. Metió sus garras lentamente en mi rasguñado y cicatrizado abdomen por completo, desgarrando mi piel, atravesando mis órganos, sin importarle mis gritos. Finalmente partiendome por la mitad, salpicando el templete entero con mis viceras y sangre, dejándome tirada a medio morir.

-Está vez no te ha ido tan mal, espero estés lista para lo siguiente-, Sonrió Prae macabramente.

-No hice nada malo, no me merezco esto...-, Me quejaba casi sin aliento y lágrimas entre los ojos.

-Lo siento, Victoire...-, Escuché de último a Barbora.

-Paga tu deuda-, Exclamó el mitras pardo... Que se hacía llamar Tempus.

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