Capitulo 3

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Funsum empezó a ladrar al oír a alguien en el portón. La pequeña french poodle blanca se acercó al portón y lo olfateó, y una vez segura de que había alguien afuera, ladró todo el camino de vuelta a la casa.
-¡Cállate!- Hugo apareció bajando las escaleras de su "casa". No era precisamente una casa. Vivía sólo en el patio trasero de una casa, en una especie de pequeña cuartería alquilada, de dos plantas. Abajo se dividía en dos: sala, comedor y salón de clases, y del otro la cocina, y arriba dos cuartos minúsculos y un baño. El techo amenazaba con caerse en cualquier momento, y la segunda planta rechinaba de forma siniestra. Después de su «desaparición» tuvo que buscar casa e ir a recoger lo poco que le quedó a la casa de una amiga. Ahí vivía con todas las despreocupaciones de un típico hombre soltero, sin preocuparse de donde cae la basura ni la hora a la cual meter la ropa.
Para entrar a su casa, debía atravesar un pequeño pasillo entre la casa externa y la del vecino, aún más estrecho porque puso la lavadora ahí. «Si seré idiota»- pensó.
Abrió el portón con total calma, sin preocuparse de cómo andaba vestido, ni del montón de ropa tendida que tapaba casi toda la entrada. Resopló al ver a su alumno de canto, Luis, al otro lado.

Luis era un muchacho alto y joven, no pasaba los veinticinco. De una palidez y delgadez enfermiza, pelo y barba negros, orejas extrañamente paradas y un porte de dios griego con camisa celeste, chaleco gris y pantalón beige.
-Hola Huguis, ¡Tanto tiempo!- Si había algo que identificaba a Luis era su efusividad y facilidad para reírse por nada. Entró como si fuera su casa, sin importarle la ropa, ni la lavadora.
-¿Verdad?- Hugo respondió con desgano.- ¿No sé supone que ayer tenías que ir a práctica vocal?- así le llamaba Hugo a cantar en el coro de la iglesia.
-Ay Huguis, ¡Lo siento mucho, de verdad! No pude venir, Julius me llamó a que le ayudara con las actas de los peregrinos- Luis trabajaba de secretario en una parroquia lejana y solitaria muy al norte de la ciudad, Julius era el cura y jefe de Luis, no muy brillante, y sobra decir que Luis tampoco era muy carga...- Salí a las 2.
-¡Y yo tuve que cantar toda la mañana solo! ¡Rey tampoco llegó!
-¿Y a ti desde cuándo te importa tanto Rey?- Luis se quedó mirando a Hugo con resentimiento y cierto deje de odio.
-Fue... Fue mi primer cantor después de que recuperé mi vida- el organista se defendió- además él vive con Dannita porque yo se lo mandé...
-Ay ya Hugo, no ocultes que amas a Rey. Si por ti fuera ya te lo hubieras cogido- Hugo lo empujó y éste cayó sentado en una vieja silla.- ¡No ocultes tus sentimientos!
-Ay ya, cállate- Funsum se acercó a Luis olfateandolo y moviendo la cola.
-Además, me da pena la Danna con ese mequetrefe. Seguro que la pobre le mantiene, porque dudo que él la mantenga ¡Jajaja!
Hugo se acercó con un vaso que contenía agua con algo.
-Cállate, si no quieres... que acabe contigo... Toma el maldito remedio, limpia tu puta garganta y empieza a afinar. Tenemos mucho que trabajar esta semana...

***
Eran las 8 en punto cuando Danna abrió los ojos. Con pereza estiró la mano y tomó su móvil para confirmar la hora. Se levantó aún aperezada, abrió la ventana y miró el calendario. 15 de enero, día en que empezaba las clases en la Universidad. Tomó una camiseta marrón que le enorgullecía ponérsela en casa, ya que hablaba de su pasado, y un pantalón grisáceo desvaído, además de unas sandalias rosadas. Nada le combinaba pero no le importaba, total nadie la vería.
Salió del baño con espíritu renovado, desayunó tranquila, frutas y cereal. Se dispuso a lavar ropa, primero la de Rey, luego la de ella. Después de lavar a mano, y mientras la lavadora hacía el resto, barrió la casa, limpió los dos baños, hizo la cama. Tendió la ropa con paciencia, tarareando una vieja canción de amor. Limpió la cocina y secó los trastes del desayuno, en el refrigerador encontró una nota.

Olvidé decirte que hoy salgo a las 3:30 así que no llegaré a almorzar. Por tanto, te pido que me escribas si tienes que hacer algún mandado, yo te lo hago.
Que te vaya bien en la Universidad, llevale una manzana a tu profesor. (¡Jaja!)
Avísame cuando sales.

Rey :*

Danna suspiró con la nota en la mano. Si tan sólo Rey tuviera la edad que aparentaba... las cosas serían más fáciles.
Planchó su ropa. Recordó que Kendall llegaría por ella a la estación después de la Universidad. Con cierta malicia y placer, escogió su ropa: se decantó por una blusa negra de tirantes, el jeans nuevo que compró para la Navidad pasada y el blazer floreado que había comprado para el Congreso de Optometría en octubre. Sin duda se vería fantástica, y para rematar el conjunto recordó los botines de tacón cuña que había comprado hace años y que rara vez se ponía. Un poco de delineador y lápiz labial rojo y listo.
Sin duda alguna, los monaguillos no creerían que Danna era tan meticulosa a la hora de escoger sus vestuarios y menos las joyas. Tomó aquella cruz en forma de T, unos aretes de plata rectangulares con pequeñas flores parecidas a las del blazer, una pulsera negra con dorado que tenía guardada y su anillo, aquél anillo misterioso en forma de corona con diamantes minúsculos que había ganado que Rey le dijera «Majestad», y que inclusive Hugo pensaba que él se lo había regalado. Sin embargo ese anillo tenía un significado doloroso, un punto negro en su vida que ella trataba de olvidar con la resignación de quien sabe que es imposible. Bajó a revisar si la ropa estaba seca (la mayoría) y la dobló ya más presurosa, dado que debía alistarse.
Como no tenía que preocuparse por hacer almuerzo, comió el arroz del día anterior con una lata de atún y unas rodajas de pepino. Sabía que en la Universidad no se podría resistir a un vaso gigante de café. Antes de terminar de alistarse, dejó una nota:

Rey de las mil torturas:
Dejé tu ropa sobre tu cama, ya te encargarás de ver dónde diablos la metes. Recuerda dejar limpia la cocina y sala que viene tu amado Kendall ¡Ja ja!
PD: Si vas a comer algo, aún queda arroz para la noche, hay sardinas en la alacena y nuggets de pollo en el congelador.
Diviértete y disfruta tu soltería

Danna.

***

Rey salió más temprano de lo que pensaba. Firmó las hojas de distribución que le pedían, las actas y los gráficos y salió rápidamente. Iba a una cuadra cuando recibió un mensaje de Danna:

Salí muchísimo antes de lo esperado, regreso en tren de 3:38. Ya avisé a Kendall, por lo que me dijo que íbamos a tomar café o alguna cosa así.
Con respecto a los mandados no ocupo nada, puedes ir tranquilo a casa. Te dejé una parte del almuerzo en el microondas y otra en el refri.
Te quiero.

Rey miró el móvil, entrecerrando los ojos en un gesto muy propio. Le repugnaba el hecho de que Danna saliera con Kendall a algún lado. Para él, Kendall era raro y algo falso. Tomó la resolución de esperar a que Kendall llegara a la estación, pero antes iría a la casa a dejar sus cosas.
Encontró la nota de Danna en el refri, decidió comer antes que guardar la ropa. Comió con la avidez típica de quien se levanta cuando todo está aún oscuro, ni desayuna y se va a trabajar a la otra punta de la ciudad. Tomó el teléfono, cartera y llaves y volvió nuevamente a la carga. Fue trotando hasta el Santuario Nacional donde Kendall trabajaba, sabiendo que eran las 4pm y que Kendall laboraba en horario de mañana. Salió por el costado norte, donde siguió la línea del tren hasta la otra estación, y se ubicó en un parquecito a media cuadra de la estación. 4:10pm.
A las 4:15, vió un joven que se acercaba, y sintió como se le revolvia el estómago al reconocer la piel morena y el peinado moderno de Kendall. Vestía un pantalón azul formal, una camisa celeste con puntos azules y unas zapatillas negras. Se dirigió a los puestos de las floristas, donde compró un pequeño ramo con rosas coral y yerberas naranja, las mismas flores que adornaban el Santuario esta semana.
-¿Cómo no quiere Danita que piense que Kendall es un idiota?- pensó.
Pasó junto a Kendall, sus ojos verdes y su sonrisa perfecta y seductora dejaban mucho que desear en él, y encontró que la camisa no le sentaba muy bien al chico. Vió como Kendall se dirigía al andén como uno más, y como un grupo de jovencitas lo miraban cuán fieras al acecho. «Ojalá se lo lleven a la porra estas viejas»
Las señales acústicas que indicaban la cercanía del tren se activaron, y la vieja locomotora se abrió pasó entre los pitoretazos y las palomas. Rey se mantuvo oculto entre la casa de la estación mientras veía salir la gente. Vió a Danna salir del tercer vagón y estirarse mientras escrutaba la multitud. Sus ojos brillaron y una sonrisa apareció en su rostro al ver al príncipe celeste. Se abrazaron con demasiado cariño (a juzgar de Rey) y éste le dió las flores, ella le besó en la mejilla.
-Esto no va a durar mucho. Tengo que hablar con Hugo al respecto- se dijo Rey, acomodando las faldas de su camisa mientras se perdía en la gente.

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