No fue el sol colándose por la ventana el que despertó a Mike, ni tampoco fue Marien reclamando por algo, o Mateo llorando. Lo despertó el hambre puesto que no había comido nada desde el día anterior. Con terror, recordó la noche anterior. Se levantó y corrió hacia la ventana. La mitad era de vidrio translúcido, pero logró distinguir que el cuarto de Henry daba al corredor de la casa cural, y colindaba con la bodega donde Hugo lo había hallado. Distinguió los vitrales de la iglesia al frente y la pila donde Carmen hacía los arreglos florales, así como donde Raúl encendía el fuego del turíbulo. Salió al pasillo desierto, al frente habían otras puertas cerradas. Bajó las escaleras y llegó al comedor interno de la casa. Nunca había estado allí, y al verse en una casa tan grande (aún más que donde vivió) sintió miedo.
-¡Buen día, Mike!- Fernando apareció por una estrecha puerta a un costado.- ¿Lograste dormir?
-Un poco- contestó tímidamente.
-En estos momentos Federico está reunido con algunos servidores de la iglesia tratando de localizar a tus padres o al menos saber dónde están.- puso sobre la mesa una bolsa - Henry salió en la mañana a buscarte una muda para hoy. Espero te quede bien.
Mike tomó la bolsa.
-Gracias, supongo.
-El baño está al frente de mi habitación. Segunda puerta a la izquierda. El agua caliente no calienta mucho, pero funciona para quitar la sensación de frío matutino. Le diré a Rosita que te prepare desayuno.
-¿Quién es Rosita?
-Nuestra ama de llaves. Es simpática, aunque algo callada- el sacerdote se encogió de hombros.- Aunque pensándolo bien, cuando Henry acabe la misa de 8 y salgás del baño, quizás puedan prepararse algo- concluyó sonriendo. Le revolvió el pelo al niño y desapareció por donde había venido.
La sensación que invadió a Mike a continuación nada tenía que ver con lo de la noche anterior. Era como estar en un país extranjero, donde conocen tu lengua pero no tus costumbres. Como el país vecino. Como otra provincia. Es algo que su mente no podía explicar. Sintió algo de frío, quizás de la soledad que lo empezaba a invadir, o de que Fernando dejó la puerta del patio abierta. De todas maneras, ese frío no se le quitaría fácilmente. Quedamente, dió media vuelta, subió corriendo las escaleras y cerró la puerta del baño echando el pestillo. Se sentó en la taza y miró la ropa. Halló un calzoncillo y una camiseta interior (no usaba desde hace mucho, pero los sacerdotes suelen usar esas cosas), un pantalón azul oscuro y una camisa de botones, de fondo azul con cuadros de un color rosado.
-Pudo ser peor- suspiró.
Fernando tenía razón respecto al agua: era fría pero no tan fría como la del lavabo.
Luego de un buen baño, se calzó las zapatillas que llevaba del día anterior. Al salir chocó con Henry.
-¡Buen día Mike, pensé que aún dormías! Fernando me dijo que te ayudara con el desayuno.
Mike solo lo miró, ni siquiera se preocupó en contestarle. Ambos bajaron las escaleras y pasaron por el comedor interno hacia la cocina, de paredes turquesa y electrodomésticos algo antiguos.
-No soy un gran cocinero, pero lo que hago se deja comer- bromeó Henry mientras abría la puerta de la nevera.
Luego de unos minutos, Mike tenía un sándwich de jamón y queso y algo parecido a una ensalada de frutas.
Se los comió lentamente, bocado a bocado, sin pensar en nada. Su mente empezó a vagar por diferentes parajes, pero ninguno le gustó. Ninguno era alentador.
Salió con más tristeza de la habitual a la sala. En el pasillo, al otro lado de esta, vió la espalda de Danna y al padre Federico, manteniendo una conversación algo acalorada. No parecía una discusión, pero se veían algo estresados, tal y como se ponían sus padres a veces.
Rodeó el gran sofá y salió por una puerta a su izquierda, tenía un jardín interno, y a la derecha de esta una puerta de doble hoja con una cruz, parecidas a las de una capilla. No quiso explorar: curiosamente no tenía ganas. Entró de nuevo, desganado y se sentó en una de las sillas del comedor oficial, con la vista perdida en el enorme arreglo floral de yerberas de colores, seguramente a Carmen le habrían sobrado algunas...
-¿Por qué me dejaron? ¿Hice acaso algo malo? ¿Desobedecí en algún momento a mamá y por eso me han castigado?- pero no halló respuesta en su mente, que clamaba a grandes voces estas interrogantes. Tanto así, que no escuchó a Federico, que venía de dejar a Danna en la puerta de la sacristía que daba a la calle. El cura no pudo encontrar un cuadro más triste.
-Mike, pequeño- murmuró. El niño levantó la cabeza, sin mirarlo.- ¿Has dormido bien? ¿Sí? - no contestó.
Federico lo miró, preocupado y algo decepcionado de que el niño no contestara.
-Ahora, en la tarde habrá reunión de monaguillos. Le pedí a Danna los convocara...
-No puedo seguir en los monaguillos.- el niño interrumpió a Federico- Mi sotana y el resto de mi ropa están en mi casa.
-Te pagaré a hacer otra- murmuró Federico con un gesto de la mano, como si fuera lo más fácil del mundo- En cuanto a la ropa, veremos...
-Padre- Danna entró corriendo a la casa cural. - Tiene que ver esto. Rey lo vió mientras hablaba yo con usted.
-¿Qué sucede?- El cura aceleró el paso, dejando a Mike en la estancia. Sin dudarlo, salió de la casa hacia el corredor, donde vió a Raúl hablando con Rosita y se dirigió al garaje de la casa. El portón de peatones estaba abierto y él salió al espacio donde conectaban el salón parroquial, la casa de los colaboradores, la iglesia y la casa cural. En la reja del portón que dividía ambos mundos, estaban Danna y el padre, así como un muchacho que él no reconoció, rodeando lo que parecía ser una bolsa de basura grande. Al abrirla y ver su contenido, Danna y Federico ahogaron un grito y arrastraron la bolsa hacia el garaje. Mike corrió antes de que lo vieran de nuevo a la seguridad de la casa y cerró la puerta de doble hoja. A través de una hendija entre las puertas, vió como los dos hombres depositaban la bolsa en el corredor, recostada al barandal. Danna metió la mano y sacó una camiseta púrpura, de niño y otra camiseta roja de rayas, mientras que Federico sacó una sotana roja y un roquete blanco, del mismo tamaño y talla que Mike.
-No puedo creerlo...- murmuró Danna.
-¿Son todas sus cosas? - Rey tomó lo que parecía ser una torre de carritos.
-Aparentemente...
Federico suspiró.
-Creo que la cosa va en serio... Danna, sigue adelante con tu reunión. Informa de las bajas.
-Todos se preguntarán por qué Marien, Manuel y Mateo se salieron y Mike no. ¿Qué les vamos a decir?
-Nada. Qué crean lo que quieran. La mamá de Ximena será la primera en averiguar. Quién sabe, a lo mejor nos ayuda a completar el rompecabezas.
-Es una locura...
-Lo que sí, es que Hugo va a estar en esa reunión.
Danna lo miró incrédula.
-¡No!- gritó. Luego, en voz baja- Padre, no. Hugo, las madres. ¡Usted sabe mejor que yo el concepto que tienen del pobre organista!
-Hugo estará, y punto. Le diré a Mike que encontramos sus cosas.
-Y dará por sentado que en verdad lo abandonaron. Lo que faltaba.- murmuró Rey.
-Ahora Padre, ¿dónde va a dormir?
-Aquí. Qué Henry y Fernando duerman en una misma habitación. Total los dos se llevan muy bien. Yo en otra, Rosa en otra y Mike en otra. Y listo. Llenamos la capacidad de la casa, aunque está la oficina de Claus pero prefiero no tocarla.
-¿Y el cuarto matatiempo del Padre Ignacio? - Ignacio era un sacerdote pensionado ya, que prestaba servicio de confesiones y que solía llegar a hacer nada durante el día.
-Tampoco lo pienso tocar. Le da algo.
Danna cerró los ojos y trató de respirar como Hugo le había enseñado. No fuera a matar a Federico...
-Está bien, padre. Usted es mi superior, nada puedo hacer. Pero sigo pensando que esto es una locura...
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En cada rincón
Random¿Qué es lo máximo que harías con tal de ser al fin visible para tu familia? ¿Por qué siempre en cada familia hay una oveja negra? ¿Ambición sobre tu propia familia? ¿Qué haremos con un niño? ¡Un niño! ¿Qué harías si desaparece tu familia? ¿Y mi herm...