Capítulo 1: La promesa.

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Despierto en un coche abandonado; sola, completamente sola. Ya ha amanecido. Busco mi móvil por todas partes pero no aparece. Necesito llamar a alguien, en verdad necesito llamarlo a él y saber que va a volver, que no ha desaparecido. Un montón de lágrimas empiezan a correr por mi rostro y salgo del coche, necesito saber qué hora es, debe ser temprano ya que no hay nadie por la calle. Miro a mi alrededor en busca de alguien a quien preguntarle la hora cuando me fijo y veo a un trabajador, así que me dirijo hacia el corriendo intentando borrar mis lágrimas.

-Disculpe, ¿me puede decir qué hora es?

-Sí, claro. Son las ocho y cuarto. –responde a la vez que me mira con cara de asombro.

-Gracias. –digo a la vez que empiezo a caminar.

Ese hombre me estaba mirando extraño, seguramente se ha dado cuenta de que me pasa algo. Necesito llamar a Zack, saber dónde esta. ¿Por qué se ha ido?

*La noche anterior*

Me acuesto asustada en la parte trasera de un coche abandonado, agarro su mano, tengo miedo.

-Prométeme que no me vas a dejar sola, por favor, tengo miedo. –la voz me tiembla, nunca había estado tan asustada.

-No te preocupes Ada, yo nunca te voy a dejar sola, te lo prometo. –dice a la vez que besa mi mano. -Descansa, mañana todo irá mejor.

-Solo te tengo a ti Zack, ¿Cómo no me voy a preocupar? Si tú también te vas... -la voz se me quiebra y trago saliva. No quiero ni imaginármelo. -Entonces no se que va a pasar.

-Yo no me voy a ir, de verdad.

**

Sigo caminando sin conseguir que las lágrimas dejen de salir de mi ojos.

¡Sus promesas no valen una mierda! -grito hacia dentro.

Ahora mismo solo tengo ganas de llorar, de matarlo, de morirme... Me gustaría dejarme caer al suelo, dormirme y no volver a despertar nunca.

Veo a un señor, debe de rondar los cincuenta años y decido acercarme a el. Necesito llamarle y ver que me estoy equivocando; aún tengo una pequeña esperanza de que vaya a volver.

-Disculpe, ¿podría dejarme su teléfono para hacer una llamada? O, por lo menos... Darme un euro para ir a una cabina, necesito hacer una llamada. –en ningún momento mis lágrimas dejan de brotar, tengo la esperanza de llegar a ahogarme en ellas y morirme, me siento como una imbécil.

-Creo que tengo un euro. ¿Estás bien? –dice mientras busca en sus bolsillos.

-Sí, sólo necesito hacer una llamada.

Me da el euro y le doy mil veces las gracias, me voy corriendo en busca de una cabina o algún sitio donde pueda llamar y entonces encuentro un bar. Es pequeño y no parece que vaya a haber demasiada gente en él así que decido entrar y preguntarle al camarero si tienen cabina, a lo que su respuesta es un no. Cada vez las lágrimas salen más fuerte, no puedo más.

-Tranquila chica –intenta calmarme el camarero –. No te preocupes; yo te dejo mi móvil, pero no me lo robes, por favor.

-No, tranquilo, de verdad, sólo quiero hacer una llamada. –Digo más tranquila a la vez que cojo su móvil.

Marco mi número y dejo que suene, pero me salta el contestador. Estoy desesperada, así que vuelvo a intentarlo, pero no obtengo respuesta.

-Muchas gracias, pero no me coge. –Digo devolviéndole el móvil.

-Puedes volver a intentarlo si quieres... -se le nota cierta desconfianza.

-Bueno, muchas gracias... Pero no creo que conteste. –digo sin esperanza alguna.

De todas formas, vuelvo a intentarlo, pero como ya imaginaba, no hay respuesta. Se lo devuelvo y me voy de ahí. Necesito aire, tengo que hablar con alguien, necesito que alguien me diga lo subnormal que soy, así que me dispongo a caminar hacia el túnel donde solía estar con mis amigas. Con un poco de suerte alguna seguirá yendo por ahí. Al llegar veo a Natalia y corro hacia ella. No puedo evitar derrumbarme en sus brazos.

-¿Qué ha pasado? ¿Ada? ¿Estás bien? ¿Qué coño ha pasado?

Sólo puedo llorar, las palabras no salen de mi boca y un gran nudo enreda mi garganta. Me siento tan imbécil.

-¿Ha sido Zack? ¿Qué te ha hecho? –pregunta preocupada.

El amor duele, joder si duele.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora