☄Capítulo 7☄

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Jack

- Lo juro- digo sin chistar.

La mirada de Cath penetra como cuchillos sobre mi piel.
A pesar de su completa desaprobación a mi decisión, no cambiaré de parecer.

Amelia es mi todo.
Mi luz.
Mi alegría.
Mi primer y único amor.

-Jack.- su mirada se torna gélida.-Con las desapariciones salir de la ciudad es un suicidio.-Tiene razón.
Salir de Paz es un suicidio.
Uno que debo cometer por ella.

- Lo se, pero voy a arriesgarme-. lo arriesgaria todo. Lo daría todo por volver a verla.
Por ver aquella radiante sonrisa.
Por contemplar aquellos ojos que me hipnotizaron.
Aquel hermoso cabello, tan rojizo como el fuego ardiente del amor que yace en mi corazon.

Lo daría todo por aquella chica que con tan solo sus palabras y deslumbrante belleza logró enamorarme perdida y permanentemente.

-Gracias por preocuparte Cath, pero ya no será necesario-. La vuelvo a abrazar antes de alejarme.

Esta vez, Cath ya no me persigue.
Sabe que no me hará cambiar de parecer.
Doy media vuelta, y descubro que se ha esfumado.

Continuo caminando por las ruinas de calles en donde pasé mi niñez y adolescencia.
Entre ellas, las ruinas de la deslumbrante mansión de los Oremore.

Recuerdo la primera vez que acudí a aquella edificación.
Mi padre me llevó a una reunión de negocios con aliados de la empresa familiar. Todos debían acudir con sus hijos.
En otras palabras, los herederos de la empresa.
Fue una reunión bastante aburrida.
La música era agradable, pero sumamente lenta.
Como siempre, la comida era de sabor cien por ciento artificial.
Lo único que hacían los invitados era hablar entre si y disimuladamente, criticar a los demás. Mi padre y su mejor amigo eran la excepción.

Decidí abandonar el salón, y despejar mi mente en uno de los tantos balcones de la mansión.

Al salir, quedé fascinado.
La vista era exorbitante.
Pocas veces se podía apreciar a la luna y el cielo estrellado.
Por causa de la contaminación, residuos nucleares y otras consecuencias de la guerra, el cielo casi siempre estaba cubierto por una capa de smog gris.
Pero como pocas veces, aquella noche estaba completamente despejada permitiendome apreciar el cielo nocturno en todo su esplendor.

Ahí, la vi.
Lucía un vestido negro que permitía que sus rasgos resalten a la perfección.
Llevaba un maquillaje sutil.
Su cabello rojizo estaba completamente suelto lo que le daba un toque rebelde y de su cuerpo desprendía un delicioso aroma a vainilla.

Se aproximó a mi, y me dirigió una hermosa sonrisa.
-La fiesta es muy aburrida sin ti ahí - Amelia se sentó sobre el balcón dejando sus piernas en el aire.
-Amelia! Podrías caer- la tomé del brazo y la baje del balcón.
- Si llegara a caer, se que me atraparías-. Me sonrojé e inmediatamente solté mi agarre.
-Es hermoso, ¿no crees?-. Amelia dijo feliz.
Volví a ver aquel hermoso cielo.
Las estrellas lucían más brillantes de lo usual.
Ellas, se reflejaban en sus ojos esmeralda.
-Nunca había visto algo tan hermoso-.

De repente, una lluvia de meteoros invadió la oscuridad del cielo nocturno.
- Las sociedades preguerra creían que al pedir un deseo a las estrellas, este se cumplirá- Amelia cerró sus ojos y una sonrisa se formó en sus labios.
El claro de luna iluminaba su rostro.
Quedé embriagado por la obra de arte que tenia frente a mi.
También cerré mis ojos y en silencio pedí un deseo.

"Deseo volver a ver las estrellas con el amor de mi vida"

.
.

Sin notarlo, llegué a los límites de Paz. Dos guardias del Escuadrón de Seguridad de Paz están ahí, custodiando la única salida de la ciudad.

Paz está rodeada por un mural extremadamente alto y prepotente.
La única salida de la ciudad es una pequeña puerta de cristal. Para abrirla, el ciudadano debe presentar su tarjeta de salida.

Ya que no tengo una tarjeta, mi única opción es burlar a los guardias y después alejarme de Paz.
Decido hacerlo de una forma arriesgada, pero que me garantiza una oportunidad de despistarlos.

Jamás había cometido actos vandálicos.
Jamás había desafiado a las autoridades de Paz.
Ahora, lo hago por Amelia.

Me acerco con cautela a una casa que cuenta con un sistema de seguridad, el cual conozco a la perfección.
Todas las casas adineradas de Paz cuanta con el mismo sistema de seguridad. Otras, ni siquiera tienen seguros normales.

Las puertas están blindadas y protegidas por un lector de huellas, por lo que decido romper una ventana para activar la alarma.

Golpeo el cristal con fuerza y este se rompe al momento en que hace contacto con mi piel.
Siento mi mano palpitar.
Observo mi sangre fluir por mis nudillos. El dolor cada vez es más intenso pero la adrenalina no me permite pensar en ello.

Inmediatamente una alarma resuena por el área alertando a los guardias. Ellos se acercan a la casa de prisa dejando la salida de Paz completamente libre para mi.

Comprobando que no me han visto, corro hacia la salida de la ciudad.
Hacia mi encuentro con el amor de mi vida.

Por primera vez, saldré de mi cuidad.
Por primera vez, podré ver el mundo fuera de estos muros que delimitan mi cuidad.
Jamás me había sentido tan vivo.
Tan yo.
Tan libre.

Llego a la puerta de cristal.
A lo lejos, veo a los guardias correr hacia mi.
Tomo un poco de impulso, y salto contra el cristal.
Este se reduce a miles de pedazos que reflejan la luz del deslumbrante sol.

Siento el dolor apoderarse de mi con mayor intensidad.

Los guardias están cerca.
Comienzo a correr.
Corro como jamás lo había hecho, y me alejo de la ciudad que me vio crecer.

El viento chocando contra mi piel me hace sentir completamente libre.
Sigo corriendo, sin detenerme.

Minutos después, siento una enorme punzada eléctrica en mi espalda.
Como una enorme navaja siendo incrustada en mi piel.
Un doloroso aturdimiento provoca que quede paralizado.

Los guardias me han capturado.

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¡Espero que si!

Gracias por leer💜

Hasta el próximo capítulo.

-GiuliViteri

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