Disclaimer: J.K. Rowling es la dueña de estos personajes, yo sólo los pongo juntos porque mi corazón lo pide, sin fines de lucro.
¡Hola! Qué emoción tener otra historia Hansy para ustedes. Espero que lo disfruten.
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—¡He dicho que no, Draco! —grité y seguí removiendo la sustancia pálido rosa del caldero.
—¡No puedes pasarte la vida entera encerrada en tu casa y tampoco en este laboratorio! —gritó de vuelta, apagando la lumbre del caldero donde estaba trabajando y tomando mi mano, haciéndome girar hacia él.
—¡Suéltame, Malfoy, o no respondo! —amenacé.
Lo vi respirar con fuerzas, pero sin soltarme, a pesar de que yo jalaba mis manos, pues sus dedos se habían cerrado entorno a mis muñecas, provocando que soltara aquel removedor de madera. Tenía las mejillas tensas y los ojos brillantes y molestos, terriblemente molestos, como pocas veces lo veía. Nos quedamos varios segundos mirándonos a los ojos y sabía que ninguno de los dos iba a ceder, ni yo aceptando lo que proponía ni él retractándose y olvidando lo que había propuesto.
—Suéltame —repetí una vez más, bajando el tono de mi voz, con más amenaza y odio que antes.
—Sólo quiero saber por qué —dijo, soltándome bruscamente.
Me giré de nuevo hacia la poción olvidada, prendiendo el fuego y empezando a revolver, esperando que no se hubiera arruinado por su culpa. La poción era un simple ungüento para las picaduras de erizos venenosos, nada complicada de realizar, pero si muy tedioso para iniciarla de nuevo. Y la verdad, es que lo único que deseaba era irme a casa, encerrarme como él bien decía, quitarme los zapatos que parecían querer matarme por estar tantas horas de pie y si era posible, comer un poco de pasta y abrir una botella de un buen vino, y comer mucho chocolate semiamargo, o ponerle helado de zarzamora al vino, eso estaría mejor y ya se me estaba haciendo agua la boca. Ver una película de terror tampoco estaría mal, para eso había aislado completamente la magia de aquella habitación, pues les había encontrado el gustillo a esas cosas muggles y la época lo ameritaba.
—¡No me ignores, Pansy! —lo escuché reclamar, mientras yo fantaseaba con mi esplendida noche, larga, muy larga noche pues mañana no trabajaría y podía estar despierta ignorando al mundo entero.
—Lo hare hasta que dejes de decir estupideces, cariño —dije sin mirarlo, moviendo mi mano contrario a las manecillas del reloj, contando cada giro que hacía.
—Estupidez es querer encerrarte en tus mejores años. Pareces una mujer anciana y amargada, no sales, no hablas con nadie, con suerte me diriges la palabra si estamos aquí e ignoras las invitaciones de mi madre y mi esposa —reclamó.
Apreté los labios con rabia, sabía que en algún momento me lo reclamaría, que algún día me echaría en cara mi actitud hacia él y hacia los demás, que se cansaría de su compañera callada y huraña, pero no podía ser de otra manera. Llevábamos dos años trabajando juntos, algo por lo que siempre le agradecería, aunque no supiera expresarlo, de verdad que gracias a él podía mantenerme casi parecido a como mis padres me tenían acostumbrada, además, no tenía que convivir y verme con nadie y eso era lo mejor, con Draco dando siempre la cara ante los compradores de estas pociones.
No, no era lo mismo que antes, pero era cómodo y estaba segura de que podía vivir para siempre de este modo. Vale, que en vez de tener diez elfos pendientes de mis caprichos como cuando era niña, ahora sólo tenía a una vieja elfina que adoraba a mi madre y por eso se quedó conmigo a pesar de que le había dado su libertad; que en vez de comprarme vestidos preciosos, compraba túnicas gruesas y resistentes a la salpicadura de pociones o al fuego; que en vez de comprar joyas que luego me aburrían, ahora solo contaba con una cadena de mi madre y con un broche que guardaba con celo por pertenecer a mi abuela y nunca los usaba, y todo lo demás lo vendí para comprarme aquel departamento de gran tamaño en el quinto piso de un edificio muy moderno en el centro de Londres Muggle, todo con tal de no estar cerca de los que una vez me conocieron. Viajando solo de chimenea a chimenea para llegar aquí y volver a encerrarme. Pensaba con burla e ironía que era como una versión femenina de Severus Snape.
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Las heridas de mi princesa | Hansy
RomanceSólo se necesitan tres bailes para enamorarse, Pansy y Harry lo saben muy bien.