Cap. XXII

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Casi seis meses después, martes, 18:45h.

- Venga, chavalas, que estoy reventada – dice Julia sentándose en uno de los bancos del centro comercial, cargada de bolsas.

- ¿Pero por qué habéis venido todas?, si os dije que tardaba 20 minutos en encontrar algo para la entrevista de mañana y quedábamos para el chocolate con churros – contesta Alba – Os venís todas y encima acabáis con las existencias mundiales de ropa – dice dando un repaso a sus amigas, que llevan tres o cuatro bolsas cada una.

Alba tenía una entrevista con un marchante de arte bastante conocido en Madrid, era amigo de uno de sus profesores en la Facultad y se había interesado por alguno de los trabajos de la rubia. Habían concertado una cita para el día siguiente y no quería aparecer vestida con cualquier cosa.

- Esto es como DisneyLand para mí, querida – sonríe África mientras acaricia un abrigo que parece estar hecho con la piel de un teleñeco rosa brillante.

- Venga, Afri, espera tú aquí con Julia, y Marta y yo, acompañamos a Alba a por el traje ese – organiza Sabela.

- Eso, quedaos aquí – dice riendo Marta – subimos a la planta de niños y en un momento estamos con vosotras.

- Pero qué imbécil eres – protesta Alba dando un golpe en el brazo de la malagueña.

Después de encontrar la zona en la que se encontraban los trajes de chaqueta, Alba pasea junto a Sabela por uno de los pasillos buscando algo que le apetezca probarse, mientras Marta anda detrás de ella, mirando algo en el móvil.

- Entonces qué, amor, ¿te vienes a la fiesta esta noche? – pregunta la gallega.

- Pues creo que sí – dice Alba sonriendo – Joan me ha dicho que se encarga él del club esta semana, para que yo pueda terminar la entrega del proyecto y unos lienzos que me comprometí a llevar a la galería de un amigo.

- Vaya, parece que las aguas vuelven a su cauce – sonríe Sabela.

- Sí, creo que sí – Alba le devuelve la sonrisa – parece que esa chica nueva que está conociendo le tiene muy contento. Ya ni discutimos ni nada.

- Me alegro – dice Sabela – no es mal tío.

- No, no lo es – la rubia mira un stand lleno de trajes de chaqueta negros – éstos me gustan...

- ¡¡¡ALBA, ALBA, ALBA!!!! – Marta llega gritando, acompañada de Julia y África, que llega unos segundos más tarde, debido a los taconazos que había elegido ponerse - ¡Alba!, ¡chicas!... ¡se acaban los churros!, ¡tenemos que irnos!

- Sí, tenemos que irnos, amores – dice África intentando recuperar el aliento.

- Pero ¿qué decís, locas?, si Alba aún no ha elegido nada – Sabela intenta calmar a las chicas.

- Pues tenemos que irnos, Sabela – dice Marta abriendo muchísimo los ojos y haciendo gestos raros con el cuello.

- Illa, que la ropa de aquí es feísima, vámonos a otro sitio – la apoya Julia, haciendo gestos a Sabela para que mirase en una dirección.

- Pero si tú te lo has comprado todo aquí – protesta Alba, que por inercia gira la cabeza hacia el mismo sitio - ...vale, es por esto... – alcanza a decir cuando ve lo que veían todas menos ella.

Allí estaba, esmoquin negro con camisa blanca sin botones hasta casi el ombligo y unos elegantes tacones negros de vértigo. Llevaba el pelo bastante más largo de la última vez que la había visto, cerca de los hombros y el flequillo casi le tapaba los ojos, que miraban hacia abajo... Estaba mucho más delgada, se le notaban claramente en las clavículas, que asomaban por debajo de la chaqueta.

- Alba... - susurra Sabela.

- Em... no pasa nada – la rubia traga con dificultad – está todo bien.

Evidentemente, ninguna de las chicas la cree. La primera vez que ve a Natalia después de tantos meses y justo tenía que ser en tamaño gigante en un cartel publicitario en el que parecía una diosa...

Media hora después, Alba seguía sin poder terminarse su primer churro mientras que las demás se esforzaban por mantener una conversación entretenida para distraerla.

- ¿Quieres preguntarme algo? – susurra Sabela para que sólo ella la escuche – Sé que vetaste el tema, pero si necesitas saber algo... aquí me tienes.

- No, em... sigo sin querer saber nada – contesta Alba no muy convencida – pero ¿cómo...cómo...?

- Es la imagen de Dior para este invierno – explica Sabela – hace un año o así un fotógrafo de la marca le sacó unas fotos y le ofreció un par de campañas. Al principio dijo que no, pero cuando vosotras... pues hizo las maletas y dijo que sí.

- ¿Maletas?, ¿qué maletas? – pregunta Alba confusa.

- Cieliño, Natalia se fue a Londres este verano – contesta la gallega cogiendo la mano de la rubia entre las suyas.

Alba sintió un horrible pellizco en el pecho. No sabía por qué, pero todo este tiempo había estado pensando que Natalia seguía en Madrid, incluso alguna vez había fantaseado con encontrársela en algún sitio. Aquello le generaba una especie de paz, algo como tenerla cerca sin tenerla y, sobre todo, sin sufrir. Enterarse ahora que estaba casi a 1500 km de distancia la hacía sentirse pequeña y abandonada...

- Entonces salimos esta noche, ¿no? – dice Alba forzando una sonrisa.

- ¡Fantasioso! – grita África.

- Perfecto, entonces ¿invito a mi amigo Luis? – pregunta Marta a Alba.

- ... Claro, sí, dile que se pase – contesta la rubia.

Marta llevaba varios meses intentando presentarle a un amigo suyo, coreógrafo,  que según ella era guapísimo y encantador.

"Que sea lo que tenga que ser" – pensó Alba – "total, a peor no creo que vaya..."

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