Cap. XLIV

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Dos días después, sábado, 17:36h.

Unas horas antes, se habían unido al grupo los pocos que aún quedaban por llegar a la casa de la sierra. Unos pocos habían ido a comprar "víveres", mientras que otros se estaban dedicando a decorar la casa con adornos navideños antiguos que habían encontrado en la cochera.

Sabela, se aleja un poco en dirección al rincón de la terraza en el que Natalia está sentada mientras fuma. Lleva puestos unos cascos enormes y, aunque lleva las gafas de sol, la gallega puede ver que tiene los ojos cerrados.

- Eh – dice sentándose en la butaca de al lado - ... ¡Eh!

- Sab, perdona, no te había escuchado – dice la morena quitándose los cascos.

- ¿Piensas matarte o qué? – pregunta Sabela enfadada mientras señala el cenicero, en el que hay más colillas de las que se pueden contar de un solo vistazo, y los tres botellines de cerveza vacíos que hay sobre la mesa – no son ni las seis.

- Tranquila, mami, lo tengo todo controlado – contesta Natalia con media sonrisa – estamos de fiesta.

- No, así no – protesta la gallega buscando por la habitación - ¿dónde está Alba?, ¿por qué no hace algo?

La pregunta provoca las carcajadas de la morena que recibe la mirada confusa de su amiga y de varios de los que estaban en el salón en ese momento.

- Porque Alba nunca hace nada – susurra Natalia – bueno, sí, sí que hace, pero lo único que hace es morirse de miedo.

- Nat, ¿qué ha pasado? – pregunta Sabela preocupada.

- Nada que no supiésemos que iba a pasar, Sab – contesta resignada la modelo, dando un trago a su cerveza – que me ha animado a irme dos años a Nueva York, ¿qué te parece?

- Pero... ¿no ibas a firmar con el Palomo ese para volver a casa? –pregunta confusa.

- Sí, esa iba a ser la sorpresa, pero fíjate, Alba siempre se las ingenia para sorprenderme ella a mí – responde Natalia con una sonrisa resignada.

- ¡Carallo!, esta niña no aprende, ¿eh? – y dicho esto, la gallega se levanta y sale disparada hacia el interior de la vivienda.

- ¡Sab!, ¡no! – Natalia intenta retenerla, pero la manta en la que está liada, se le enrolla en los pies provocando que tropiece, tirando todo lo que hay encima de la mesa.

En el interior de la casa, Sabela recorre las habitaciones hasta que encuentra a Alba, Marta y Noelia en una de ellas, dibujando en el cristal con un bote de spray. Se acerca a ella y la agarra del brazo, llevándola aparte.

- Ahora os la traigo – dice la gallega a las dos malagueñas, que se han quedado congeladas con su entrada.

- ¡Ahh!, ¡Sab, tía! – protesta la rubia, masajeándose el brazo que le acaban de soltar – joder, que daño.

- ¿A qué coño estáis jugando, Alba?, Natalia está abajo fumando y bebiéndose todo lo que pilla... - al escuchar esto, la rubia no puede evitar bajar su mirada al suelo - ¿qué está pasando?

- Lleva así desde ayer... - explica Alba – Le han ofrecido un contrato...

- Y la has animado a que se vaya dos años a tomar por culo – la interrumpe la gallega, levantándole la voz – Es mi amiga, Alba, me duele verla así, cada vez huyendo más lejos...

- Yo sólo le dije que... - intenta explicar la rubia.

- Que me da igual, que me da igual – la vuelve a interrumpir Sabela, que se planta delante de ella, mirándola a los ojos – si no sabes lo que quieres, déjala tranquila, deja...

- ¿Te crees que no me he dado cuenta de que hace meses que estoy enamorada de ella? – ahora es la rubia quien interrumpe y se planta frente a la cara de su amiga, aguantándole la mirada – No soy imbécil, Sab, sólo tengo miedo...

- Vas a perderla, Alba, te estás portando como una cría – le contesta la gallega, ahora más calmada.

Y tras decir esto, sale de la habitación, dejando a la rubia aún más preocupada de lo que estaba.

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Dos días después, lunes, 12:35h.

Los días siguientes a la conversación con Sabela había pasado sin mucha diferencia, en el reparto de las habitaciones, a Natalia le había tocado compartir con María y ni siquiera había hecho el intento de acercarse a la habitación de Alba. La rubia había intentado hablar con ella un par de veces, pero no conseguía sacarle más que monosílabos, lo que la empezaba a preocupar de verdad.

- ¿Nat? – llama Alba mientras entra en la habitación de la morena.

Escucha caer el agua en la ducha y se sienta a esperar a que Natalia salga de ella, tienen un par de horas antes de volver a Madrid y no quiere llegar a casa y seguir sintiendo esa tensión en la que llevan inmersas tres días. Lo único que quiere es volver a estar como en Londres. Se pone en pie y comienza a pasear por el cuarto, pensando en las palabras que quiere decir, para no acabar haciendo lo que hace siempre, es decir, cagarla más.

Natalia ya tiene todo su equipaje recogido y ha dejado sobre la cama un conjunto de vaqueros y jersey, seguramente para ponérselos para el viaje. Sobre la mesita de noche ve el móvil de la morena, el reloj y un sobre con el sello de una compañía aérea...

- Alba, ¿qué haces...? – dice Natalia, que ha salido del baño liada en una toalla, va descalza y el pelo le gotea por la espalda.

La rubia no puede evitar recorrer su cuerpo con la mirada, "Diossss, lo echaba de menos", piensa observándola despacio hasta que sus ojos alcanzan los de la morena, que la mira impaciente. Alba se recuerda a sí misma el motivo por el que está allí y se aclara la voz:

- Nat, yo... sé que la he cagado y, de verdad, que quiero arreglarlo, tú sólo... - hace una pausa buscando las palabras correctas – dime lo que tengo que hacer para volver a estar como antes...

Viendo que la morena no responde, Alba se acerca a ella, agarrándose a su toalla y apoyando su frente en el hombro de la más alta.

- No quiero volver a casa y que estemos en el mismo cuarto sin tocarnos... - susurra en su cuello.

Al ver que Natalia seguía sin decir nada, Alba se retira, preocupada y busca sus ojos, que están perdidos en algún lugar del dormitorio. Viendo que no consigue nada de la morena, sigue su mirada hasta la mesita de noche... el sobre.

La rubia se acerca a cogerlo y lo abre, ya sabe lo que va a encontrar dentro, pero necesita verlo con sus propios ojos. Saca el billete y se confirman sus peores miedos.

- Enhorabuena por el contrato, Nat, seguro que vas a hacerlo genial – susurra mientras se acerca a la morena y le deja un beso en la mejilla – me alegro mucho por ti

Y se aleja de ella, camino de la puerta, buscando algún sitio donde esconderse.

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