Capítulo 3.

6.5K 662 137
                                    


- ¡Cántame la del pájaro! – Dijo Lukas con emoción.

Su boca dejó escapar una escurridiza risa frente a la forma en que su hijo se refería a la canción Blackbird de The Beatles.

A medida que sus dedos fueron formando los arpegios y notas en la guitarra fue el mismo Lukas quien tarareó la canción y musitó una que otra palabra suelta a medida que podía recordarlo.

Su mirada se perdió en el girasol de gran tamaño que adornaba la pequeña mesita de centro del jardín donde, aquella tarde de verano, madre e hijo pasaban un agradable tiempo juntos. En lo alto el sol se alzaba poco tímido entre las blancas nubes del cielo.

- ¡Blackbird fly! ¡Blackbird fly! – Cantó Lukas.

- You were only waiting for this momento to arise...

La brillante sonrisa de su hijo cada vez que ella tocaba la guitarra le volvía a recordar cómo se había decidido finalmente a ser Musicoterapeuta en su tiempo libre. Cada dos semanas visitaba diferentes servicios en el hospital donde podía cantarle a pacientes que necesitaran música y sentimientos durante su hospitalización.

Así podía unir dos de sus más grandes pasiones. El cuidar de los demás y la música. Con el tiempo había aprendido que una simple canción podía ser como un respiro para innumerables personas luchando por sus vidas.

- Lukas cariño mío...

El niño se giró con curiosidad sin soltar uno de sus pequeños coches de juguete que le entretenía en aquel momento.

- ¿Quieres comer algo?

- No... No tengo hambre.

Camila suspiró levemente dejando de lado su guitarra acústica. Lukas pareció no notar su gesto volviendo a sus juegos. Sin embargo para la enfermera el evidente bajo peso del niño seguía preocupándole día tras día. Y si bien, sabía que era lo esperable, no era lo más saludable.

- Puedo cocinarte lo que tú quieras. – Intentó negociar.

- ¿Lo que yo quiera?

- Sí...

Lukas le miró frunciendo el ceño para luego volver sus marrones ojos a sus juguetes.

- Quiero leche de chocolate.

- Mi vida pero eso no es una comida preparada...

- ¿No?

- No... Ves que mamá no necesita cocinarla y está lista...

El pequeño le miró sin entender del todo para luego pedirle sentarse en su regazo.

- Pero yo quiero leche de chocolate... - Hizo un puchero.

La morena acarició los despeinados cabellos de su hijo para luego dejarle un largo beso en la mejilla derecha.

- Bueno... ¿La quieres caliente?

- ¡Sí!

Ella jamás se había sentido preparada del todo para criar un hijo. Después de todo su madre se había encargado casi de todos sus responsabilidades hasta el fin del instituto.

Haber quedado embarazada a los veintiún años, en pleno tercer año de la facultad, había sido tan caótico que sus propios padres cuidaron muchas noches del pequeño Lukas Cabello mientras ella y su hermano Emilio, estudiaban en la única y pequeña Universidad del lugar.

Los colores del mar. (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora