Capítulo 1.3

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"Si claro, pero ese chico no quiere estar conmigo".

El comentario se le escapó sin que su cerebro le diera permiso. Ya era muy tarde cuando se había dado cuenta de lo que dijo. Se tapó la boca de un manotazo, y con los ojos abiertos de par en par se arrinconó al otro extremo del sofá.

¿Por qué mierda había dicho eso? ¿Por qué la vida lo odiaba tanto?

"¿Qué?" dijo Gabriel, mirándolo igual de sorprendido. "¿ya existe un chico que te gusta de esa manera? ¿Y no es Julián? Pero- ¿me estás cargando? ¡¿Estás enamorado y no me lo dijiste?!"

Renato casi tuvo que ahogar un grito en su mano cuando Gabi ocupó la palabra "enamorado". Porque era cierto. Negó con la cabeza violentamente, mientras seguía cubriendo su boca con la palma de su mano.

"¡Siiiiii, Tatito, claro que si!" gritó Gabriel, dándole una sonrisa burlona, lo que podía significar una sola cosa... "¡Me tenes que decir ahora mismo quien es el afortunado!"

Gabi se movió en el sofá tan rápido que el castaño no tuvo oportunidad de escapar. El mayor solía hacer todo tipo de deportes en la escuela y lo siguió por un tiempo también en la universidad hasta que las clases y el trabajo le robaron la mayor parte de su tiempo. Lo único que Tato tenía a su favor eran los talleres de debate y teatro en los que participó, ósea, estaba jodido. El rizado nunca se aprovechaba de los conocimientos y habilidades que adquirió durante un año en los talleres de lucha libre, y mucho menos para intentar sobreponerse sobre otra persona. Especialmente no con Renato.

El castaño fue blanco de las habilidades de Gabi sólo cuando este lo quería molestar en broma o sacarle alguna información. Como en ese momento. En un abrir y cerrar de ojos, Gabriel estaba encima de Renato. Sus dedos presionaron sobre las costados y el abdomen del castaño, haciéndole cosquillas, tal como lo hacía cuando Renato tenía diez años y  le robaba a Valentino algún videojuego para llamar la atención de los chicos. Gabriel siempre prefirió hacerle cosquillas a dejar que Valen lo tironeara del pelo y lo amenazara con acusarlo a su mamá cuando llegara del trabajo. La segunda opción siempre terminaba en Renato llorando.

Tato respiró bruscamente cuando el rizado le enterró los dedos entre las costillas. Soltó una risotada cuando retiró la mano de su boca para tratar de empujar a Gabriel por los hombros. Hace años que no hacían algo como esto. Más o menos desde que el castaño tenía 14 años. Gabi no había tenido ninguna razón para hacerlo. Pero estaban solos en casa, Tato le estaba hablando de sus problemas personales como cuando eran más jóvenes, y de alguna manera se sintió como volver al pasado. Como caer en un viejo hábito que en realidad nunca habían querido dejar atrás.

Gabriel tenía una excelente memoria. Se notaba en como recordaba los lugares exactos que debía pinchar y pellizcar para lograr que en 3 minutos Tato se pusiera rojo de tanta risa y rogara piedad, mientras pataleaba y trataba de alejar a Gabriel. Pero el rizado no se lo permitía. Lo único que hacía era inclinarse más cerca y exigir el nombre del chico del que se había enamorado. En ese momento, el mayor estaba encima de Renato, cubriéndolo de todo lo demás, con una rodilla entre las piernas del castaño y el rostro lo suficientemente cerca como para hacerse escuchar sobre las carcajadas del menor.

"¡Puedo seguir haciendo esto toda la noche, Tato!" le advirtió Gabriel con una sonrisa malvada, presionando la panza del contrario y haciéndolo retorcerse sobre el sofá.

No está seguro en qué punto dejó de usar sus manos para protegerse de Gabriel y pasó a intentar devolverle las cosquillas al rizado. De todos modos, era una causa perdida, pero valía la pena. En menos de un minuto, Gabi tenía las muñecas del castaño atrapadas sobre su cabeza con una sola mano, mientras con la otra seguía haciéndole cosquillas.

"¡A la mierda tus talleres de lucha libre!" logró gritar Renato entre las carcajadas. Seguía intentando escabullirse y le dolía el estómago de tanto reír. Tato respiraba con fuerza y pudo sentir la respiración acelerada de Gabriel cuando se inclinó y presionó su pecho sobre el suyo. Renato no quería cerrar sus ojos, sólo quería memorizar a Gabriel de esta manera. Sus rulos revueltos y una gran sonrisa mientras mantenía atrapado a Renato bajo su cuerpo.

"¿Qué decis? Si siempre ibas a hacerme porras. Te encantaba ese taller." Dijo Gabriel, sonriendo y dejando de hacerle cosquillas al castaño para aprovechar de apretarle la nariz de botón, y retirándola rápidamente cuando Tato trató de morderlo. "Estas jugando sucio, Quattordio"

Renato respiró profundamente y Gabi lo dejó recuperar el aliento sin amenazas de otro ataque de cosquillas. "¿Yo?", dijo con una voz inocente. " Vos sos él que me tacleó y me hizo llorar. Sos un bruto".

"Llorar de risa, quizá." Gabriel utilizó su mano libre para secar su mejilla, barriendo una lágrima con el pulgar.  Al castaño siempre se le caían las lágrimas cuando se reía con ganas, y cada vez que Gabi le hacía cosquillas lograba arrancarle más de una.

Tato sintió arder el rostro ante la caricia, pero mantuvo la sonrisa pegada mientras miraba al rizado. Moviendo el pulgar hacia el hoyuelo que se había formado, Gabi dijo "no te atrevas a usar los hoyuelitos en mi contra. Eso es injusto".

"Disculpame, pero he escuchado que todo es justo en la guerra y el amor. John Lily lo dijo por allá por 1579 y sigue siendo cierto".

"Bueno, John Lily me puede chupar la pija. Porque tus hoyuelos siempre son una injusticia, Tatito."

Ante el comentario, Renato soltó otra risa ridícula y sonora, echando la cabeza hacia atrás y sacudiéndose bajo el cuerpo de Gabriel. En ese momento se dio cuenta de algo. Estaba coqueteando con Gabi. Todo esto, las bromas, las burlas y la cercanía. Estaba coqueteando con Gabriel por primera vez en su vida y Gabi estaba coqueteándole de vuelta. El rizado le sonreía a Renato, con su mano aun sobre su mejilla, hablando sobre sus hoyuelos y sosteniendo sus brazos sobre su cabeza para mantenerlo debajo de él.

Sintió como su cuerpo se calentaba ante la situación y dejaba de luchar contra el agarre de Gabi. Sin embargo, el rizado no dejó de sostenerlo con fuerza. Renato sentía que podía explotar de felicidad. Casi podía imaginar cómo podrían ser las cosas entre ellos dos, si Gabriel también gustara de él y estuvieran realmente juntos. Podía imaginar que jugarían de esta misma manera durante una cita, y que Renato tendría permitido convertir las cosquillas en besos y caricias. Gabi le seguiría el juego y ambos seguirían chapando hasta que Valen llegara a casa. El castaño podía imaginar todo con tanta facilidad.

"Bueno... más razones para usar mis hoyuelitos entonces", sonrió nuevamente Renato, presionando su rostro contra la mano de Gabriel. "Quizá me ayuden a salirme con la mía y me dejes en paz".

Gabriel chasqueó la lengua, haciendo un ruidito decepcionado. "De ninguna manera, Tatito". Se inclinó despacio y no se detuvo hasta que sus narices estuvieron casi tocándose. Renato abrió los ojos ampliamente y se mantuvo muy quieto bajo su cuerpo. "No vas a escaparte hasta que me digas quien es el chico afortunado. Tengo que saber para mantenerle un ojo encima, en caso de que tenga que romperle la nariz".

"Mi héroe". Renato intentó sonar sarcástico, pero le salió casi como un suspiro. Como si lo estuviera diciendo en serio.

"Así es. ¿Me dirás ahora quién es el pibito?"

Renato guardo silencio, escuchando la rápida respiración de Gabriel, al mismo ritmo de la suya. Sus pechos rozándose con cada inhalación y exhalación. Sus ojos se movieron sobre el rostro del rizado, siguiendo el recorrido de las escasas pecas que adornaban su nariz, la forma de su boca. Parpadeó un par de veces y elevó su vista hasta encontrar a Gabriel estudiándolo de la misma forma.

Nunca iba a encontrar a nadie como Gabriel. Probablemente saldría con personas en la universidad, incluso podría llegar a conseguir un novio estable, ¿Pero Gabi? Siempre iba a estar ahí, vivo en la mente de Renato. Sin importar lo que pasara. Gabriel y sus largas pestañas, Gabriel y su mal humor por las mañanas – a menos que ya hubiera bebido una taza de café cargado – Gabriel abrazándolo el día de su graduación, un abrazo más largo que cualquier otro, Gabriel llevándole helado durante una semana completa cuando le habían extirpado las amígdalas, Gabriel permitiéndole pasar el tiempo con él y Valen, Gabriel prestándole su auto cuando estaba aprendiendo a manejar, Gabriel presionándolo contra el sofá y sonriéndole a Renato de una manera que le revolvía las entrañas.

No existía la posibilidad que Renato pudiera superar al mejor amigo de su hermano. Nunca en su vida.

"Creo que ya lo sabes" susurró Renato, bajo y sincero, mirando a los ojos de Gabriel. Pudo ver como la comprensión iba asomándose lentamente en su rostro, pero esta vez Renato no se arrepentía de decirlo en voz alta. No iba a cubrir su boca o inventar otra mentira. Parecía el momento adecuado de decirlo, estando solos, mientras bromeaban y coqueteaban el uno con el otro. Renato merecía esta oportunidad. Merecía poder decirle a Gabriel lo que sentía en un momento como este, en donde se sintiera cómodo y feliz, donde sintiera que nunca podría tener suficiente de Gabriel.

Siguió observándolo, esperando que Gabi se retirara y tomara asiento nuevamente.

Pero en cambio, el rizado soltó sus muñecas y llevó su mano libre hacia su otra mejilla para acunar su rostro y dejar un beso sobre sus labios.

¡Gabriel lo estaba besando, él mismo lo inició – por Dios y los santos evangelios, Gabi lo estaba besando!

Renato no perdió el tiempo, y le devolvió el beso. No quería quedarse paralizado y perder la oportunidad de disfrutar este beso. Forzó a su cerebro a volver a funcionar tan pronto como sintió los suaves labios de Gabriel rozando su boca. Lo besó con entusiasmo y desenfreno, lo consumía el vértigo y el deseo a la vez.

Renato se sentía hambriento, no podía despegarse de la boca de Gabriel, sólo se retiraba unos milímetros para respirar cuando se quedaba sin aliento, pero aun así no se apartaba, sino que mordía suavemente el labio inferior del rizado para mantenerlo cerca y tratar de iniciar otro beso lo antes posible.

Fue un beso desordenado. Renato sabía besar ¿ok?, había tenido una buena cantidad de práctica con Julián. Pero parecía como si Gabriel le hubiera frito el cerebro y hubiera hecho desaparecer todas sus habilidades, dejándolo mareado y confundido... y abrumado de deseo.

Renato quería más, más y más. No podía dejarlo ir. Gabriel al fin estaba dándole algo que siempre había querido. Era normal que estuviera así de desesperado. Había soñado besar a Gabi desde que tenía 10 años, pero nunca se imaginó que pudiera pasar en realidad.

"Mierda, Tato-", fue todo lo que dijo Gabi cuando Renato le dio un segundo para respirar, con sus manos aun aferradas a su cara. El rizado dejó una serie de besos y mordisquitos en el labio inferior de Renato, y con eso bastó para tener al castaño gimoteando suavemente, tratando de perseguir los labios de Gabriel cuando este se alejó.

Ya está, ya fue. Todo pasó muy rápido para Renato – distraído en su desesperación todo pasó en un abrir y cerrar de ojos -. Se maldijo a si mismo por perder el tiempo y no disfrutar como debía.

Respiró lentamente y miró a Gabriel, lamiendo sus labios y tratando de volver a sentir el sabor de su boca. El pulgar del rizado siguió el recorrido de su lengua, trazando el labio inferior de Tato y manteniéndolo allí, presionado contra su boca. "¿Qué me estás haciendo, Tatito?" suspiró Gabriel con una voz que el castaño nunca le había escuchado antes, una voz rota y rasposa. El sonido hizo que su sangre viajara en dirección sur rápidamente, ya estaba medio duro solo escuchando la forma en que Gabriel le hablaba y como lo miraba. "¿Qué voy a hacer con vos?", Gabriel reformuló la pregunta, mientras seguía frotando sus labios con el pulgar.

Renato le regaló una pequeña sonrisa, abrió su boca y sacó su lengua para lamer el dedo de Gabriel.

"Lo que vos quieras". Contestó con sinceridad el castaño.

La respuesta pareció destruir cualquier cosa que estuviera frenando a Gabriel, porque tan pronto Renato dijo esas palabras, el rizado se abalanzó sobre él, con una mano en su mandíbula y la otra sobre su cabello. Esta vez el beso fue más lento, con Gabi tomando el control. Renato se dejó hacer y dejó que el mayor tomara el control como si fuera algo natural para él. Siguió fácilmente los movimientos de Gabriel y abrió su boca cuando sintió la lengua del rizado presionando sus labios.

Basto sólo unos segundos chapando con Gabriel para sentir que ya estaba completamente duro y dolorido en sus boxers. La cabeza le daba vueltas con lo rápido que se calentó al sentir la lengua del mayor invadiendo su boca.

La rodilla de Gabriel seguía presionando entre los muslos de Renato, haciéndole notar como toda su sangre estaba concentrada en su entrepierna. El rizado frotó su pierna contra la pija de Renato haciéndolo gritar de paso. Gabriel detuvo el beso y lo miró a los ojos. Una sonrisa apareció en la boca del rizado mientras recorría con la mirada el cuerpo de Renato.

"¿Contento de verme, Tatito?"

"Más bien contento de tenerte encima mío". Dijo Renato después de tomar una bocanada de aire, aun sintiéndose embobado por lo que acababa de suceder. "Encima de mí, besándome así, Dios, no puedo creerlo".

"Eyyy", Gabi se quejó en broma con un tono ofendido. Agachó la cabeza y rozó sus labios contra la sien de Renato, haciendo que el menor se retorciera por la sensación. "¿Por qué tanta sorpresa? ¿Acaso pensabas que no sabía besar bien? Me estas subestimando, pendejo."

El rizado cerró sus dientes sobre el pulso de Tato, succionando la piel luego de la mordidita. El menor gimió abiertamente, al fin bajando sus brazos que aún seguían sobre su cabeza, para envolverlos alrededor de Gabriel, atrayéndolo más cerca.

"No puedo creer que vos me estés besando a mí, idiota – eso es lo que quería decir". Renato trató sonar descarado, pero su voz sólo logró delatar lo excitado que se sentía. Gabriel lo estaba matando. "¡La puta madre, Gabi-!" cerró los ojos con fuerza y arqueó su espalda cuando volvió a sentir la pierna del mayor presionar contra su erección. Si seguía haciendo eso, Gabi iba a lograr que se corriera en sus pantalones.

"Para Tato, vos no podes hacerme esto", Gabriel gruño en su oído, moviendo sus manos para sostener las caderas del castaño y empujarlo sobre el sofá. "Mierda. No podes hacer eso, Tato. No podes decirme que soy ese chico al que te referías. No podes decirme eso y después decir que puedo hacerte lo que yo quiera. Dios, no podes gemir mi nombre así". El rizado deslizó su nariz sobre el pulso de Renato, enterrando su cara en el espacio que se formaba entre el cuello y el hombro del menor. "¿Acaso sabés cómo me cuesta mantener la compostura cuando haces cosas como e-?"

"¿Pero por qué no?" gimoteó en voz alta. El castaño quería saber, quería que Gabi le siguiera contando todo lo que le pasaba por la cabeza. Hacía años que Renato deseaba esto del mayor y claramente estaba en contra de que Gabi intentara mantener la compostura. Pero por otro lado, si quería saber por qué el rizado hablaba como si todo esto fuera tan abrumador, quería escuchar de su boca si la situación lo afectaba tanto como lo afectaba a él. "Es posta lo que te digo. ¿Por qué no puedo decírtelo?, vos deberías ser mi primera vez... nadie más que vos". Renato sintió como Gabriel apretaba con más fuerza sus caderas y presionaba aún más el rostro en su cuello. Notaba como sus palabras también le afectaban, así que siguió adelante. "Por favor, Gabi. Te deseo más que a nadie. Te necesito".

Gabriel metió sus manos bajo la remera del castaño, recorriendo su piel con los dedos y haciendo que el menor soltara otro gemido. Tato no podía parar de acariciar el pelo del rizado, ni dejar de besar la piel que alcanzaba de su cuello y hombro.

El mayor se dio el lujo de acariciarlo despacio, tomándose su tiempo mientras apretaba los pezones de Renato por debajo de la camiseta y dejando besos sobre su toda su cara. No había prisa, se movió lentamente hasta alcanzar los labios del castaño para volver a besarlo, usando su lengua para abrir la boca del menor como lo había hecho antes. Renato sentía que cada parte que Gabi tocaba o besaba estaba ardiendo en llamas, sus propias manos seguían acunando el rostro del mayor o acariciando su espalda, queriendo alcanzar cada centímetro de la piel que se encontraba bajo sus palmas.

Era intenso y adictivo lo bien que se sentía. Renato ya estaba enamorado de la forma en la que Gabi lo tocaba, la forma en la que lo besaba. Era todo lo que había imaginado y más.

Cuando Tato abrió sus piernas – con los jeans aún puestos y la pija pulsando en sus boxers – Gabriel se acomodó entre ellas y embistió, frotando su propia erección contra la del castaño, haciendo que ambos gimieran en la boca del otro.

Renato se aferró al rizado, rodeó el cuello del mayor con sus brazos y presionó la boca contra su oído. Las manos de Gabriel se  movieron sobre la parte interna de sus muslos, haciendo al menor saltar y jalarlo más cerca entre cada roce. "Te deseo tanto, Gabi" dijo Tato, aferrándose a él como si su vida dependiera de ello. "Te deseo cada segundo que pasa. Todo el tiempo, Siempre." Besó el lóbulo de la oreja de Gabriel, temblando cuando le empezó a abrir los pantalones. "N-no me puedo creer que vos estés haciendo esto conmigo".

Rodó su cabeza hacia la derecha, tratando alcanzar la boca de Gabriel nuevamente, pero de repente el rizado alejó su cabeza, deteniendo sus manos a medio camino de abrir el cierre de Renato.

"No, espera. Tato-" movió una mano sobre el pecho del menor, parpadeando rápidamente y sacudiendo la cabeza. "No. No podemos- yo no puedo-".

Renato comenzó a negar con su cabeza también, no podía permitir que el rizado se alejara de él. "Dale, Gabi. N-no digas eso. Claro que podemos".

"No, no podemos." Dijo Gabriel con la voz firme, sus ojos llenos de preocupación. El castaño se mordió la lengua y siguió sacudiendo la cabeza. No quería que Gabriel se detuviera nunca. "Por dios, no. No puedo hacerte esto. La puta madre, Tato, vos sos el hermano chiquito de mi mejor amigo. Tenes 17 años nada más".

"¡Pero si acabas de decir que soy suficientemente maduro para tomar mis propias decisiones!". Renato no quería sonar tan exaltado, pero Gabriel se estaba alejando de él, retirando las manos de su cuerpo. "Vos me dijiste que tengo edad suficiente para esto, ¡lo dijiste hace menos de un minuto, Gabriel!".

"¡Si, lo dije, pe-pero con alguien de tu misma edad! Yo- yo soy muy mayor para vos y – la puta que  me- Tato, prácticamente te vi crecer. Esto no puede- Tato, por favor, no".

Renato contuvo la respiración. Sentía que iba a terminar llorando si Gabi seguía diciéndole que "no" y alejándose de él. El castaño tenía la edad y madurez necesaria. Deseaba a Gabriel. Estaba enamorado de él. Y hace dos míseros segundos el rizado lo estaba besando. No podía darle el mejor regalo de su vida y luego quitárselo de esa manera.

"Gabi, no me hagas esto. Por favor".

"Quizá he pasado mucho tiempo cerca de vos. Me has visto toda tu vida. Es- es entendible si flashaste que me querías de una manera diferente. Yo-yo no puedo aprovecharme del afecto que me tenes y que probablemente confundiste con otra cosa..."

Renato alejó sus manos de Gabriel, retrocediendo hacia el extremo opuesto del sofá. Sentía como le ardían los ojos y trató de aguantar las lágrimas que amenazaban con caer. Sentía la amargura expandiéndose en su pecho mientras el rizado seguía hablando. 

"¿Si flashe que te quería? ¿Afecto que probablemente confundí?" Repitió lentamente, las palabras haciéndole un nudo en la garganta. Gabriel no podía hacerle esto. No podía tomar los sentimientos que Renato ha tenido guardados durante años y hacerlos sonar como una tonta y repentina calentura que desarrolló hace una semana. Renato lo ha querido por años y Gabriel lo estaba convirtiendo en nada. "Andate a la mierda, Gabriel". El rizado dejó de hablar y miró al menor con una expresión dolida. "Si me pensas rechazar solo dilo de frente, en vez de tratar de dejarme como un pendejo confundido. ¡Andate a cagar, no tenes derecho a hacerme sentir así!".

"¡Tato, por favor, no quise decir eso!", le rebatió Gabriel. "Dale, no seas cabeza dura- sólo tenes 17 años, probablemente estás confundido- tal vez pensas que te gusto porque siempre hemos sido cercanos".

Renato se mordió el labio inferior, sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas mientras miraba a Gabriel. "No, Tatito. Por favor, entiéndeme..." le murmuró el rizado, tratando se alcanzar el rostro del castaño con sus manos, pero Renato se alejó antes de que pudiera si quiera tocarlo. En ese momento, el celular de Gabriel comenzó a vibrar sobre la mesa de centro, olvidado allí desde que había comenzado la película. El nombre de Valentino apareció en la pantalla acompañado de una foto de él con Camila. Se sintió como un golpe directo a la realidad. La fiesta sorpresa. Valen vendría por Gabriel en cualquier momento.

El castaño aprovechó el momento de distracción y se alejó del sofá cuando Gabriel se dio la vuelta para mirar la pantalla de su celular. Se limpió rápidamente las lágrimas, esperando que el rizado no las viera mientras se apresuraba hacia las escaleras para subir corriendo a su habitación. Cuando Gabriel se dio cuenta de lo que estaba pasando, saltó del sillón para intentar alcanzarlo, pero se tropezó con la mesa de centro y luego con una silla. Gabriel gritaba el nombre de Renato y le rogaba que por favor lo esperara, que tenían que hablar. Pero el castaño ya había escuchado suficiente. El hecho de que el mayor se hubiera tropezado con todos los muebles del living le había dado a Renato el tiempo necesario para llegar a planta alta y encerrarse en su habitación.

Presionó su oído sobre la puerta y rompió en llanto. Se sentía como el boludo más grande del planeta. Cuando Gabriel comenzó a subir las escaleras, Renato escucho como la puerta principal se abría. La voz alegre de Valentino sonó fuerte preguntando si la película ya había acabado y si le habían guardado un trozo de pizza. Renato soltó un sollozo y se cubrió la boca con una mano, tratando de escuchar lo que Gabi le respondía a su hermano. Después de un largo minuto, Gabriel bajó desde la mitad de la escalera y continuó su conversación con Valen.

Tal como había sido planeado, Valen convenció a Gabriel para que saliera con él después de unos 15 minutos de charla.  El castaño pudo escuchar como Gabriel decía que quería subir a ver cómo se encontraba Renato, inventándole a Valen la excusa que el menor se había sentido con mucho sueño durante la película por lo que había decidido irse a dormir. Su hermano soltó una carcajada y le dijo que Tato ya estaba lo suficientemente grande como para quedarse solo en casa, y que, por favor, Gabriel parara de ser más sobreprotector que él mismo con su propio hermano.

Cuando finalmente se fueron, Renato caminó hasta su cama y se enroscó bajo las sabanas, tratando de frenar las lágrimas. ¿Cómo le pudo hacer eso Gabriel? ¿Cómo le pudo dar todo lo que había querido por tanto tiempo y luego quitárselo de una manera tan hiriente? El castaño escondió su cara en la almohada, pensando en el compás que Gabriel le había regalado en su graduación y que ahora guardaba en su mesita de luz. Esa noche durmió inquieto, despertando casi cada 2 horas para volver a llorar amargamente.

La mañana siguiente, Fausto fue a visitarlo y Renato le contó todo lo que había sucedido, aun encogido sobre sí mismo y llorando como si no lo hubiera hecho en años. Su amigo lo acompañó durante todo el día, echándole mierda a Gabriel con todos los insultos que sabía y alejándose solo para llevarle a Renato su comida favorita para el almuerzo. Sus padres habían decidido pasar ese fin de semana en la casa de la tía de Tato. Valentino y Gabriel no volvieron a casa ese día.

Al final de la noche, Renato llegó a una conclusión: No quería ver a Gabriel nunca más. Ahora sabía lo que se sentía ser rechazado. Ser rechazado de manera dolorosa, para hacerlo aun peor. La respuesta que tuvo Gabriel frente a los sentimientos del castaño fue más que clara, y por supuesto no tenía la intención de tener que lidiar con un nuevo encuentro con el mayor.

Cuando le lanzó la idea a Fausto de mudarse a Buenos Aires un mes antes para ir a la universidad, se sintió como el peor amigo, centrando todo en sus problemas y sin averiguar previamente si Fausto estaría dispuesto a dejar su casa antes de lo esperado. Lo único que dijo su amigo fue que comenzaría a preparar sus maletas y preparar el auto inmediatamente. Obviamente Tato se largó a llorar otros 15 minutos por teléfono agradeciéndole todo lo que había hecho por él.

Sus padres no estuvieron muy contentos con la repentina decisión de Renato, pero el castaño se las arregló para convencerlos argumentando que quería adaptarse con tiempo y acostumbrarse a una nueva ciudad previo al inicio de las clases. Renato les hizo prometer que no le dirían nada a Valen ni a Camila, ya que quería contarles él mismo.

La verdadera razón es que no quería que Valen terminara contándole todo a Gabriel.

Los chicos volvieron a casa dos días después y Renato se mantuvo encerrado en su cuarto todo el tiempo. El hecho de que estuvieran sus padres y su hermana evitaron que Gabriel intentara ir a buscarlo a su habitación. Se sentía como un alivio y una tortura al mismo tiempo.

Al siguiente lunes, Renato tenía todas sus maletas y cajas en el maletero del auto de Fausto, su habitación lucía triste y vacía. El castaño había pensado que cuando llegara el momento en que tuviera que empacar todas sus cosas estaría emocionado, sabiendo que sería una situación sentimental, pero resultó ser que en el futuro este momento se convertiría en uno de los recuerdos más tristes que guardaría.

Finalmente, ese mismo lunes en la noche, le dijo a Valen y Cami que se marchaba, aprovechando la visita que había hecho la pareja para compartir con la familia Quattordio durante la cena. En realidad, Camila ya conocía la noticia. Apenas sus padres le habían dado luz verde para mudarse, la había llamado y le había contado todo. El por qué, cómo y cuándo de su decisión.

La mañana siguiente, Renato se fue junto a Fausto a Buenos Aires antes de las 9 de la mañana. Abrazó a sus padres y a Bruna, prometiéndoles que los llamaría tan pronto llegara a la capital.

Intentó dejar el compás que Gabriel le había regalado, pero terminó guardándolo dentro de una caja con sus libros que llevó con él.

De todas formas, Renato no volvería a ver a Gabriel de nuevo, así que... eso era lo que realmente importaba. 

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Ok chicxs a partir de aquí volvemos al presente. Nos vamos al capítulo 2/5. Espero les guste 😘

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