Capítulo 30: Reencuentro

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Parpadeó un par de minutos antes de mirar fijamente la puerta que estaba frente a ella.

Giró la cabeza para observar a ambos lados, la calle pareciéndole un poco peligrosa, pero era lo que suponía que Muriel había podido conseguir.

Tomó una honda respiración, apretando el asa de su pequeña maleta, subiendo la escalerilla para luego golpear la puerta frente a ella.

Esperó ser atendida, la puerta abriéndose y dejando ver a un hombre un poco más alto que ella, con un flequillo largo que le cubría un ojo. Tragó grueso al ver los ojos verdes al detallar el rostro anguloso y masculino del hombre joven, lamiéndose los labios mientras observaba como él estaba cubierto con una playera holgada.

Seguro era un amante joven de Muriel.

- ¿Stella? – Sonrió el hombre, sus ojos chispeando con alegría.

- ¿Quién...? – No pudo terminar de preguntar, pues el hombre la abrazó por la cintura, levantándola para dar la vuelta y cerrar la puerta detrás de él.

- ¡Mira que bonita estás! ¡Casi no puedo adivinar tu edad, amor! – No entendió porque él la trataba con tanta familiaridad, pero su olor le pareció conocido, además que sentía muy agradable ser abrazada por un hombre así.

- Bájala antes de que se asuste. – Escuchó una voz gruesa y profunda, tratando de soltarse para ver a Rochelle Hobbs salir de lo que parecía la cocina sosteniendo una espátula.

- ¡Pero no la he visto en años! Además, es mi Toochi. – Recordó el sobrenombre, su corazón latiendo con fuerza al reconocer al fin de quien se trataba.

- ¿Noodle?

- ¡Ya baja a la idiota! Ni a mí me abrazaste cuando me viste, mocoso. – Noodle dejó que la cantante se apoyase en sus pies, dando largas zancadas hasta el pie de las escaleras mirando con el ceño fruncido a Muriel.

- Agradece que eres una mujer y que yo respeto eso, porque aún me debes muchas, vieja bruja.

- Basta de peleas, vamos a comer y a hablar de lo que vamos a hacer de ahora en adelante. – Zanjó Rochelle, Noodle dándose la vuelta para mirar a Stella, caminando con una sonrisa hacia ella, pasándole un brazo por los hombros.

- Vamos a comer, cariño, y después te diré donde está tu habitación. – La arrastró hasta la cocina. – Ro preparó unos panqueques chinos y aunque pienso que son mejores los japoneses, me muero de hambre.

- Noodle yo... - Él olía bien, así que, sin rechistar, se dejó guiar por el japonés, sentándose a su lado en la mesa de la cocina mientras la baterista servía la comida, Muriel sentándose también con una cerveza en la mano, quejándose de vez en cuando por lo terrible que era estar en Inglaterra de nuevo.

Stella suspiró levemente. Era verdad, Gorillaz estaba de nuevo en el ruedo.

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