Capítulo Doce || Tú eres mi prueba.

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Mi cuerpo apresado al suyo contra la pared, me permitía sentir aquel placer y adrenalina por ser descubiertos, sus manos se paseaban por mi piel desnuda bajo la tela mientras mis manos subían y bajaban por su torso hasta ocultarse bajo la tela de su pantalón para brindarle algunas caricias.

Gimoteaba contra sus labios, así como lo escuchaba gruñir bajo, pero no podía quedarme aquí, tenía algo que hacer antes, me detuve sacando mis manos y apartándolas de su cuerpo.

—Farid, tengo que irme. —Acomodé mi vestido y cabello rápidamente separándome de el, su mirada estaba confusa.

—¿Justo ahora? —Un largo suspiro salió de sus labios.

—Pero voy a volver, lo prometo y podremos tener tanto sexo como quieras. —Le guiñé el ojo y me acerqué por última vez, dejando un lento pero apasionado beso en sus labios.

Me separé muy rápido y salí de aquel vestidor, disimulando que me llevaría la ropa sin pagar, al pasar la puerta la alarma se activó, algunos vendedores trataron de detenerme pero ya era tarde, corrí tan rápido como podía antes que el semáforo cambiara de color, una vez del otro lado, los autos volvieron a pasar dejando a los vendedores solo verme escapar con su ropa puesta.

Ahora tenía que pensar, quién era el próximo amante muerto, tendría que repasar los encuentros que aún albergaban en mi cabeza descontando a los seis muertos de mis días inconscientes.

—Demonios...—El siguiente era Ben, un joven rico, al que había conocido hace tan solo 3 meses, no recordaba tanto de él, solo que siempre estaba en el club de millonarios de sus padres.

Me apresuré y tomé un taxi, le indiqué la dirección, no tardamos mucho en llegar, me bajé muy rápido sin pagarle al chófer, me apresuré adentrarme, pero como me esperaba no podría, necesitaba un pase.

—Realmente necesito entrar, la vida de Ben esta en peligro. —Traté de explicarle a la recepcionista que se veía confundida, pero en vez de hacerme entrar, llamó a seguridad, me tomaron por mis brazos sacándome del lugar casi arrastrada.

—Debes irte, seguramente Ben no te quiere ni ver. —Musitó una mujer mayor, cabello rubio, corto, ojos azulados y muy bien vestida con su vestido beige elegante.

—Su hijo está en peligro! Solo trato de salvarlo. —Los guardias ya me habían soltado, pero esa anciana solo río a carcajadas.

—Y yo trato de salvarlo de una ramera como tu. —La anciana me escupió a mis pies antes de darme la espalda.

La conocía como era, traté de intentar nuevamente, corrí a sus espaldas buscando donde estaba el personal del sitio, me adentré por una puerta, mirando que había mucha ropa de los empleados, me atreví a tomar una prestada y cambiarme.

Minutos después, salí de aquella habitación, ya vestida, pude pasar desapercibida, probaría que no era una asesina a toda costa.

Corrí hasta el área de las piscinas, allí estaba el, vivo y riendo a carcajadas con tres mujeres a su alrededor, presumiendo su cuerpo muy bien trabajado.

—¡Ben! —Exclamé en voz alta caminando rápido a el.

—¿Eleanor? —Muy confundido, se puso de pie y se acercó hasta mi, quedando frente a frente.

—Necesito de tu ayuda, justo ahora. —Quería explicarle mejor, en un lugar más "Seguro"

—No hay problema ¿Qué haces vestida así? —Una carcajada salió de sus labios, eso me tranquilizó un poco más.

—Tu madre me obligó, necesito ir a un lugar más privado. —Le señalé con mi mirada que fueramos adentro, solo asintió con la cabeza, tomé su mano y nos adentramos hasta encontrar una habitación.

—¿Qué te sucede? —Ben se veía muy asustado.

—Quiero probar que no soy asesina, tu eres mi prueba. —Le expliqué rápidamente. —Hace un tiempo mis amantes están muriendo, tu y yo también tuvimos sexo, temo a que mueras y por eso voy a protegerte de quién sea que los esté asesinando.

—¿Estas loca? Mira si quieres sexo, solo tenías que decírmelo. —Sus brazos rodearon mi delgada cintura, pasé mis manos por sus brazos bien trabajados, dejando caricias con las puntas de mi dedos.

—No estaría mal... un favor por otro, te mantengo vivo y tu me complaces. —Le guiñé el ojo con una risilla bastante traviesa.

—Ya te extrañaba...—Me llevó más a su cuerpo, sus labios no tardaron en unirse a los míos. 

 Entre besos lentos pero apasionados, mis manos recorrían ahora su espalda, sus brazos me levantaron un poco para apoyarme en una mesita de madera, me levantó dejándome allí, mis piernas rodearon su cadera, apegándolo más a mi finalmente dejando roces, eso me mataba. 

Amada Muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora