Capítulo uno|| Un poco de mi

292 5 2
                                    



Ciudad de New York, 6 A.M

Mi piel morena, perdiendo el color, hasta acabar totalmente pálida, mi corazón se detuvo, hasta no sentir nada, fue allí cuando abrí mis ojos de golpe y exaltada me senté en la cama, tocando mi cuerpo frío, solo había sido una pesadilla más como todas las noches, observé hacía un lado de la cama, miré el reloj, si era la hora de despertar, la alarma estaba sonando, mi cabeza dolía, golpee muy fuerte el despertador hasta quebrarlo, creo que se me pasó la mano.

—Ups... tendré que comprar uno Nuevo. —Susurré escuchando el maullido de mi compañero Max, siempre dormía al pie de mi cama, me puse de pie y el enredó su cola en mi pie, con suavidad lo hice a un lado tratando de quitarlo y caminar directo al baño, era la hora de comenzar un día más, me mire al espejo preguntando a mi ser interior ¿Como será mi humor hoy? Pero no me supo responder. Rápidamente me quité la pijama y me metí a la ducha, luego de varios minutos salí envuelta en una bata de baño, sequé mi cuerpo, yendo directo al closet, tomé unos jeans ajustados blancos y una blusa azul oscuro, tendría que apresurarme o no llegaría a tiempo a mi molesto trabajo. Apenas me vestí, me dio tiempo para beber una taza de café y comer muy rápido unos Hot Cakes quemados que había preparado, salí muy rápido, apenas acomodando bien mis zapatos altos, como odiaba usarlos!

Bajé las escaleras tan rápido como pude, casi tropezando, peor era el ascensor, muchas veces había quedado atrapada, era mejor no correr riesgos, al salir afuera, llevaba la llave de mi auto en mano, pero una voz masculina al otro lado de la calle interrumpió.

—Hey! Eleanor! Creí que no te vería más, no me llamaste. —Gritó aquel hombre alto, rubio y bien vestido, como era de esperarse, no recodaba quién era, así que solo le sonreí para disimular, este insistió e iba a cruzar la calle, todo pasó tan rápido, no se había fijado a los lados y un autobús chocó su cuerpo, lanzándolo muy lejos, matándolo al instante, el impacto había causado que parte de su sangre quedara en mi blusa.

—Diablos! Ahora tendré que regresar a cambiarme! Llegaré tarde otra vez, mierda! —Me quejé porque aparte de sucia, era mi favorita, la consideraba de la suerte, pero ya no. Al elevar la mirada de vuelta al cuerpo, había llegado ya mucha gente, observando el incidente, me quejé por dentro, me di media vuelta y volví a subir a mi apartamento, me adentré y me cambie a una blusa blanca, esperando que no mataran a alguien más, que odioso!

Al salir del departamento, bajé y había mucha gente, policías, solo caminé hasta mi auto y me subí, iba a llegar tarde otra vez, maldita sea! Golpee el volante y aceleré el auto, esquivando a las personas que estaban allí, el tráfico empezó a ponerse pesado de camino al trabajo, tomando todos los atajos posibles. Como era de esperarse, llegué muy tarde, bajé de mi auto y me adentré, observando a el jefe en mi puesto.

—Una más... y tendrás que irte. —Musitó aquel hombre alto y castaño, de delgada apariencia, con semblante serio.

—No te preocupes, sabes que no podrías estar sin mi. —Le guiñé el ojo, siendo un tanto provocativa, me acerqué a mi escritorio y tomé asiento sobre el, abriendo un poco mi blusa para dejarle ver mis pechos un poco más, llevé mi mano a su cuello y rocé mis dedos por el mismo, pero el castaño me la detuvo y la hizo a un lado, se giró sin decir nada.

Sabía que era verdad, no podía estar sin mi, al menos no sin mi cuerpo cerca, me extrañaría al instante y me rogaría para volver a verlo. Me levanté de mi escritorio y me senté de vuelta en aquella silla, encendí el computador, jugando con mis dedos, cerré mis ojos para descansar un poco, malditas pesadillas de todas las noches.

Una voz interrumpió mi paz interior, al abrirlos me encontré con un hombre de apariencia oriental, eso parecía, además su vestidura era extraña, ahogué mis risas y me acomodé en la silla.

—¿Que deseas? —Cuestioné tratando de no reírme.

—Que reserves el mejor hotel de New York, Suit presidencial y reserves todas las cenas y desayunos en los mejores restaurantes. —Contestó el hombre, con aquel acento que me hacía querer reír al instante.

—Oh claro señor... ¿Para usted? ¿O algún amigo loco suyo? —Respondí dejando escapar una carcajada. —Ese vestido... creo que se equivocó de lugar.

—¿Cómo se atreve? —El hombre golpeo mi escritorio y un jarrón con flores cayó al suelo, el cristal se rompió al instante.

—Pues...Hay un loquero cerca. —Dije a carcajadas, que esta vez eran más audibles, pero apareció mi jefe de vuelta.

—¿Que pasa aquí? —Interrumpió mi jefe.

—Esta mujer! Es una infame y muy mal educada. —Respondió el hombre oriental.

—Eleanor! ¿Puedes comportarte alguna vez en tu vida? —Reprochó mi jefe.

Me encogí de hombros, aún estaba riendo por la apariencia y el acento del hombre.

Mi jefe se acercó y lo tomó del brazo para llevárselo a su oficina, sin duda alguna, no servía para trabajar en una agencia de viajes y turismo en New York, no era tan amable, pero si era hermosa, podía cautivar a cualquier hombre, tal vez por eso mi jefe no me a despedido, necesita verme cada día y pedirme algunos favores fuera o dentro de la oficina. 

Amada Muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora