Te conocí roto. Igual me encantaste. Recién ahora entiendo que tengo que alejarme, que no puedo arreglar algo que no rompí, no justamente porque no pueda, sino porque si no te curás vos, probablemente nunca cierre la herida. Y si decidís dejar la herida abierta, puedo respetarlo.
Ojalá algún día te cruce, te conozca la sonrisa y hagás algún chiste muy malo de esos que dan risa con ruido. Sostengo que son los mejores.
Te conocí roto, solo, triste... muy triste. Nunca me diste la oportunidad de decirte que yo estaba igual, también preferí escucharte. Estoy un poco cansada de hablar. Vos no tenías con quién hacerlo y sentí que realmente te lo merecías. Sí, te lo merecías, te lo merecés. Pero tengo que correrme del medio porque juntos no hacemos una, no hacemos ni media.
Nunca me costó tanto alejarme de un extraño, a veces cuando me agarra la bruja siento que en realidad no lo sos, que nos conocimos antes y nos encontramos ahora porque nos debíamos algo. Quizás en otra vida vos me escuchaste, y yo no. Quizás en otra vida fui yo quien te rompió. O quizás sea solo el porro.
Lo que sí sé, es que si no es en esta, en otra vida voy a verte todos los dientes mientras te sonreís. Y que voy a sentir lo mismo que sentí ahora sin conocerte.
Espero haya servido de algo, tengo ganas de que sí. Quiero creer que sí. Nadie es casualidad, ni siquiera la soledad.
Son las 4:58 a.m, no las cinco. Me guardé dos minutos para leer cómo dejarte atrás una vez más.
