2 años después...
El tiempo es una cosa curiosamente relativa, puede parecer tan efímero cuando se disfruta de su paso o demasiado lento cuando nos abruma. No estoy segura cuál de los dos casos aplica para mí o si se trata de una extraña mezcla.
Lu sigue tan presente en mi mente, sonrió con cada detalle que la evoca y aunque no sido y dudo que en algún momento sea fácil pasar el nudo ante el recuerdo de su partida, puedo decir que ella tenía razón en una cosa. Vale la pena vivir y yo lo hago por ambas. Cada día me esfuerzo y lucho por hacer algo de lo cual estaría orgullosa.
En cuanto a Alex, me gustaría decir que actué como se esperaba, pero no. Me asusta un poco lo que siento por él. Me han gustado chicos, como a toda chica lo harían, pero no con la intensidad que despierta en mí. Estuvo en esos momentos conmigo, nunca dejare de estar agradecida y quizás es justo eso lo que temo, que lo nuestro sea solo una cosa de deber, por su parte, ya que ambas familias lo esperan; y agradecimiento por la mía. Me ha dado espacio, más del que me gustaría, probablemente. No hemos hablado, ni siquiera coincidido. Y luego está esa cosa que me hace sentir mezquina, porque... tengo celos. Hace dos meses, cuando apareció en una revista del brazo de otra mujer y leí la nota donde se sugería que podía ser su nueva pareja, casi marque su número exigiendo una explicación. Si, así de incongruente me hace sentir y no me gusta.
―Se escapara tu alma con tanto suspiro. ―Miro a mi nana, sin encontrar un buen comentario que hacer.
Parece mentira que mañana sea noche buena y quizás es a lo que se deba mi estado de ánimo.
―¿Por qué no reservar un salón? ―farfullo de mal humor, apoyando la frente en la fría superficie de la mesa de la cocina―. ¿Por qué hacer la fiesta aquí?
No me gustaba la idea, pero no podía oponerme, mis padres se habían portado más que bien. Ayudaron sin dudar a los padres de Lucy, ninguno de los dos se quiso quedar, por todos los recuerdos que guardaba este lugar y sobre todo, porque verme les haría añorar verla ella. Dolió, pero lo comprendí. Cada persona lleva el luto de distinta forma, lo mismo que la manera en que lo afronta.
―No es tan malo, redujo la mitad de los invitados.
Eso no me consuela demasiado, pero nada que hacer.
Me muevo entre los invitados, saludando con cortesía, pero sin profundizar en las conversaciones, no queriendo tocar temas que resulten tediosos. No soy buena socializando.
―Hola ―su voz me hace pegar un brinco y girarme, llevándome la mano al pecho.
Alex me regala una sonrisa de lado y eso me hace darme cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde que la vi.
―No estarás huyendo, ¿cierto? ―inquiere enarcando una ceja.
Tiro de su brazo, justo antes de que mi madre mire en nuestra dirección y lo arrastro conmigo hasta la puerta trasera, que conduce a los jardines, una zona poco alumbrada y donde no parece haber nadie.
―No estoy huyendo ―digo liberando su brazo, mirándole un poco nerviosa.
Desde luego que mis acciones contradicen mis palabras, pero no lo hace notar, se da la vuelva, mirando las luces que adornan los árboles y cuando su sonrisa desaparece, casi puedo adivinar lo que pasa por su mente.
―Te preguntaría como has estado, pero afortunadamente, tu padre me ha dado algunos buenos informes.
Le contemplo sorprendida, porque creí que simplemente había seguido con su vida, cuando entendió que no correspondería.
―Yo en cambio, no se mucho.
Me mira, sus manos en los bolsillos de sus pantalones; ninguno usa abrigo, pero ignoramos el ligero frio.
―No es gran cosa. Lo mismo de siempre, reuniones, viajes de negocios ―se encoje de hombros―, cosas aburridas.
―Y cenas... ―Aparto la mirada al darme cuenta de mi error. He sonado como una novia celosa, cuando ni siquiera estoy segura si nuestro compromiso sigue en pie.
―Algunas, cierto. Y aunque me gustaría alardear de la compañía, nadie podría compararse a cierta chica de mirada triste y mejillas rojas.
Reacciono cuando coloca sobre mis hombros su saco.
―Oye...
No se aleja, me abraza y respondo.
―¿Sabes? A ella le habría encantado verte, estaría muy orgullosa de ti. ―Rio débilmente, mientras un par de lágrimas mojan mis mejillas―. Lo que me hace pensar que quizás no hace falta cumplir mi promesa.
―¿Qué?
―Le prometí que siempre cuidaría de ti y que te haría feliz. ―Boqueo sin crecer lo que ha dicho.
No debería sorprenderme, eso... Eso suena tan a ella.
―Bueno... ―Tira de su saco, pegándome a su pecho.
―No voy a mentir, cuidar de ti, lo haría incluso si no lo hubiera prometido. He pensado mil formas en las cuales decirlo, sin que parezca que es la única razón por la que me gustaría que te casaras conmigo. Quizás nuestro compromiso inicio por nuestros padres, pero... fueron esos días en los que aprendí a quererte.
―Alex...
―No hace falta que digas. Es muy pronto y aunque dije que no te presionaría, quizás es justo lo que estoy haciendo, pero...
―Si quiero.
―¿Qué?
―Si quiero casarme contigo. No lo hago tampoco por cumplir una promesa, lo hago porque lo siento.
―Dame un segundo. ―Se aparta buscando en los bolsillos de su pantalón y su camisa―. ¿Dónde lo deja? ―Me mira y señala su saco―. Lo siento.
Finalmente parece encontrar lo que buscaba e ignorando los vestigios de nieve, se inclina sobre su rodilla.
―Adi... ¿Me harías el honor de aceptarme como tu esposo? ―Una risa nerviosa emergen, hay lágrimas en mis ojos, pero ahora no son de tristeza o melancolía, sino de felicidad.
―Si. Si quiero.
Desliza torpemente el anillo en mi mano y se levanta.
―Probablemente ha sido la propuesta más torpe.
―No lo creo. ―Me abraza, acunando mi barbilla, mirando a los ojos.
―Esperaremos el tiempo que sea necesario.
―En realidad, me gustaría que fuera en próximo año.
―¿Navidad? ―pregunta dudoso.
―Si. ―Sería como tenerla conmigo.
―Bien. ―Suspira, luciendo aliviado―. Ahora, ¿puedo besarte?
―Por favor.